ES LA ULTIMA HORA
«Hijitos, ésta es la última hora» (1 Jn 2, 18).
Es la «novissima hora»: la hora de los combates contra el demonio. Y no hay otra: detrás de un hombre de poder, están las oscuras artes del demonio.
Es
la hora en que el demonio se manifiesta a través de los hombres. No hay
que pararse en los hombres, sino discernir el espíritu con que cada
hombre habla y obra. Los hombres son movidos por el espíritu del
demonio. No sólo son tentados. No sólo se percibe una obsesión demoníaca
en ellos. Hay muchos hombres poseídos por el demonio (= el demonio
posee sus mentes humanas, no sólo sus cuerpos), y que ostentan un poder:
político, económico, social, religioso.
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Es la «novissima hora»:
es la última de este tiempo: es la lucha contra el Anticristo de este
tiempo. Porque todavía falta otro Anticristo; pero ése será al final, en
el fin de los fines.
¡Estamos en el fin de los tiempos!
Ahora es el Anticristo del fin de los tiempos.
Ahora es cuando se implanta el gobierno mundial y la Iglesia universal.
Los
hebreos que odiaron a Cristo: que lo mataron, que lo vieron muerto en
la Cruz, que fueron testigos de Su Resurrección, pero que dieron falso
testimonio…:
«Decir
que, viniendo los discípulos de noche, le robaron mientras nosotros
dormíamos… Esta noticia se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy» (Mt 28, 13. 15b).
… esos hebreos, esos judíos son los que gobiernan, en la actualidad, la Iglesia.
«Se
está consumando la más perversa conspiración contra la Santa Iglesia.
Sus enemigos traman destruir sus más sagradas tradiciones y realizar
reformas tan audaces y malévolas como las de Calvino, Zwinglio y otros
grandes heresiarcas, con el fingido celo de modernizar a la iglesia y
ponerla a la altura de la época, pero en realidad con el oculto
propósito de abrir las puertas al comunismo, acelerar el derrumbe del
mundo libre y preparar la futura destrucción del cristianismo» (Prólogo a la edición italiana – Conspiración contra la Iglesia – Maurice Pinay, 1962).
Desde hace mucho tiempo entraron en el interior del Vaticano y siempre se han movido en la oscuridad, nunca a la luz.
«(…)
esas fuerzas anticristianas cuentan dentro de las jerarquías de la
Iglesia con una verdadera quinta columna de agentes incondicionales a la
masonería, al comunismo y al poder oculto que los gobierna, pues
indican que esos cardenales, arzobispos y obispos serán quienes formando
una especie de ala progresista dentro del Concilio, tratarán de llevar a
cabo las perversas reformas, sorprendiendo la buena fe y afán de
progreso de muchos piadosos padres» (Ib).
Esos
judíos, por medio de otros, han matado a Papas, los han chantajeados,
los han sustituidos con sosías, han manipulado sus mentes, porque es
necesario poner al Anticristo, al rey terrenal, que es también mundial,
el cual tiene que oponerse al Rey del Universo, que es Cristo Jesús, y a
Su Iglesia en Pedro.
Por
eso, ante un Papa legítimo no hay que alabar ni juzgar ni condenar su
persona. Sólo hay que discernir a los que tiene a su alrededor. Es la
única manera de saber qué está pasando en la Iglesia.
El
poder masónico es maestro en dar a conocer lo que los hombres quieren
creer. Esconde muchas cosas y sólo muestra lo que conviene en ese
momento.
Todos
aquellos que juzgan a todos los Papas, desde Juan XXIII hasta Benedicto
XVI, sólo siguen el juego de este poder masónico. Ellos son más
inteligentes que todos los católicos juntos. Siempre van un paso
adelante. Y, por eso, saben jugar con todo el mundo, saben poner el
entretenimiento de masas.
Bergoglio es sólo eso: puro entretenimiento. Por debajo, está la jugada maestra que no enseñan.
Bergoglio
está sometido, en todo, a ese poder masónico, a esos judíos que sólo
quieren el poder en el Vaticano. Bergoglio es un rey que no gobierna,
pero que tiene su orgullo propio, con el cual se opone a ese poder
masónico.
Los judíos son el poder; los musulmanes, los que hacen el trabajo sucio. Son los romanos del tiempo de Cristo.
Los judíos usaron a los romanos para matar a Cristo.
