EL HUNDIMIENTO DE LA SECTA DEL NOVUS ORDO EN ALEMANIA
[Les paso este magnífico artículo de lectura muy recomendada en una traducción que creo ser, por lo menos fiel, al original]
Después de 50 años del Concilio Vaticano II y de la Nueva Teología …
En Alemania, la Secta del Novus Ordo está acabada
El 29 de diciembre de 2014, el más importante periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ)
publicó un artículo contundente que describe el lamentable estado del
“cristianismo” en su nación. En el artículo, bien escrito y algo largo,
el periodista Markus Günther da una franca evaluación de lo que ha
sucedido en la Iglesia Novus Ordo y en su contraparte protestante, en la
nación que dio a luz a nefastos personajes filosóficos y teológicos
como Lutero, Kant, Hegel, Nietzsche , Marx, Rahner y Ratzinger, y que
ahora es el centro mundial de la anarquía litúrgica más ridícula.
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El
autor identifica con precisión los síntomas, así como la enfermedad
subyacente y también desenmascara las excusas más frecuentes que a
menudo se dan para mantener la fachada viva que pretende mantener a la
gente en la creencia de que todo va bien, o al menos que no todo está
perdido. Por otro lado, lo que el autor no hace – y lo que no pretende
hacer – es identificar la causa de todo esto, ni ofrece un remedio; pero
el hecho de que él señale de manera precisa y con valentía la verdad
políticamente incorrecta y poco agradable de oír, acerca de cómo son
realmente las cosas en esa nación antiguamente cristiana, es digno de un
reconocimiento especial.
El artículo de Gunther se titula “Diaspora Deutschland” (“La Diáspora de Alemania”) (el artículo está disponible en Inglés aquí ). Nos
gustaría llamar la atención, no sólo por el implacable análisis del
yermo espiritual de Alemania que “el cristianismo moderno” ha traído,
sino sobre todo también por los dos párrafos con que comienza, y que
son como sigue:
La
noche del 13 al 14 de diciembre, hace casi exactamente 50 años, un
estudiante de nombre Franz vagaba por las calles de Münster. No podía
dormir. Estaba demasiado agitado por el sermón que había oído en la
catedral, a cargo de un joven sacerdote y profesor, pocos años mayor que
él, que había hablado del Adviento y la Navidad de una forma
revolucionaria, totalmente nueva. Más aún: La enseñanza tradicional
sobre la época de la historia humana que divide la historia en una era
de oscuridad y una edad de salvación, a saber, el tiempo antes y
después del nacimiento de Cristo, ya no podía ser tomada en serio en la
actualidad, decía el predicador, joven teólogo. Después de las guerras
mundiales, después de Auschwitz e Hiroshima, ¿quién podría hablar de una
era de salvación que habría comenzado hace 2000 años en Belén? No, la
línea que separa la oscuridad de la luz, el cautiverio de la redención,
no corta la historia tajantemente, sino que lo hace en nuestras
almas. Adviento no tiene lugar en nuestros calendarios, sino en nuestros
corazones – o si no lo hace queda sin ningún fruto. Era una idea
increíble, y es fácil imaginar que el estudiante hubiera tenido
problemas para dormir después de ese sermón y que quisiese permanecer a
solas consigo mismo, con el fin de reflexionar sobre todo esto.
Hoy
los dos son personas de edad avanzada, el estudiante y el predicador de
esta noche inolvidable en Münster, el primero Franz Kamphaus, que
había sufrido aquél día una noche de insomnio y el segundo Joseph
Ratzinger, quien, con sus 37 años de edad era una estrella académica en
ascenso, que sacudía el espíritu de los estudiantes de teología. Es
sorprendente cómo los caminos de estos dos hombres se cruzaron entonces
por primera vez. En retrospectiva, son precisamente estos dos nombres,
Ratzinger y Kamphaus, quienes representan dos [diferentes] corrientes de
la Iglesia en Alemania, que no hay que identificar como “izquierda” o
“derecha”, pero que eran con certeza claramente opuestas. Ambos trataron
de proclamar un nuevo cristianismo que en las cambiantes
circunstancias de alguna manera, salvaría al mundo moderno – y ellos
lucharon batallas intransigentes sobre qué compromisos son lícitos y
cuáles son iilícitos tratándose de la relación del cristiano con el
mundo. Pero ahora, en lo potrero de su vida, lo único que les une más
allá de sus diferencias es un perfil común de fracaso: el cristianismo
en Alemania está en bancarrota espiritual.
