miércoles, 21 de marzo de 2018

CABILDO Nº 27 Febrero/Marzo 2003- MIRANDO PASAR LOS HECHOS- DEL CAOS A LA CONTRANATURALEZA-

Publicado por Revista Cabildo Nº 27
Meses Febrero/Marzo 2003-3era. Época

MIRANDO PASAR LOS HECHOS-
 por Víctor Eduardo ORDÓÑEZ-
 DEL CAOS A LA CONTRANATURALEZA-

ANIVERSARIO ¿DE QUÉ?
 CON cuidada antelación, los varios grupos de "piqueteros" que supimos conseguir se dedicaron a su actividad preferida (de hecho, la única que se les conoce): la de gritar consignas tremebundas, molestar a sus congéneres y hacer como que desafían a cuanto poder se les ponga al alcance, desde Duhalde al FMI y desde el capitalismo en todas sus formas hasta la globalización y cualquier otro que encuentren. Y allí van, desocupados verdaderos y ficticios (que cobran por serlo), H.I.J.O.S, Abuelas y Madres, prostitutas y travestís, "intelectuales" sin libros y políticos sin votos... 


Casi como en el tango inmortal de Discepolo, sólo que la Biblia aquí no aparece por ningún lado (el pobre Farinello, desahuciado de la política, se dedica ahora a hacer el ridículo por TV y, además, nunca fue muy militante del Sagrado Texto), adelantando el "horno" en el que "todo se' vamo a encontrar". La pregunta era ¿para qué realizar esa marcha multitudinaria (menos de lo que pretendía), ante un gobierno que se va y una sociedad indiferente? ¿Qué se buscó, qué se ganó?
Antes que nada hay que constatar que el fenómeno, tan temido como publicitado, no significó nada, y es más, nunca se quiso que significara algo. Ni siquiera por los organizadores que, simplemente, procuraron exhibir una posición de fuerza, llevar a cabo un acto de presencia en el interior de un cuerpo político desgastado, sin atractivos ni alternativas. Porque subsiste el interrogante: ¿qué se deseaba festejar el 19 y el 20 de diciembn del 2002? Se nos dirá que lo ocurrido el 19 y el 20 de diciembre del 2001. Y entonces ¿qué sucedio esos dos días? Cayó un gobierno inservible, producto del riñon del sistema que de inmediato generó otros presidentes en un proceso velocísimo que se detendría en Duhalde. En un año, pues, todo más de lo mismo. ¿Qué se memoró, entonces? ¿Seguir igual? Exactamente eso, que nada hubiera variado en estos doce meses de plomo. Un año en que cada cual hizo, en diferente medida, su negocio por pequeño y ruin que fuera. El propio Duhalde, amén de darse el gusto de llegar a la presidencia aunque fuere por una vía harto indirecta, consiguiendo frenar la subida de Menem, su archienemigo; éste, a su vez, logró ponerse en carrera proponiéndose, ante un pueblo desalentado y olvidadizo, como el candidato más fiel a Estados Unidos y más leal al FMI que es, para un buen sector de la burguesía argentina (especialmente porteña), un reaseguro para continuar la dependencia (a sus ojos, sinónimo de prosperidad) y para reiniciar el endeudamiento alocado (sinónimo de estabilidad). Los radicales, por su parte, en su decadencia completa, no pudieron más que repetirse en sus gestos, en sus preocupaciones y en sus estructuras mentales, todo lo que los llevó a encerrarse sobre sí mismos una vez más, a la espera de que surja otro desastre nacional, otro gran enemigo que los convoque y que les permita presentarse como la esperanza para el país: ellos viven de los males argentinos y de la mala memoria de los argentinos.

PARTIDO PIQUETERO
Fuera de esto, las algaradas de diciembre no supieron a nada o a muy poco. La marcha federal convocada reunió 30.000 personas en Plaza de Mayo y algunos centenares más en otras ciudades. No fue mucho pero para las izquierdas fue todo lo que pudieron hacer al precio tan desagradable para ellas de reunirse a su pesar. De cualquier manera hay que reconocer que ningún partido -tal vez alguna organización sindical movilizando toda su maquinaria-puede concretar un acto de esa dimensión. Y tal vez esta sea, posiblemente, la motivación central de esa convocatoria, ser el punto inicial de un partido con alguna pretensión de clasista pero suficientemente amplio e indefinido como para incorporar elementos de una clase pauperizada o cansada del bipartidismo instalado hace más de medio siglo. Contemporáneamente, la CTA lanzó el proyecto de constituir un partido político y algún sociólogo disponible aportó su observación científica: la Argentina debe tener un partido como el de Lula en Brasil, no se sabe por qué pero así debiera ser, nos dicen. Es decir que la izquierda pretende ir por fuera del sistema, un sistema que se derrumba pero que sobrevivirá mientras no encuentre un reemplazante que sería, precisamente, el partido de los trabajadores trasladado a la Argentina. La primera manifestación sería esta concentración realizada no se sabe para qué ni para festejar qué.

