martes, 23 de septiembre de 2014

OTRAS PLUMAS: SOFRONIO: PAPA BUENO – PAPA MALO RATZINGER Y BERGOGLIO SON LA MISMA COSA

OTRAS PLUMAS: SOFRONIO: PAPA BUENO – PAPA MALO


RATZINGER Y BERGOGLIO SON LA MISMA COSA

PAPA BUENO – PAPA MALO


Hablábamos ‘ayer’ sobre las soluciones Kasper&Müller para el próximo Sínodo. Sorprendidos estamos hoy del despertar vocinglero de las bellas durmientes que, tras medio siglo complacidos en sus sueños de vírgenes bobas, sólo  han emitido ronquidos contra los ‘profetas de calamidades’ -expresión del ‘papa bueno’ contra los santos fieles del presente-. Ningún bello príncipe las despertó de su tumba, que no lecho, pero el ruido de un terremoto ha producido el milagro de ver,  al fin, sus feos bostezos, tras los cuales se quieren entender unos serviles balbuceos en el medio de sus corrales y en algún que otro elevado aseladero sito en los gallineros, como si dijeran: “¡Váyase Sr. Bergoglio, váyase ya,  y que vuelva Ratzinger ¡”
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En esta rebelión en la granja observamos a una variada fauna: perseguidores de la Misa tridentina; empedernidos juanpablistas; muchos profesionales de la lisonja y el halago,; especialistas del “respeto humano”; 
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Algún que otros perito en la diplomacia del ascenso; técnicos en la coyunda con el mundo; tibios hasta el hartazgo; funcionarios de la pastoral de laboratorio; evangelizadores de despacho; chaqueteros muchos; aspirantes al solideo, y hasta algún eterno candidato al capelo; y ahora, incluso, lo nunca visto: cinco cardenales capitaneados por el heterodoxo Müller que, a buena hora, simulan sacar los pies del tiesto, eso sí,  todos expertos, unos más y otros menos,  en esquivar la Cruz. Al fin y al cabo, cosas veredes Sancho, todos unidos para imitar el gesto de Caifás rasgándose las vestiduras ¿Por qué ahora y no antaño? Pues a causa de que Bergoglio parece que apoya la “teología de rodillas” de Kasper para dar la comunión a los divorciados vueltos a casar. Esta es la parte del corral que prefiere el divorcio católico en cantidades industriales de Müller; tampoco les importa que éste sea tan hereje o más que Kasper; en medio siglo sólo han podido demostrar que, sobre la cuestión de la Fe católica, únicamente tienen interés en hostigar a los que la defienden.
Fantasean, mientras que se desemperezan de su prolongado letargo, con que Ratzinger acabaría de raíz, de un plumazo,  ipso facto,  con la posibilidad de que el Sínodo próximo abra la puerta a la comunión de los divorciados vueltos a ‘casar’; aún no quieren darse cuenta que el conservadurismo de Ratzinger es un bien vendido espejismo. Ciertamente, o son perezosos, o ignorantes, o víctimas del vicio de la obediencia servil, que les ha calado hasta los tuétanos ¿Qué piensa Ratzinger sobre esa cuestión? ¿Se han preocupado alguna vez en su vida de leer sus escritos en lugar de escuchar a los voceros de Benedicto XVI o a sus anticipados y precipitados hagiógrafos, todos expertos en publicidad y en esconder la realidad? No, la mayoría ¿O habiéndolos leído, guardaron silencio? Sí, una minoría; hace tiempo que dejaron de tener la libertad cristiana, hace décadas que sucumbieron y son ya incapaces, salvo milagro de Nuestro Señor Jesucristo, de entender en qué consiste la virtud de la obediencia. Están en las antípodas de San Agustín y Santo Tomás, razón por la que odian sus obras, ni a estas alturas las entienden.
Lo que piensa Bergoglio ya lo sabemos: “¿Quién soy yo para juzgar?”. Dirá el porteño, venido en  inquilino de Santa Marta: “aplíquese la misericordina”; es decir, “muchachos no sean duros, sean misericordiosos y buenos, denle la comunión a esos chicos arrejuntados”; luego, ya vendrán los voceros detrás para engañar a los que no aman la verdad diciéndoles “Bergoglio no dijo que se rían de los peces de colores, sino ‘carcajéense de los policromados animales escamados que pueblan el líquido elemento’”; ante lo cual las vírgenes nada diligentes aullarán :“¿Ves? No ha dicho que se rían de los peces de colores (que no se tomen nada en serio); luego de ninguna manera se le puede llamar hereje a Bergoglio hasta que literalmente lo diga; entiéndase en el contexto”.