(Markus Gunther, “Diaspora Deutschland” , Frankfurter
Allgemeine Zeitung , 29 de diciembre 2014; la traducción inglesa de la
cita es nuestra) [El blog la ha traducido apresuradamente al castellano]
Estas son las palabras claras y sinceras de un periodista sobre los frutos del moderno “catolicismo”: el cristianismo en Alemania – y en prácticamente todos los países de Europa – está en bancarrota espiritual. ¡Es verdad!
¿Cómo
sucedió esto? Dado que el autor sólo se limita a describir el efecto y
no la causa del problema, nos gustaría exponer lo que falta al artículo
para identificar lo que está en el origen de la bancarrota espiritual
contemporánea “del catolicismo”. La causa de la incapacidad de la
religión del Novus Ordo para ser relevante al hombre moderno es precisamente su intento de ser relevante al hombre moderno. Antes
de discutir esto con mayor detalle, sin embargo, vamos a echar una
rápida ojeada a los dos protagonistas de la anécdota anterior, Kamphaus
y Ratzinger.
Franz Kamphaus, fue ordenado sacerdote en 1959, y más tarde se convirtió en el “obispo” ultra-liberal de Limburgo, nombrado por “San” Juan Pablo II , que tuvo que intervenir en algún momento anterior para remover la persistente negativa de Kamphaus ‘ en parar la emisión de certificados de asesoramiento a
las mujeres en una crisis de embarazo, sin la cual no hubieran podido
obtener legalmente el aborto. Kamphaus dejó su diócesis hecha un
desastre espiritual y teológico. En 2004, recibió y aceptó el Premio
Ignatz Bubis de la ciudad de Frankfurt, que se da a las personas que
encarnan los valores socio-políticos de Ignatz Bubis, ex jefe del
Consejo Central Judío de Alemania.
Joseph Ratzinger, alemán como Kamphaus, no necesita presentación, aunque sería útil señalar que ya en la década de 1950 – fue ordenado sacerdote en 1951 – Ratzinger estaba en la lista negra del Vaticano de las personas sospechosas de herejía. Durante el Concilio Vaticano II, del que fue un perito del cardenal Frings, algunos obispos franceses calificaron al joven modernista de “hereje que niega el infierno” .
Es
de destacar que el autor del artículo citado, Markus Gunther, trata de
precisar que los dos teólogos de la Nueva Iglesia – Kamphaus y
Ratzinger – estaban el uno contra el otro, como si los dos no hubieran
sido cortados por la misma tijera modernista. Sin embargo, la
caracterización explícita de Gunther Kamphaus como la contraparte
conservadora de Ratzinger’ es la que da aún más credibilidad a su
evaluación sobre la situación espiritual de Alemania, ya que muestra
claramente que no escribió el artículo sesgadamente a favor del
tradicionalismo católico.
El
principal vehículo o herramienta por el que los teólogos “católicos”
han tratado de hacer que la Iglesia y el Evangelio se adaptaran a la
modernidad es la llamada Nouvelle Theologie . La Nouvelle Theologie ,
o “Nueva Teología”, que apareció por primera vez en 1930 y tiene sus
raíces en la herejía del modernismo condenada en 1908, buscaron destruir
esencialmente la “vieja” (es decir, tradicional) teología católica y la
filosofía escolástica bajo el falso pretexto de “redescubrir” las
enseñanzas de los Padres de la Iglesia y de Santo Tomás de Aquino.
La
nueva teología ha sido un enemigo declarado de la reactivación
Neo-tomista comenzada bajo el Papa León XIII después de su última encíclica Aeterni Patris (1879) y
contrasta con las enseñanzas no sólo del Papa León, sino también con
las de Pío IX , y las de los sucesores de León XIII hasta llegar al
último Papa, Pío XII (m. 1958). Las obras de varios de los nuevos
teólogos fueron condenadas antes del Concilio Vaticano II y se pusieron
en el Índice de libros prohibidos (tal la de Chenu Une École de Théologie: Le Saulchoir ),
y algunos de sus autores fueron censurados o investigados por sospecha
de herejía (Ratzinger entre ellos también). Cómo estos hombres se
sometieron a la Iglesia puede verse en el ejemplo del Padre dominico
Yves Congar, después hecho “cardenal” por Juan Pablo II, quien al
parecer se orinó en las paredes del Santo Oficio del Vaticano para mostrar su desprecio por la Iglesia que lo censuraba.
