lunes, 25 de diciembre de 2017

Apunte sobre el pensamiento modernista de Jorge Bergoglio

 

ADELANTE LA FE

Apunte sobre el pensamiento modernista de Jorge Bergoglio




El Sumo Pontífice tiene el “deber de anunciar a todos el Evangelio de Dios”, “mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles”, confirmar en la fe y proteger a la Iglesia “de las desviaciones y de los fallos”, así como garantizar la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está dirigido a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en La Verdad (CIC, 882 y ss.). 
Esbozo sobre algunos criterios filosófico-teológico modernistas 
Ante el ataque de La Modernidad a la Iglesia Católica, los papas han intentado –aunque de forma discontinua- restaurar la escolástica como instrumento exegético y hermenéutico con el cual reafirmar y fijar doctrina, así como plasmarla magisterialmente e irradiarla mediante la pastoral. Después de la segunda guerra mundial este programa ha venido padeciendo ataques de diversas corrientes filosófico-teológicas que han tenido como fin romper la unidad doctrina-magisterio-pastoral y subvertir la fe de la Iglesia.
Para alcanzar el citado fin se han utilizado diversidad de acciones, entre las que destaco tres:

  • subversión del lenguaje con el que habla la Iglesia acerca de la doctrina, la enseña y la pone en práctica.
  • subversión de los métodos de análisis, interpretación y explicación (exégesis y hermenéutica).
  • elaboración de una nueva teología.
Estas acciones deberían converger en el objetivo de lanzar a la basura la escolástica y a Santo Tomás de Aquino. Por ejemplo:
En el campo del lenguaje[1]: se consideró que lo importante no es decir sino mostrar cada cosa o realidad concreta y sólo entonces el lenguaje (palabras, conceptos, Cristo como la Palabra) toma significado y sentido. Por lo tanto, sólo podemos hablar de la realidad de cada cosa o situación y no de las ideas. Esto lleva a un choque entre la realidad y la idea o trascendente, que se resuelve partiendo de la realidad o “caso concreto” desde donde configurar y dar sentido a la Idea, a lo trascendente, a lo místico. Por lo tanto, era necesario que el lenguaje fuese pragmático.
De ahí que Söhngen pudiera sostener que la verdad del cristianismo no es la verdad de una idea de validez universal, sino la verdad de un hecho excepcional. Esto es, lo que debería importar es el hecho (el caso concreto) no la Idea. Por lo tanto, la Iglesia ya no debería hablar de la verdad metafísica y de las verdades objetivas sino de las verdades históricas en el tiempo mediante los hechos concretos.
Se consideró que ya no era posible hablar de Dios ni del cristianismo (catolicismo) desde la doctrina “tradicional”, porque los hechos y situaciones concretas eran las auténticas realidades de las que se podía hablar. Esto es, si se podía decir algo de Dios-Jesucristo o de la Iglesia, era mediante el “caso concreto”. Es decir, la doctrina y el magisterio debían ser interpretables y explicables en tanto en cuanto se adaptasen a las situaciones concretas, es decir: moral de situación.
Por lo tanto, los principios del pragmatismo y la subjetividad de la conciencia individual -con la que analizar las realidades concretas- son los que deberían dar el enfoque-interpretación adecuado a la Idea, mediante un “lenguaje líquido”[2].
En consecuencia, por un lado, queda demolida la metafísica y todo el armazón lingüístico y conceptual tomista[3]. De otro lado, ya tenemos construida y asentada una nueva teología alternativa, que bien pronto iba a sustituir a la teología tradicional tomista: la teología práctico-crítica o teología de la praxis[4].
A partir de ese momento ya se podría hacer exégesis y hermenéutica teológica sobre el existir humano -individual y colectivamente- desde las ciencias sociales y experimentales. El discurso se elaboraría en base al dato psicológico y sociológico, económico y demográfico o histórico, tanto por lo que respecta a los individuos como a la colectividad. La máxima expresión de este sistema fue la teología de la liberación.
Además de las incrustaciones de pensamiento marxistas, la teología de la liberación parte de la suposición de que la experiencia personal y colectiva es teología hecha experiencia que lleva hacia la Idea (aunque ésta nunca es alcanzable, por ello es sólo un “ideal”).
Esto es, habría que partir de la persona, del grupo, de la sociedad, del pueblo en acción inculturada para ir hacia la Idea. De tal manera que cada cual puede tener su camino inculturado hacia la Idea. Camino que es el que Dios mismo reclama y no otro[5]. En consecuencia, sería posible decir, con seguridad moral, que el camino de cada persona y pueblo es la concreción de la entrega que cada persona o pueblo puede realizar a Dios –no más- por lo que, viviendo en pecado, se podría se estar cumpliendo la voluntad de Dios y se estaría en una vida de gracia[6].