De lo que piensa el “papa” emérito sobre el tema nada parece saberse con nitidez, ni es ahora muy importante conocerlo, ya que ni es papa ni emérito. Lo crucial es saber qué pensaba antes, como Ratzinger, cuando tenía responsabilidad en la Iglesia.
Aquí empiezan las sorpresas; esto es, cuando uno deja de leer a las web serviles, a los competitivos ejecutivos corifeos, a los empedernidos idólatras del papa conciliar de turno y comienza a estudiar en las fuentes mismas; es decir, a leer los textos de puño y letra de Ratzinger y no los eslóganes de las “bienpagás” agencias de noticias autodicentes católicas y de sus caciques provincianos, como lo son  en nuestro triste nación, antaño luz de Trento y capitana de la mayor gesta evangelizadora,  Religión en Libertad, Infocatólica…; perennes equilibristas del elogio al poder eclesial de cada momento:  Ayer de Rouco, antaño de Blázquez,  en el presente de Osoro, mañana del que fuere y aún del mismo Lutero redivivo si le hicieran arzobispo de Madrid o simplemente alcalde. Jamás se les oirá decir que el Rey está desnudo.
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 Corría el año 1969, cuando la revista francesa  Informations Internationales Catholiques (n 336 . 15 de mayo , 1969, p. 9), informó en breve reseña de los 30 teólogos elegidos por Pablo VI para la Comisión Teológica Internacional. Entre ellos estaban varios  bajo sospecha de herejía por el Santo Oficio; eran más conocidos por entonces, entre los sospechosos de heterodoxia,  Yves Congar, Henri de Lubac, Karl Rahner y Hans Urs von Balthasar. Por otra parte, este asunto es de sobra sabido. Pero lo silenciado y que ahora nos interesa, a los efectos de este artículo, es la nota que dicha revista sacó sobre Ratzinger, que dice, según copio y traduzco:
 “Joseph RATZINGER : alemán, de 45 años; la teología dogmática, el ecumenismo; previamente sospechoso por el Santo Oficio ( Naguère suspecte par le Saint-Office) ; miembro de la Comisión de Fe y Ecumenismo; destacada labor en colaboración con Karl Rahner; Primacía y episcopado.”
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Cuatro años más tarde Ratzinger publicó un libro en alemán con el título Ehe und Ehescheidung: Diskussion unter Christen [Matrimonio y Divorcio: Una discusión entre los cristianos], en el que abordó la cuestión de la comunión de los divorciados vueltos a casar. He aquí sus conclusiones, es decir, las soluciones que él aporta a este asunto, en el capítulo “Sobre el problema de la indisolubilidad del matrimonio”:
La excepción de dar la comunión a los divorciados vueltos a casar no puede  “poner en cuestión la forma fundamental [del sacramento del matrimonio] de la que vive la Iglesia”. En efecto, Ratzinger sí admite la excepción y que, por lo tanto, puede haber adúlteros públicos que puedan recibir la comunión, sin que esa práctica signifique que la Iglesia modifique su doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio. ¿Cómo puede ser una cosa y no ser a la vez? ¿No fulmina su posición el primer principio de la inteligencia, según el cual ‘lo que es y lo que no es no es’ o también “el bien es el bien y el mal es el mal”? Esto es fruto del gran  prestigiador Ratzinger con su  dialéctica hegeliana, contraria a santo Tomás.
Propone el profesor tres normas para dar la comunión a lo adúlteros públicos, que son:
A.- Para que los adúlteros puedan recibir la comunión, el primer matrimonio  (y único válido sacramental) debe haber roto “hace mucho tiempo y de una manera irreparable para ambas partes”.
B.- Para que los adúlteros puedan recibir la comunión, además, la segunda unión (adúltera) se “ha evidenciado a lo largo de un período largo de tiempo como una realidad moral [ sic ] y que esté transida del espíritu de fe [ sic ], sobre todo en la educación de los niños (de modo que la destrucción de este segundo matrimonio [ sic ] destruiría un importante bien moral [ sic ] y causaría un daño moral) “.