El
holocausto judío fue obra de los mismos judíos, del poder masónico, que
usaron a otros para hacer la obra. Y no dudaron en suprimir una parte
del pueblo judío para hacer recaer la culpa sobre otros. Y sólo con un
fin: que el mundo entero y que la Iglesia, respete, reverencie, haga
honor a los judíos
La culpa de la muerte de Jesús: los romanos. Sobre ellos vino el castigo de Dios. ¿Quién movió a los romanos? Los judíos.
¿Quién
mueve las matanzas en el mundo entero? Los judíos, que usan a los
terroristas, a los musulmanes, a los integristas, para ese trabajo
sucio.
Es la «novissima hora»: no es la hora para dormirse en los laureles, creyendo que por pertenecer a la Iglesia, ya estamos salvados.
La Iglesia que vemos en el Vaticano –y, por lo tanto, en todo el mundo- no es la Iglesia de Cristo. ¡No es la verdadera Iglesia!
¡Bergoglio está tergiversando todo –TODO- lo que Cristo ha enseñado! TODO.
¡Bergoglio precede al Anticristo!
¡Es un falso Profeta, que ama ser glorificado por el pueblo!
¡Sediento de gloria humana!
Su vanidad y su orgullo preceden al Anticristo.
¡Labran el camino!
¡Señalan el camino!
¡Abren puertas para que se instale, en la cúpula vaticana, la gran abominación!
¡Su gobierno horizontal es el cisma declarado! ¡Es la primera división!
Se
divide la Verdad del Papado: muchas cabezas gobiernan. Muchas cabezas
piensan. Muchos hombres hablan la confusión, la torre de babel. Se parte
el pastel del gobierno.
Se descentra el gobierno de Roma: cada cual decide, en su diócesis, lo que es la Iglesia.
Son cabecillas de un hereje.
Son
los nuevos dictadores, que obran el poder de la masonería: son
instrumentos de ellos, de esos judíos que nunca tuvieron intención de
creer en Jesús, pero sí de seguirlo para atacarlo en todo.
¡Cuántos
católicos hay así! Escuchan a Cristo, Su Evangelio, siguen las
enseñanzas que la Iglesia da, pero es para espiar, es para meterse en lo
más íntimo de la Iglesia para desbaratarla, romperla desde dentro.
Son como el demonio: la mona de Dios. El demonio ve todo lo que hace Dios, pero para imitarlo en el mal.
¡Cuántos Obispos y sacerdotes han hecho lo mismo!
Están en la Iglesia imitando lo que los buenos y santos sacerdotes hacen, pero para el mal.
Mucha
Jerarquía da la impresión de ser santa: han asumido una falsa humildad.
Han aprendido los gestos, las palabras, las obras que los santos hacían
en su humildad y en su pobreza.
Un
claro ejemplo: Bergoglio. Este hombre se maquilla de humildad y de
pobreza para conseguir un amor de los hombres. Pero no tiene ni idea de
lo que es vivir ni en pobreza ni en humildad.
¡Cuántos
muestran al exterior una vida aparentemente irreprensible: inmaculados,
puros, honestos! ¡Qué fácil es engañar con lo exterior de la vida!
¡Cuántos católicos caen en este engaño! Porque sus vidas son lo mismo:
vidas para lo social, lo exterior, ligeras, superficiales, mundanas,
llenas de nada.
¡Cuántos
hacen, ante los demás, grandes obras – y muy buenas obras humanas –
para que la gente vea que son buenos católicos, buenos sacerdotes, que
deben confiar en ellos, que saben lo que hacen en la Iglesia!
Imitan
exteriormente a los grandes santos sólo con un objetivo: alcanzar la
cúpula, los puestos claves en el Vaticano, en cada diócesis. Buscan el
mando, la autoridad, el gobierno de la Iglesia.
Desde
siempre el ansia de poder, el orgullo de mandar, de tener un cargo en
la Iglesia, ha hecho que muchas almas sacerdotales hayan destruido,
ladrillo por ladrillo, la Iglesia. ¡Destruido! Para eso están en la
Iglesia. Para eso son sacerdotes y Obispos y Cardenales: para destruirlo
todo.
La destrucción que vemos en toda la Iglesia no es de ahora: viene de muy lejos. Ha sido tan oculta que nadie se ha dado cuenta.
Sólo,
en estos cincuenta años, se ha ido descubriendo la maldad oculta en
muchos sacerdotes y Obispos. ¡Y sigue la destrucción! Pero ahora se
suman muchos más.