Es así como se podría decir que las personas y colectivos podrían quedar liberados del pecado[7]. Esto a pesar de que las situaciones no respondiesen objetivamente a la doctrina o al magisterio del -llamado despectivamente- eclesiocentrismo[8].
Llegados a este punto se ha conseguido la “liberación de la teología” de “modelos encasillados”, endurecidos, limitados y alejados de la realidad (en referencia a la doctrina, los puntos de fe católica)[9].
Una de las corrientes que más trabajó para la irradiación y popularización de estas ideas fue la Nouvelle Teologíe[10].
Estos son, esencialmente, los criterios filosófico-teológico del modernismo desde la década de 1950 hasta el presente, llegando a configurar una propuesta teológica que actualmente domina en muchas de las estructuras rectoras de la Iglesia actual. Estas ideas han sido esquematizadas en cuatro “principios” básicos: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte. Jorge M. Bergoglio hizo suyos estos “principios” ya cuando era estudiante en Alemania -Universidad de Sankt Georg y el Instituto Goethe- y sobre ellos ha basado su pontificado[11].
Notas sobre dos “principios” del pensamiento de “bergoliano”
De las cuatro hipótesis -llamadas “principios”- voy a centrarme en dos: “el tiempo es superior al espacio” y “la realidad es más importante que la idea”. Los dos enunciados están vinculados.
Estas dos hipótesis tienen un planteamiento de partida: cuando entran en conflicto los ideales con nuestras limitaciones y realidades ¿a qué debemos dar prioridad? La respuesta del modernismo es muy clara: tenemos que partir de nuestras realidades y limitaciones pero sin renunciar a los ideales. Entonces ¿Cómo conjugar límites y realidad con ideales? Mediante el “tiempo” que –se da por incuestionable- supera al “espacio”[12]. Esta premisa da asiento a grandes y pequeños documentos del actual pontificado: encíclicas –Lumen Fidei, Laudato sí– exhortaciones apostólicas –Evangelii gaudium, Amoris laetitia-, además de discursos, homilías, mensajes, cartas, notas de prensa.
En cuanto a la primera hipótesis, “el tiempo es superior al espacio”[13].
El concepto de “tiempo” utilizado por la teología modernista y en los documentos pontificios actuales, rompe con la tradición filosófico-teológica greco-romana y de los santos Padres de la Iglesia. Ni siquiera encaja con el concepto semítico.
El “tiempo” es visto como un indeterminado cuya característica intrínseca sería desplegar una “línea de posibilidades abiertas”, las cuales se desarrollarían en un proceso histórico personal y comunal[14]. Y aquí tenemos dos nociones: el de historia y el de proceso.
La “historia” sería un conjunto de coordenadas temporales y espaciales, donde la coordenada temporal es superior a la espacial porque desde ella se podrían establecer cadenas de “inclusiones” a la hora de recorrer el eje espacial. Así, el tiempo surcaría el espacio. Por su parte, el “proceso” sería el camino de desarrollo de las posibilidades “personales” dentro de las “comunales”.
De tal manera que el objetivo ya no sería “ser perfectos” (Mt. 5, 48) sino el constante movimiento en el tiempo. Por lo tanto, la Iglesia debería acompañar esas “posibilidades abiertas” en el devenir concreto de cada persona y comunidad.
En todo esto, ¿dónde queda Cristo? ¿dónde queda la Ley Divina? Cristo y la Ley serían un “mito” o “ideal” que se busca a lo largo del tiempo. Independientemente de si se alcanza o no, “el mito – el ideal” homogeniza el eje temporal atravesando espacios. “El mito – el ideal” queda convertido –es sólo- el hilo conductor del devenir humano en un continuo movimiento-tiempo. De tal manera, “el mito – el ideal” se convierte en un límite inalcanzable o concepto utópico[15].
Qué lejos están estos planteamientos de la enseñanza permanente de la Iglesia desde la filosofía aristotélica y la teología tomista. Siguiendo la tradición teológica de la Iglesia, y de forma muy esquemática: el espacio y tiempo es una sola magnitud. Actualmente lo conocemos como “espacio-tiempo”.
El espacio-tiempo es la medida del movimiento y es donde éste se desarrolla. El ser tiene existencia real en el tiempo porque ocupa un espacio. Es decir, el ser existe en el tiempo porque se mueve en el espacio. Todas las cosas están en el tiempo en cuanto a duración de la existencia y en el espacio en cuanto a la amplitud de la presencia del ser.