Dejemos que lo explique Ratzinger:
Cuando un primer matrimonio se rompió hace mucho tiempo y de una manera mutuamente irreparable, y donde, por el contrario, un [nuevo] matrimonio, que en consecuencia, … ha demostrado a lo largo de un período más largo como una realidad moral y se ha llenado con el espíritu de la fe, sobre todo en la educación de los niños (de modo que la destrucción de este segundo matrimonio destruiría una grandeza moral y causaría daño moral), debe concederse la posibilidad, de una manera no-judicial, basado en el testimonio de los miembros, del pastor y de la iglesia, de la admisión a la comunión de las personas que viven en un segundo matrimonio ... Tal arreglo me parece a mí, por  dos razones, estar de acuerdo con la tradición (1):
1ª- Debemos recordar enfáticamente el margen de discrecionalidad que se construye en cada proceso de anulación…Esta discreción y las desigualdades que inevitablemente vienen de la situación educativa de los afectados y de sus posibilidades financieras deben advertir en contra de la idea de que la justicia puede de esta manera ser perfectamente satisfecha… [ si ponemos] por encima de todo los criterios formales ([ habiendo] errores formales o la omisión consciente de la forma eclesiástica), de este modo recibirían[los criterios formales] una preponderancia que lleva a injusticias. El proceso de anulación ofrece un conjunto concreto de criterios para determinar que las normas de la unión entre los creyentes no son aplicables a un matrimonio en particular. Pero no agota el problema y por lo tanto no se puede afirmar que la estricta exclusividad que tenía que ser atribuido a él bajo el reinado de una cierta forma de pensamiento.
2ª.- El requisito de que en un segundo matrimonio han demostrado durante mucho tiempo  una grandeza moral y  han vivido en el espíritu de fe, de hecho, se corresponde con el tipo de tolerancia que es palpable en Basilea [N. editada por nosotros: está haciendo uso de las complicadas circunstancias traídas por los paganos, algunos eran polígamos antes de su comnversión, que se convertían al cristianismo, con la pretensión de introducir el sofisma de que los fieles que han recibido el sacramento del matrimonio estarían en semejante condición], donde después de que se conceda una comunión, tras larga penitencia a la “Digamus” (= el que vive en un segundo matrimonio) sin romper el segundo matrimonio: en la confianza en la misericordia de Dios, que no deja la penitencia sin respuesta.
C.-Para que los adúlteros puedan recibir la comunión, en tercer lugar, tienen que tener la aprobación del  “pastor de la iglesia”, con “una forma no judicial”. Es decir, dependerá de la misercordina de cada sacerdote y de la capacidad sensiblera de la comunidad.
Por una parte, las razones que da Ratzinger para dar la comunión a los divorciados vueltos a casar en ciertas circunstancias, lo cual se convertirá en un coladero igual que, por ejemplo, los indultos para dar la comunión en la mano, están condenadas por la Iglesia con nota de herejía, pues son las mismas por las que recae el anatema lanzado contra Jansenio; pena que sobreviene sobre la misma cabeza del profesor alemán. Ratzinger está afirmando la imposibilidad moral, en la práctica,  de cumplir los mandamientos. Su fundamento de garantizar la comunión a los adúlteros y por ende,  la desobediencia a los mandamientos de Dios es el siguiente:  “Si en los segundos matrimonios hay obligaciones morales para con los hijos, con la familia, y  también con la mujer han surgido, y no existen compromisos similares del primer matrimonio, y si por lo tanto, por razones morales el abandono del segundo matrimonio es inadmisible, y [si] por otra parte, en la práctica la abstinencia … no presenta ninguna posibilidad real (magnorum est), la apertura de la comunidad a la comunión después de un período de prueba parece ser nada menos que justa y estar en plena consonancia con la tradición de la Iglesia: La concesión de comunión no puede aquí depender de un acto que es….prácticamente imposible“.
Por otra parte, si cambiamos de tercio, es decir, si en vez de referirnos al sexto mandamiento de la Ley de Dios, nos trasladamos a cualquier otro, por ejemplo, al séptimo, el argumento de Ratzinger además de impío les parecería ridículo incluso a sus más fervientes adoradores. Pongamos un ejemplo. Un sujeto hace una fortuna estafando las cantidades que debe pagar cada mes por la seguridad social de sus trabajadores durante años. De ello vive opíparamente durante el resto de su vida; ya con canas en las sienes empieza pensar en el más allá, quizá sólo le queden 15 o 20 años, y quiere ponerse a bien con Dios y comulgar. Hace 10 años que el sujeto cerró la empresa y, por lo tanto, no ha vuelto a estafar a nadie la seguridad social, pero no está dispuesto a restituir (pecó contra la justicia) lo que robó a sus trabajadores, sino que, con lo que aún le queda, pretende seguir el resto de vida que le quede sin privaciones, pero comulgando. Para Ratzinger, este señor tendría razones morales, seguramente habrá adquirido compromisos dado su elevado y acostumbrado ‘tren de vida’, y prácticamente la teórica restitución no presenta ninguna posibilidad real (magnorum est) de hacer el sacrificio de vivir modestamente y devolver todo lo que pueda para que sea perdonado en el Tribunal de Dios. Esta es, en esencia, la razón de Ratzinger, olvidándose el hegeliano profesor entre otras cosas, que el adulterio es también un pecado contra la justicia, porque se quita lo que se debe al cónyuge por el contrato indisoluble para entregarlo a un tercero. El pecado es doble, o triple si la nueva pareja de adúlteros fueran ambos divorciados. La prueba de que no hay arrepentimiento, contrición, o al menos atrición, es que no están dispuestos a salir del pecado; luego Dios no les da el perdón; y quien come y bebe el Cuerpo y la Sangre de Señor sin estar en gracia santificante, como y bebe su propia condenación; seguir a Ratzinger es ir camino del infierno.