La
Nueva Teología es la escuela predominante del pensamiento utilizado en
el Concilio Vaticano II para producir los 16 documentos que
proporcionan los fundamentos doctrinales y pastorales de la religión del
Novus Ordo. Se caracteriza por su desprecio por la escolástica y sus
conceptos filosóficos claramente definidos, caracterizándose ella por su
ambigüedad y vaguedad en los términos y declaraciones. Ella aprueba
y hace uso del método condenado histórico-crítico en sus análisis
teológicos. El hecho de que sea heredera del modernismo y también el
fundamento del Concilio Vaticano II no es negado por sus defensores más
conspicuos. Por ejemplo, el teólogo modernista Jurgen Mettepenningen
escribió un libro titulado Nouvelle Theologie – la Nueva Teología heredera del modernismo, precursora del Concilio Vaticano II . Aunque
él mismo es un firme defensor de esta escuela teológica destructiva,
Mettepenningen no tiene problemas en admitir los hechos históricos sobre
el origen, el desarrollo, y la condena de la Nouvelle Theologie .
Joseph
Ratzinger ha sido uno de los principales promotores mundiales de esta
nueva teología. La escandalosa declaración que hizo en aquel sermón,
sobre que ya no se puede hablar de una nueva edad comenzada con el
nacimiento de Cristo como era de salvación, es un producto directo de
esta escuela modernista de pensamiento. En su famosa obra de 1968 Introducción al cristianismo , que fue prohibida en la diócesis de Varsovia, Polonia por
el cardenal Wyszynski por ser una amenaza a la fe católica, Ratzinger
justifica la introducción de la nueva teología apelando a una analogía
esbozada por Harvey Cox, basada en una historia contada por el filósofo
danés protestante Soren Kierkegaard. Ratzinger escribe:
Según
esta historia un circo ambulante en Dinamarca se había incendiado. El
director envió inmediatamente al payaso, vestido y maquillado para su
actuación, al pueblo vecino para buscar ayuda, sobre todo porque había
peligro de que el fuego se extendiese a través de los campos de hierba
seca y llegara también al pueblo. El payaso se apresuró en llegar al
pueblo y pidió a los habitantes que viniesen lo más rápido posible al
circo en llamas para ayudar a apagar el fuego. Pero los aldeanos tomaron
los gritos del payaso simplemente por una excelente actuación
publicitaria para atraer al mayor número posible de personas a la
actuación del circo; aplaudieron al payaso y rieron hasta llorar. El
payaso se sentía con más ganas de llorar que de reír; trató en vano de
conseguir que la gente estuviera seria, para que comprendieran que no
era una farsa, sino que iba en serio, que realmente había un
incendio. Sus súplicas sólo aumentaban la risa; la gente pensaba que
estaba representando su papel espléndidamente – hasta que finalmente el
fuego llegó al pueblo, pero ya era demasiado tarde para pedir ayuda y
tanto el circo como el pueblo se incendiaron..
Cox
cita esta historia [en su libro de 1965 La ciudad secular ] como
analogía de la posición actual del teólogo y ve al teólogo como payaso
que no puede hacer que la gente realmente escuche su mensaje. En su
traje medieval, o en todo caso anticuado, simplemente no se le toma en
serio. Diga lo que diga, él es ignorado y se le clasifica, por así
decirlo, por su papel. Haga lo que haga en sus intentos por demostrar la
seriedad de la situación, la gente siempre sabe de antemano que es, de
hecho, solamente un payaso. Ellos ya están familiarizados con lo que
está hablando y saben que él sólo está actuando que lo que dice tiene
poco o nada que ver con la realidad. Así que se le puede escuchar
tranquilamente sin tener que tomar demasiado en serio lo que está
diciendo. Esta imagen contiene indudablemente un elemento de
verdad; refleja la realidad opresiva en la que están encarceladas la
teología y las discusiones teológicas en nuestro tiempo y la
incapacidad frustrante para ellas de romper los patrones aceptados de
pensamiento y expresión y hacer que la gente reconozca el objeto de la
teología como un aspecto serio de la vida humana.