Ahora,
toda la masa de los tibios y de los pervertidos, que con los Papas
legítimos han estado atacando a la Iglesia, pero desde fuera; tienen con
Bergoglio las puertas totalmente abiertas, para entrar y saquearlo
todo. Y lo hacen en nombre de los mismos católicos, de la misma iglesia
católica, poniendo como estandarte a su falso papa, Bergoglio. Ellos son
lo que dicen, imitando a su demonio, Bergoglio, que la Iglesia está
enferma y que Bergoglio es el sano, el justo, el inmaculado, el santo,
el que ama a la Iglesia.
Es la «novissima hora»: Bergoglio lleva almas al Anticristo como don: es el regalo de un falso profeta a su mesías, a su dios, a su esclavitud.
Al
igual que San Juan Bautista bautizó a las almas para prepararlas a
penitencia; así Bergoglio bautiza a las almas en la vanidad y en el
orgullo, para condenarlas, para que se pierdan por toda la eternidad.
El
problema de Bergoglio es que no señala al Anticristo, como san Juan
señaló a Cristo. No puede, porque no lo conoce. Bergoglio es un falso
Profeta: es decir, tiene el Espíritu del Falso Profeta, pero no es la
persona del Falso Profeta.
Bergoglio
hace el trabajo del falso profeta, que es levantar la falsa iglesia
para el Anticristo. Hasta que esa iglesia no sea puesta en pie, no sólo
en el gobierno sino también en la doctrina, el Anticristo no puede
aparecer.
La
persona del Falso Profeta señala la persona del Anticristo. El Falso
Profeta es el Falso Papa de la falsa iglesia universal, ecuménica.
Todavía falta por ver quién es el verdadero Falo Profeta de la falsa
iglesia. Hay que levantar, antes, esa falsa iglesia.
Bergoglio
es un falsario: un falso Papa; pero todavía la falsa iglesia no
aparece, no está levantada, no está consolidada. Bergoglio es la primera
piedra de esa falsa iglesia.
Él
ya ha puesto la primera división: quitar la verticalidad. Ahora, la
Iglesia se construye de abajo arriba: del pueblo al jefe. No de la
Jerarquía al pueblo.
Es
el pueblo, es la gente, es la opinión de todos lo que levanta esa
iglesia. Es una fe común, es una doctrina universal, es un camino en el
mundo lo que fundamenta esa falsa iglesia.
Por
eso, Bergoglio se dedica a dar entrevistas, a hacer que su doctrina sea
conocida por todos, a poner en el gobierno de toda la Iglesia, en cada
diócesis, su gente herética y cismática, como él, porque hay que ir a la
segunda división.
¡Hay que dividir, no sólo la cabeza, el poder, sino también la doctrina!
El poder masónico presentó a Bergoglio la doctrina que tenía que ser impuesta en el Sínodo extraordinario.
Y Bergoglio se echó para atrás. ¡Fue su orgullo!
Bergoglio ha creado nuevos cardenales,
porque se teme lo peor: no ha sido fiel al poder masónico, que lo ha
puesto ahí. Y ellos ya no confían en él: ellos no esperan que en el
próximo Sínodo, Bergoglio sea fuerte e imponga la doctrina que ellos
quieren.
Por eso, es necesario poner a un jefe, a otro falso papa, que divida la iglesia en la doctrina. ¡Segunda división!
Un gobierno horizontal sin una doctrina horizontal no sirve para nada: sólo para crear más confusión en todas partes.
«El
falso Profeta – el que se hace pasar como el líder de Mi Iglesia – está
preparado para colocarse las ropas, que no fueron hechas para él. Él
profanará Mi Sagrada Eucaristía y dividirá Mi Iglesia por la mitad, y
luego a la mitad otra vez» (MDM – 8 de marzo 2013).
La
Iglesia es Pedro, se levanta en Pedro, en un Papa legítimo, único. Y
Pedro es: poder y doctrina. Pedro es un gobierno al que hay que
obedecer; y una doctrina que hay que creer.
Estar
en la Iglesia, ser Iglesia es obedecer al Papa y someterse a una
doctrina, para poder salvarse y santificarse. Son dos cosas. Y quien
falla en una de ellas, no puede salvarse ni santificarse. El camino en
la Iglesia es el Papa y Cristo; el gobierno del Papa y la doctrina de
Cristo.