En efecto, Ratzinger cae  en la herejía jansenista al admitir que al divorciado le es imposible la abstinencia en la práctica, Contra Ratzinger habla infaliblemente la Iglesia, diciendo: ‘Nadie puede hacer uso de aquella opinión temeraria y anatematizada por los santos Padres de que el cumplimiento de los preceptos de Dios es imposible para el hombre justificado. Puesto que Dios no manda imposibles, sino que mandando te exhorta no sólo a que hagas lo que puedas, sino también a que pidas lo que no puedas , y te ayuda para que puedas.. Y esta misma doctrina ha sido confirmada en la condenación de la herejía jansenista, que se atrevió a blasfemar de la bondad de Dios de esta manera: Hay algunos preceptos de Dios que los hombres justos, aun queriendo y afanándose, dadas las fuerzas actuales de las que disponen, no pueden cumplir; les falta también la gracia, con que se hagan posibles`”( Castii connubis Pío XI). Exactamente eso está diciendo Ratzinger; es decir, que incluso esforzándose no pueden cumplir los que, por desgracia, se han divorciado, con el precepto de Dios sobre la continencia.
Cabe,  pues, preguntarse ¿no es la misma cosa lo que dicen Bergoglio/Kasper y Ratzinger? O mejor ¿Acaso no será Bergoglio, por más joven, un discípulo fiel, aunque más tosco y basto, de Ratzinger? En efecto, así es, vírgenes bobitas. Las diferencias entrambos  sólo se encuentran en la dosis suministrada de misericordina; al enfermo leve un poco; al crónico grave dos a tres grageas; al crónico y moribundo, abundante y generosa y si necesario fuese, cortar el nudo gordiano sin dudarlo. Los fieles “católicos” están hoy, la mayoría, agonizando: demasiados ‘católicos’ viviendo en adulterio; unos con la mujer del prójimo, grave; los más fornicando con los falsos dioses de las religiones en Asís o en las catedrales del mundo, peor aún, mucho peor. Pero el principio es el mismo, aunque la situación, es cierto, ha empeorado. Ergo, apliquemos el remedio de Ratzinger, parecen decir Bergoglio y Kasper ¿para qué molestarnos en inventar otro?; eso sí, en mayor cantidad, el frasco entero, cortemos por lo sano, sobran hojas a los Evangelios, tapemos la boca a ese radical de llamado san Pablo, parece decir el inquilino de Santa Marta; total, cómo cualquier “pastor de la iglesia” es el que, al final, decide con “una forma no judicial”, según la casuística jesuítica bien amada por Ratzinger y adorada del que en sus entrañas mismas la porta, suponemos que desde el seminario, el jesuita D. Jorge Mario Bergoglio, aderezado todo, cómo no, con la sensiblería empalagosa de los fieles ‘comprometidos’; no será problema del Papa, pues, sino de los malos obispos y sacerdotes.
Tras esto ¿seguirán repitiendo la segunda parte del estribillo “¿¡Que vuelva Ratzinger!?” Por desgracia, me temo, que seguirán la siesta que ya dura cincuenta años. No les parecerá terremoto, sino leve estornudo “¡No era para tanto!” Dirán, en efecto, los que tragan todo, que cansados de esperar al Esposo, volverán a los brazos de Morfeo.
Cuando vi, hace muchos años la famosa película “El bueno, el feo y el malo” siempre tuve claro quién era el feo, pero aún hoy en día, luego de haberla visto alguna que otra vez,  no sabría decir entre los otros dos cuál era el bueno; algo semejante me ocurre al meditar sobre Ratzinger y Bergoglio ¿Y a usted? Pues, para mí tengo que, tanto con Ratzinger como con Bergoglio la comunión a los adúlteros públicos será, Dios no lo quiera, un hecho contra las mismas palabras de Cristo Jesús, vida nuestra.
Sofronio
Notas:
(1)    El texto original de Ratzinger en inglés se puede consultar aquí. Para quien no conozca el idioma el traductor de google le ayudará, aunque no de forma notable, si suficiente. Las citas están tomadas del título IV. Conclusions; casi al final de la página.
Original aquí