Ahora pongamos esto en relación a Dios. La Iglesia enseña que Dios es a la vez omnipotente, omnisciente y omnipresente[16]. Esto es, Dios ocupa todo el espacio-tiempo y, a la vez, no está contenido en él. La magnitud espacio-tiempo queda superada por el Ser. Aquí nos encontramos con la eternidad[17]. En la eternidad nos hallamos ante la Perfección.
La naturaleza del hombre está hecha para la perfección y así era antes del pecado original. Por lo tanto, es mandato de Cristo buscar la perfección. Pero la teología modernista considera el concepto de perfección como algo “cerrado” porque -según esta teología- no puede expresar la naturaleza real empírica la persona humana. Por ello la perfección es considerada sólo como un ideal fuera de la realidad.
Si aceptásemos este planteamiento ¿qué le queda al ser humano? Conformarse con su realidad diaria, con sus concupiscencias cotidianas porque es lo único que las personas pueden dar a Dios en cada circunstancia. Así llegamos a la muerte de la Esperanza. Si aceptamos vivir este tipo de vida lo único que quedaría sería acogernos a la Misericordia de Dios pero rechazando su Justicia[18].
Aquí entra de lleno la segunda hipótesis, “la realidad es más importante que la idea”. La filosofía-teología modernista viene a decirnos que existe una tensión bipolar entre la realidad y la idea. Dicha tensión es resuelta con la imposición de la primera sobre la segunda.
Los modernistas sostienen que de la realidad material se hace el auténtico “ser”: El “aquí” de mi cuerpo y el “ahora” de mi existencia. Estos son los focos de atención, “lo real” de mi existencia y de mi conciencia. No hay más. Pero esta realidad es al mismo tiempo imperfección, “heridas”, se dice ahora[19].
Así, se propone una -falsa- solución a las “heridas” en base a dos cabos a los que agarrarse:
Uno, aceptar la situación, vivir nuestra “realidad herida”, concupiscente. ¿Cómo? Desde luego no mediante la Idea[20]. Más bien guiándonos de la conciencia personal, convertida en reina y señora de la valoración moral sobre nuestra “vida herida”. Dos, incardinar, contextualizar, inculturar la vida personal “herida” en el conjunto sociocultural sintiéndonos, así, acompañados en nuestras “heridas”. Vamos, “Cultura del encuentro” –dicen ahora- que conecta, une y suma[21].
Vuelvo a repetir, qué lejos están estos planteamientos de la enseñanza permanente de la Iglesia y su tradición teológica. De forma muy esquemática;
La Idea, Dios, es, la primera y absoluta realidad, causa total de todo lo existente. De Él derivan todas las realidades humanas. Nos ha hecho capaces de percibir, por nuestro entendimiento, la Idea como lo auténticamente real y objetivo. Cada criatura de las que constituyen el Universo está convenientemente ordenada a cooperar y participar de la Perfección. Y es mandato de Cristo. Conformarse con nuestras vidas heridas, no buscar vivir conforme a la Idea es vivir en pecado, cooperar con el pecado, colaborar con la acción de Satanás en nuestra vida y en el mundo.
El hombre tiene un fin sobrenatural, y debe conseguirlo con su actividad diaria pero llevada en conformidad con la Ley de Dios mediante la Gracia: los dones gratuitos que Dios nos hace de su vida, infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma, para sanarla del pecado y santificarla, y hacernos –ya en esta vida- conforme a Cristo. Y nos llega en -y a través- de la Iglesia, su Cuerpo y, por ello, por medio de la palabra de Dios, de la Santa Misa y de los Sacramentos.
Por lo tanto, es posible vivir en disposición estable de gracia -Estado de Gracia- que perfecciona al alma y, por la infusión de las virtudes, ser capaces de vivir con Dios y obrar por y según su amor.
Puntos de reflexión final 
He reseñado los cuatro criterios que condensan los ejes básicos de la actual teología modernista, dando atención a dos de ellos.
Son cuatro criterios a partir de los cuales Bergoglio levanta su inacabada tesis doctoral y, a pesar de todo, ha encumbrado a categoría de “principios”, sobre los cuales ha basado y desarrolla su acción magisterial y pastoral.
No está demostrada la verificación filosófico-teológica de tales criterios. Por lo que no pasan de ser hipótesis o postulados. Es más, estos criterios contradicen la teología perenne de la Iglesia desde los primeros santos Padres.
No son criterios de toda la Iglesia universal sino solo de un grupo teológico, que encuadro bajo el nombre de “modernista”.