(Joseph Ratzinger, Introducción al cristianismo , trans por JR Foster… [Nueva York: Herder y Herder, 1970], pp 15-16)
Así pues, aquí tenemos la justificación más habitual para rechazar la teología “vieja” y exponer la nueva: El hombre moderno vive en un nuevo paradigma intelectual, que es incompatible con la época, y por consiguiente es incapaz de llegar al hombre moderno, por lo que la teología tiene que hablar su lenguaje y adoptar sus conceptos, o de lo contrario lo perderemos.
Si
bien esto puede parecer, a primera vista, convincente al profano no
instruido, realmente es una idea muy peligrosa. El lenguaje y enfoque
de la Nueva Teología han sido empleados por la Nueva Iglesia del
Concilio Vaticano II, y ahora, cincuenta años después, los frutos son
patentes: la bancarrota espiritual. La legendaria “nueva primavera” no
se produjo; los “agoreros” denunciados con tanto desprecio por Juan
XXIII en su discurso de apertura del Concilio [ PDF aquí ]
resultaron estar en lo cierto. Como puede ver cualquiera que quiera
mirar, el Concilio ha sido un desastre absoluto (algunos jugosos
antecedentes en las batallas libradas en el concilio entre
tradicionalistas y modernistas pueden encontrarse en los diarios personales de Mons. Joseph Clifford Fenton ).
Aun
así, la justificación de Ratzinger para la nueva teología en la década
de 1960 no era una novedad. Es esencialmente el mismo error Nº 13
condenado por el Papa Pío IX en su famoso Syllabus, a saber: “El
método y los principios por los cuales los antiguos doctores
escolásticos cultivaron la teología ya no son adecuados a las exigencias
de nuestro tiempo y al progreso de las ciencias “(fuente ).
Aunque en 1864, el año en que el Syllabus fue
publicado, esta condena pudiera parecer a algunos como no justificada,
ahora, en 2015, la prueba está en lo que vemos: Después de 50 años de
reinar libremente la Nueva Teología durante y después del Concilio
Vaticano II, la sociedad cristiana se ha derrumbado, y la verdadera fe
católica de siglos anteriores está prácticamente extinta. Ratzinger es
uno de los hombres más responsables de esta apostasía masiva porque fue
algo más que un campeón de la Nueva Teología: Jugó un papel importante
en la redacción de los documentos del Concilio.
La
marea de la apostasía que se extendió por el mundo después del Vaticano
II se originó en gran medida por el propio Ratzinger y su teología. No
es de extrañar que él haya sido impotente para detenerla, incluso en el
país donde nació. Como Gunther dice más adelante en su artículo, a fin
de cuentas lo único que queda de una “renovación espiritual” en
Alemania después del reinado de ocho años del “Papa” Benedicto XVI es
un poco de orgullo nacional y algunas fotos hermosas – eso es todo .
Pero
¿Cómo pudo haber sucedido de otra manera? La Iglesia del Novus Ordo es
el mayor logro de la Nueva Teología. ¿Qué respuestas da al hombre
moderno que se puedan tomar en serio? Sólo una plétora de lugares
comunes sin fin y consignas gastadas sobre el amor, la dignidad, el
diálogo, la tolerancia, la paz, la fraternidad, la libertad y la
solidaridad – y ahora también “el encuentro” y “el cambio climático”
– en fin, nada que no pudieran decir las Naciones Unidas, la logia
masónica local o ser impresas en una propaganda de festejos. Pero si se
quiere alimentar la hambrienta alma moderna, ofreciendo soluciones
naturalistas relamidas bajo el barniz de la teología, simplemente no
funciona . El hombre moderno necesita más que una versión clerical de “We are the World”.