Nadie
se salva sin la Jerarquía: sin la obediencia a una autoridad legítima,
divina, puesta por Dios. Pero no se obedece la persona del Papa, sino a
Cristo en ella. Es decir, se obedece la doctrina de Cristo que el Papa
enseña, que es una verdad Absoluta, inmutable, eterna.
Por eso, todo Papa legítimo es la Voz de Cristo, el mismo Cristo en la tierra.
Todo falso Papa es lo contrario: la voz del demonio, del mismo demonio encarnado en él, que posee su mente humana.
Todo falso profeta, todo falso papa, todo usurpador del Papado, divide a Pedro: divide el poder y la doctrina.
Todo falso profeta, todo falso papa profana a Cristo en la Iglesia: la Eucaristía, la santa Misa, su doctrina.
Bergoglio,
falso profeta, el que se hace pasar por lo que no es; se hace pasar por
Papa, y no es Papa; se hace llamar Papa, y no tiene el nombre de Papa;
gobierna la iglesia como Papa y no gobierna nada, ni siquiera su falsa
iglesia, porque su gobierno oficial horizontal carece de una doctrina
oficial horizontal.
Bergoglio
profana la Eucaristía: nada más vestirse las ropas para aparentar su
falso Papado, lavó los pies a los hombres, a las mujeres, a los
musulmanes, a los que tienen que hacer el trabajo sucio en la Iglesia.
Bergoglio
profana la Palabra de Dios: en sus predicaciones, en sus misas, dice
herejías. Predica que Jesús no es Dios, no es un Espíritu, sino sólo un
hombre, una persona humana.
Bergoglio,
en la Iglesia, profana a Cristo en las almas: se dedica a dar de comer a
los pobres, a solucionar problemas sociales, humanos, a darle al hombre
el reino de este mundo: la vanidad de la vida humana, el vacío de una
vida mirando y enseñando la mentira.
Con su gobierno horizontal, Bergoglio dividió la Iglesia por la mitad.
El
poder dividido: partido por la mitad. El poder ya no es para una
obediencia, sino para repartirlo. Y así nace la dictadura en la Iglesia:
se impone una forma de gobierno, que no es la verdad ni puede dar ni
hacer caminar hacia la verdad. ¡Y se impone! Es una obediencia a la
mentira. Todos obedecen un gobierno horizontal: eso es la dictadura.
Todos esclavos de un mentiroso.
En la Iglesia sólo se obedece a Pedro: a una verticalidad. Es la obediencia a la Verdad que enseña Pedro.
En
la falsa iglesia que se levanta en el Vaticano, se obedece a la mentira
que enseña el falso papa, que actúa como lo que no es: Pedro. Bergoglio
es sólo la figura vacía de Pedro. No tiene el espíritu de Pedro. No es
Voz de la Verdad.
El
poder de la Iglesia ha sido dividido en el Papado. Lo que vemos en el
Vaticano no es el Papado como Cristo lo constituyó: no es un Pedro y,
bajo él, toda la Jerarquía. Es un falso Pedro y, junto a él, muchas
cabezas gobernando.
Primera
división de la Iglesia: se reparte el poder. Se oficializó el gobierno
horizontal. Ya no existe, oficialmente, la verticalidad. Ya no hay
Iglesia en el Vaticano. No está la Iglesia en Pedro. Hay una iglesia en
muchas cabezas: en un falso Pedro, con cantidad de mentes humanas a su
alrededor que se reparten el pastel.
Con el Sínodo próximo, la Iglesia se va dividir de nuevo, por la mitad.
Se va a oficializar la nueva doctrina: la del error, la de la herejía, la del cisma.
Hasta
el momento, Bergoglio es el único que sigue su propia doctrina, al
margen de la doctrina de Cristo. Pero su doctrina no es oficial en la
Iglesia: no es algo que todos deban creer, asumir, obedecer, obrar.
Después del Sínodo, será distinto. Es la nueva iglesia, con una nueva doctrina: la que predica el falso Papa, Bergoglio.
Se
dividirá la doctrina: la Iglesia, en la doctrina, se partirá por la
mitad. Ya no será una doctrina para obedecer, para someterse a ella,
sino una doctrina para interpretarla al gusto de cada cual. Una doctrina
abierta a todas la mentes de los hombres, menos a los que creen en la
Verdad Absoluta.
Es
la doctrina del relativismo universal de la verdad: es poner lo que
piensa el hombre, lo que opina el pueblo, lo que está abajo, llevarlo
arriba, al gobierno, para ser puesto como ley, como norma, como
evolución del dogma. Es la ley de la gradualidad que fracasó en el
Sínodo extraordinario.