En consecuencia, no me parece adecuado que Bergoglio, al asumir el Ministerio Petrino, tomase las referidas cuatro hipótesis -no demostradas- como base de todo un pontificado; Que afirme -ya desde antes de ser papa- que son “criterios seguros” para desde ellos impartir doctrina, magisterio y pastoral; Que sobre ellos dirija la Iglesia Católica e, incluso, que desde el círculo modernista se pretenda imponer tales criterios a toda la Iglesia.
El Papa es un ministerio que está por encima de la persona, superándolo. Está encarnado, en cada momento, en una persona concreta, pero supera a la persona. El Papa, en la persona que corresponda en cada momento, es uno con Pedro en Cristo. De tal manera que sus personales ideas, criterios, pareceres deben desaparecen, la persona concreta debe desaparecer; su boca ya no debe ser suya sino debe ser la boca y persona de Pedro en Cristo. Su voz debe ser la voz de la Iglesia, no la suya personal.
Tal como enseña la Iglesia, el cometido del Papa es defender y transmitir la Fe de la Iglesia, no su visión personal de la Iglesia, de la teología, de la doctrina o de la pastoral[22].
Lucio Escalón
[1] Se recogieron  algunas de las ideas de Wittgenstein
[2] Vattimo, G.; “The Christian Message and the Dissolution of Metaphysics”, en Ward, G. (ed.); The Blackwell. Companion to postmodern theology (458-465). Blackwel Publishing, Oxford, 2005. Esta concepción es la que domina en muchas de las estructuras rectoras de la Iglesia actual. Por ejemplo, en los textos de Bergoglio antes de ser Papa y durante su pontificado como Francisco. En ellos se utiliza este pensamiento y lenguaje “líquido”. Por ejemplo “¡Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio!” (AL 297) o “hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición” (AL 296) o “Otras veces hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las efectivas posibilidades de las familias tal como son” (AL 37). Por pensamiento y lenguaje líquido me refiero a licuar conceptos y expresarlos de manera general y en continua adaptación (movimiento) para que puedan responder a las diversas situaciones y contextos. Esto es, la idea y su expresión dependen de la situación. Hughes, D.; El pensamiento líquido. Empresa activa, 2010. Además, este tipo de pensamiento permite desplegar una ofensiva hacia los impugnadores. Por ejemplo: “es mezquino detenerse a considerar si el actuar de una persona responde o no a una ley o regla general” (AL 304).
[3] Que es preciso y riguroso, y busca transformar las situaciones de pecado en vida de santidad: la conversión.
[4] Desde la reflexión de Schleiermache a Rahner con su Manual de teología pastoral, o Schillebeeckx, pasando por Arnold y su Acción pastoral, para llegar a Kasper y su teología crítica de la praxis. La propuesta “kasperiana” desemboca en la teología del pobre o humilde como auténtica realidad eclesial frente a un supuesto eclesiocentrismo o centralidad de la doctrina. Estos postulados generaron corriente o escuela donde podemos encontrar a teólogos de diverso pelaje de Floristán a Tamayo o de Midali a Ramos entre muchos otros.
[5] AL 303
[6] AL 301
[7] AL 301
[8] Audinet, J; “Théologie pratique et pratique théologique” en Humanisme et foi chrétienne, Beauchesne, París, 1976, 493-501. Los fundamentos de la teología práctica los podemos encontrar en las elaboraciones del grupo de la facultad de teología de la Universidad de Nimega, con Rahner dando a luz Handbuch der Pastoraltheologie, es decir teología pastoral del contexto, por la cual son las emociones y sentimientos los que lleva a las “sorpresas del Espíritu”, que es el que marca el camino a cada persona y pueblo. La herramienta de análisis sería la “crítica”, entendida como discernimiento mediante la conciencia personal.
[9] Segundo, J.L.; La liberación de la teología, Buenos Aires 1975. Ricoeur, P.; Du texte à la action. Essais dherméneutique II, Paris, 1986.
[10] Unió a teólogos de diversas procedencias y orígenes, pero todos con el mismo objetivo, de-construir la teología: Chenu, Lubac, Buillard, Fessard, von Balthasar, Congar, Chardin, entre muchos otros. Esta corriente mantuvo vinculaciones con el Instituto de Investigación Social (Escuela de Frankfourt) especialmente a través de presonajes como Heidegger y Habermas o Horkheimer.