La
respuesta a los errores de la modernidad no se encuentran en la Nueva
Teología de los neo-modernistas sino en el neo-tomismo de la Iglesia
Católica, iniciado por el Papa León XIII, mandado por Pío X, y promovido
por Pío XI. Este último, en 1923, publicó la hermosa encíclica Studiorum Ducem ,
en la que resume y alaba el patrimonio filosófico y teológico de Santo
Tomás de Aquino y exhorta a todos los estudiantes a extraer de sus
enseñanzas la sabiduría necesaria para combatir las enfermedades
espirituales e intelectuales de nuestros tiempos. Su Santidad concluye: “Por tanto, es claro por qué los modernistas explican que ningún doctor de la Iglesia debe ser tan temido como Tomás de Aquino “(Papa Pío XI, Encíclica Studiorum Ducem , n. 27).
Es
cierto, que al igual que hoy, hubo anteriormente muchos que se oponían a
la Iglesia católica y a su doctrina, antes del Concilio Vaticano
II. Hubo quienes odiaban a la Iglesia; esto está fuera de toda
duda. Pero a pesar de que muchos la rechazaban y la detestaban, todos
la tomaban en serio. Esto se debe a la magnífica institución que era la
Iglesia Católica, con su venerable historia de 2.000 años de edad, su
enseñanza inmutable, sus innumerables santos y heroicos mártires, su
tenacidad inquebrantable en su oposición a cada error mundano, su
esplendor litúrgico majestuoso y sublime, y sus desafíos a todo poder
mundano que se le enfrentara, imponía respeto y admiración. Ella no era
como el mundo y no se doblegaba ante él; ella prefirió perder
prácticamente toda la jerarquía en el cisma Inglés antes que conceder
una nulidad falsa al rey Enrique VIII. Quienes no estaban de acuerdo
con la Iglesia, sin embargo, la tomaban en serio.
¿Y
ahora qué? La Iglesia del Vaticano II es una casa de locos con una
teología que se tambalea al borde de la pérdida total de sentido y de
la insignificancia, teniendo al mando de ella un necio que divulga
tonterías como el “dios de las sorpresas” y denuncia el “terrorismo de
los chismes.” Todo esto es una broma, conocida profundamente por
todos. ¿Qué llevó a todo esto? El intento de ser algo importante para el
hombre moderno, la capitulación frente a la modernidad – es lo que ha
llevado a esto. Una institución que cambia con los caprichos de la época
y tiene miedo de ofender a sus enemigos no está segura de sí misma y no
vale la pena tomarla en serio. Sin duda con todo esto, se muestra como
si no fuera de origen divino, porque Dios es el mismo ayer, hoy y
siempre (Heb. 13: 8).
Para
el profano común, tal vez la mejor respuesta a la falsa teología del
Concilio Vaticano II y a la Iglesia Modernista que comenzó con él, se
encuentra en un libro pequeño y práctico llamado El liberalismo es pecado Esta
obra, escrita por el sacerdote español Don Félix Sardá y Salvany en
1886, fue detalladamente examinada por la Sagrada Congregación del
Índice del Vaticano, y avalada y recomendada absolutamente. Aunque
escrito en el siglo 19, el liberalismo es pecado [Se puede descargar en su versión original castellana en este enlace]
y sigue siendo importante hoy como ayer; se lee como si hubiera sido
escrito específicamente para nuestros tiempos. El autor refuta
magistralmente los perniciosos errores de los modernistas y desenmascara
las tácticas engañosas y las excusas utilizadas por ellos para avanzar
en sus falsos principios e ideas. La recomendamos encarecidamente.
El
alma del hombre moderno se muere de hambre. Sus avances en tecnología,
en ciencias y en medicina sólo son comparables y superados por su
torpeza filosófica, teológica y espiritual. La Edad Oscura es la de ahora. La
Secta del Novus Ordo no puede nutrir al hombre moderno con el
alimento espiritual de la verdadera doctrina, de la recta moral, y con
la gracia santificante, porque no puede dar lo que no tiene.
Ahora
estamos entrando en la época en que la Iglesia Modernista tiene que
enfrentarse a las consecuencias inevitables de su propia apostasía:
Siendo insignificante no puede producir frutos espirituales, por lo que
está para morir (cf. Jn 15, 6; Romanos 6:23). Que el Señor apresure el
día en que la verdadera Iglesia Católica finalmente pueda librarse del
eclipse causado por la anti-iglesia modernista desde la elección de “papa” Juan XXIII .
La realidad: La Iglesia Católica frente a los errores de la Modernidad
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