Bergoglio
es sólo un hombre que habla para la vida del mundo, la vida que agrada a
muchos hombres que son del mundo. Y en el mundo sólo reina uno: el
demonio.
Bergoglio,
cuando predica, conduce a las almas hacia el demonio, hacia el reino de
Satanás. No puede conducirlas hacia Dios, sino hacia su propio dios: su
mente humana.
Antes estas dos divisiones, ¿qué hay que hacer en la Iglesia?
Los que todavía creen que Bergoglio es oficialmente Papa, no pueden otra cosa que seguirle y obedecerle.
Porque a «un
Papa hereje y que persevera en la herejía no tiene sobre la tierra un
poder superior a sí; tan sólo un poder ministerial para su destitución» (Cardenal Cayetano).
No lo pueden juzgar, ni criticar, porque es su papa. Y nadie es superior al papa.
Para los que creen que Bergoglio no es Papa, entonces pueden juzgar a Bergoglio y oponerse a él en todas las cosas.
Un hereje no es oficialmente Papa: esto es lo que enseña la Iglesia en la Bula Cum ex Apostolatus Officio, del Papa Pablo IV.
Es lo que enseña San Roberto Belarmino, Cardenal y Doctor de la Iglesia, De Romano Pontifice, II, 30:
«Un
papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser
papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro
de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la
Iglesia. Este es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que
enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda
jurisdicción».
Y es lo que enseñan lo Santos.
San
Francisco de Sales (siglo XVII), Doctor de la Iglesia, «The Catholic
Controversy» La Controversia Católica, edición inglesa, pp. 305-306:
«Ahora, cuando él [el Papa] es explícitamente hereje, cae ipso facto de su dignidad y fuera de la Iglesia…».
Bergoglio no tiene dignidad; está fuera de la Iglesia.
Pero
muchos, ahora, prefieren seguir a Cayetano y esperar que un poder
ministerial, es decir, un grupo de Cardenales y de Obispos, hagan
renunciar a Bergoglio como Papa. Mientras no se haga esto, los que
siguen esta línea teológica, están obligados a unirse a la mente de
Bergoglio: tienen que obedecerlo y seguir su doctrina de herejía.
Esto
es peligrosísimo para las almas. Y esto no es lo recomendable que haya
que hacer, porque esto es ir en contra de la misma doctrina de Cristo.
¿Qué hay que hacer en la Iglesia?
¡Permanecer en Cristo, que es permanecer en la Verdad, en la doctrina que Cristo ha enseñado y que no puede cambiar nunca!
Permanecer: no corran de un lado al otro para encontrar a Cristo en la Jerarquía ni en los falsos profetas. ¡No hagan eso!
La
Jerarquía que obedece a un falso Papa no da a Cristo, no enseña la
doctrina de Cristo, no hace caminar hacia la salvación ni hacia la
santidad.
¡No
estén pendientes de lo que diga o haga la Jerarquía! Porque no hay un
Papa que aúne, que una en la Verdad Absoluta. Hay un falso papa que
dispersa en la mentira: que une en la diversidad de ideologías.
El
Clero se ha vuelto traidor a Cristo. Y la razón: quieren preservar su
propio prestigio ante los hombres y ante el mundo entero. Teniendo un
falso papa aclamado por el mundo entero, ¿quién no quiere participar de
esa gloria humana?
El
clero no es tonto: sabe lo que es Bergoglio. Y, por eso, reverencia a
Bergoglio porque tergiversa la doctrina de Cristo y la echa a la basura,
que es lo que toda la Jerarquía traidora, infiel a la gracia, persigue
en la Iglesia.
Se
obedece a un traidor porque está destruyendo el poder y la doctrina.
Esta es la maldad de mucha Jerarquía. Y esta es la verdad que nadie
dice.
Es la «novissima hora»:
es el tiempo de la Justicia Divina. Comenzó con el Sínodo
extraordinario. En el tiempo de la Justicia, sólo se obra lo que el
demonio quiere. No lo que quieren los hombres. Los hombres, en la
Iglesia, ya no deciden nada. Es el Espíritu el que guía a toda la
Iglesia. Quien no esté en la Verdad, entonces es guiado por el demonio;
quien permanezca en la Verdad, entonces encontrará a Cristo en su vida.