[11]Vid. Scalese, G.; “Los cuatro postulados del papa Francisco”, vid. http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=26671 Estas cuatro ideas, fueron ejes de una parte de su inacabada tesis doctoral, siendo recogidas en múltiples escritos y discursos desde la década de 1990 hasta que fue nombrado Papa. Por ejemplo, Homilía pronunciada en 1999 con motivo del Te Deum de acción de gracias, en la catedral de Buenos Aires; o Discurso en la VIII Jornada de Pastoral Social, de 25 de junio de 2005: “Estas cuatro coordenadas son la referencia segura para testear cotidianamente las situaciones” (así, tal cual, “referencia segura”). Pero la única referencia segura reconocida por la Iglesia como tal, es Santo Tomás de Aquino y su enseñanza (que es la de la Iglesia): por ejemplo, se reconoce que el Dr. Angélico es “guía segura” en documentos doctrinales como Aeterni Patris o Humani generis o documentos del Concilio Vaticano II como Gravissimum educationes, o declaraciones papales como Studiorum Ducem. En los diversos puestos desde los que ha servido a la Iglesia, Bergoglio ha aplicado tales ideas como “principios de la Iglesia” tanto en el ámbito filosófico-teológico como en el ámbito socio-político o en el contexto económico y cultural. Por ejemplo, el 16 de octubre de 2010 dio una conferencia en Buenos Aires en la XIII Jornada Arquidiocesana de Pastoral Social, bajo el título “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad”. Así,  los numerales 221-237 de la Evangelii gaudium, por ejemplo, reproducen literalmente -pero sin citar el origen- los cuatro “principios” recogidos en la sección 4 de la citada conferencia de 2010.
[13]El padre Tomás de la Torre afirma que “el santo Padre debería saber que espacio y tiempo son dos medidas interrelacionadas, de tal forma que no pueden existir la una sin la otra, es decir: sin espacio no hay tiempo y sin el tiempo no existe el espacio”.  Y continua diciendo que: “El santo Padre, debería conocer que sólo los Místicos (los que tienen experiencia del Misterio) pueden trascender el binomio tiempo-espacio (…)”, “Si como dice el santo Padre, es un principio para avanzar en la construcción de un pueblo, creo que su conclusión no sólo es errónea, sino precipitada, pues para avanzar es necesario recorrer o andar (espacio) y para construir es necesario vivir o trabajar (tiempo), pero nunca la una sin la otra”. En Blog El Olivo, 2, enero, 2014.
Por su parte el padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa comenta que  “ni el tiempo es superior al espacio, ni el espacio es superior al tiempo. Tiempo y espacio no son nada ante Dios. Porque Dios, Uno y Trino lo es todo, lo llena todo”, “El alma cuando no vive en Dios se siente constreñida en su momento, en su espacio. Pero la realidad divina la libera de todo límite y la hace vivir en la plenitud constante e infinita que es Él”, “El único principio necesario para construir es: Amarás a Dios sobre todas las cosas, primer mandamiento; y con él todos los demás”. En adelántelafe de 17/05/2016
Asimismo el padre Giovanni Scalese comenta que en ninguna parte del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia tales postulados son señalados como «principios permanentes» y «verdaderos y propios puntos de apoyo de la enseñanza social católica». En infocatolica de 20/05/16.
[14] Aquí tendrían especial incidencia las ideas de la teología de la praxis, la teología de la liberación y los criterios de la Nouvelle Theologie.
[15] Levi Strauss , C.; Antropología estructural, Paidos, 1992. Eliade, M.; Lo sagrado y lo profano, Labor, Colombia, 1994.
[16] CIC. 268 y ss.
[17] Por eso Dios dijo a Moisés: “YO SOY” (YHWH ) Ex 3, 14.
[18] Es decir, luteranismo: la sola fide.
[19] Tantas vueltas para no decir lo que siempre se ha dicho: pecado.
[20] Esto es, convertirnos, rechazar el pecado y vivir según la Ley de Dios.
[21] En realidad esto lo único que conecta, une y suma es el pecado personal con todos los pecados comunales, formando una gran bazofia de pecado. Y así, todos en el mismo basurero. Así, todos iguales, contentos. No es de extrañar que para la teología modernista el llamado a la santidad es subversivo: que nadie se proponga ser santo –vivir en conformidad con la Idea- porque nos pondrá a todos en evidencia. Vamos, todos a vivir en pecado y contentos. Es el viejo llamado de “peca y peca fuerte” de Lutero, Seemmtliche Schriften, carta 99, 1 agosto 1521.
[22] Por ejemplo, CIC, 882 y ss.; “El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro”, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles”. Tiene el “deber de anunciar a todos el Evangelio de Dios”, “mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles”, confirmar en la fe y proteger a la Iglesia “de las desviaciones y de los fallos”, así como garantizar la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está dirigido a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en La Verdad.