LOS RADICALES, SIEMPRE LOS RADICALES
Si el tango es un sentimiento triste que se baila, el radicalismo es una constante ridicula que se reitera: cambia pero no desaparece; cae en los peores excesos y en las más sórdidas pantomimas pero siempre encuentra la energía necesaria para volver. A través y a pesar de sus papelones, fracasos y contradicciones torna ya no con su mística -olvidada hace tiempo-ni con su ética de pega -perdida para siempre hacia la decada del 60 y cuidadosamente repudiada en la del 80- ni con sus programa -que nunca tuvo- ni convicciones -intercambiables al mejor modo peronista- sino con sus connaturales vicios de viejísima data, sus trapisondas, sus vaciedades.
Se disputaron la candidatura presidencial en los últimos días del año pasado. Fue como pelearse por un cadáver y no para darle cristiana sepultura sino para restituirle la vida o una apariencia de tal. Saben los dos candidatos -Terragno y Moreau- que eso no sera posible sino a condición de empezar todo de nuevo, desde más atrás incluso de Irigoyen y Alem para convertirlo en un partido socialdemócrata, al fin y al cabo su destino natural después del paso de Alfonsín por el gobierno nacional y por la conducción partidaria. En realidad, tanto uno como otro son hombres de izquierda disfrazados detrás de esa mitología que nunca compartieron pero que, como quiera que sea, les sirvió para llegar al poder y disponer de las posiciones que ahora se disputan. Ese partido estereotipado, anquilosado, arterioesclerótico, a-histórico, es como una burla de sí mismo que no puede prolongar más su propia ficción. Cuando quiere cambiar solo le introduce una mueca al rostro cadavérico. Es un simulacro que ya carece de consecuencias concretas y que terminará cuando asuma esa izquierda que maneja al partido desde lo más alto de su oligarquía interna sobre un aparato electoral y clientelista, por completo pasivo y que no entiende nada fuera de las ventajas pequeñas que sabe administrar. ¡Ni siquiera sus punteros se han enterado que dejaron de ser radicales!

LA NOBLE Y LA CARLOTTO
La Argentina está protagonizando una o varias novelas de corte policial y de final abierto. El llamado caso del padre Grassi, el de la muerte de María Marta García Belsunce, el de dos mañosos enfrentados en la zona norte del gran Buenos Aires y, como sobreponiéndose a todos (lo que no quiere decir que los interrelacionemos), el de la señora Ernestina Herrera de Noble. Como en rigor no sabemos más que lo que se dice en los medios y alguno que otro rumor que circula por los pasillos no podemos insinuar nada en ningún sentido. Pero sí podemos sentar una sospecha derivada de una observación que los diarios correctos han pasado por alto. Y es que la feroz señora de Carlotto -implacable inquisidora de bebés robados y de niños extraviados-, que por lo demás no se caracteriza por su sensibilidad comprensiva ni por el respeto por los menores sindicados como sus nietos, antes al contrario, se mostró esta vez cauta y hasta se diría que tolerante con la dueña-directora de Clarín, acusada, procesada y detenida por presunta apropiación de hijos de subversivos de los que nunca se supo más. ¿La inquisidora se ablandó o se arrepintió de su dureza anterior? ¿O éste se trata, por razones desconocidas para el común, de un caso singular que merece un inédito tratamiento? ¿Por qué ahora y recién ahora, la abuela-cruzada declinó su intransigencia característica -tan chocante como despiadada- y piensa (¡por la primera vez!) en los hijos cuestionados y en los problemas y traumas que su inquina un tanto demoníaca les provoca? (lo que, ella por supuesto, sabe) ¿O es que la ideología y la moral ceden ante el poder? ¿O ante el dinero? ¿Cuál es el precio de tanta inesperada ternura?

DE ESO NO SE HABLA
El no demasiado confiable Néstor Kirschner, precandidato del PJ, lanzó la idea de reestatizar los ferrocarriles y la empresa petrolera YPF. Sea cual fuere el grado de sinceridad, de voluntad política y de posibilidades ciertas de llevar a cabo semejante golpe de timón, lo que por ahora nos interesa es comentar la reacción -entre alarmada y amenazante- que el proyecto provocó en el país y en la metrópoli estadounidense. Por supuesto el "establisment" local -léase el menemismo, López Murphy y las fundaciones anexas y conexas que procuran proporcionarle un encuadre académico a los toscos intereses en juego en las privatizaciones- puso el grito en el cielo aunque, claro, sin aportar ningún argumento científico o técnico nuevo ni serio. Porque lo que a todos ellos les importa, en el mejor de los casos, es mantener en pie los principios de la Escuela de Chicago de la que son discípulos y tributarios. Sin contar otra obviedad con que lo que les preocupa y alienta es que los negocios concretados a la luz de tales escolásticos principios, no se alteren ni se pierdan. Chirolita López Murphy actuó como un adelantado en la causa antiestatización y utilizó abundantemente las páginas del diario que supo ser de los Mitre (esto es, La Nación) para defender, preservar e imponer los dogmas neoliberales (o liberales) que, como bien se sabe, se aplican con toda ferocidad únicamente en las economías que se dejan llamar emergentes. La todopoderosa consultora de Henry Kissinger también hizo oír su voz tronante cual Júpiter del siglo XXI y transmitió su mensaje de insinuante condena a la propuesta que, no se sabe tampoco por qué, se la califica de populista. Al respecto nos parece que se trata de un artilugio semántico -simiilar al utilizado por la izquierda cuando se hace nominar progresismo lo que, al parecer, la vuelve un poco más digerible para la burguesía por lo general tan distraída- para no recurrir al siempre atractivo término nacionalista, en medio de un desenfadado proceso de mundialización (o sea, de desnacionalización) como el que vivimos, no conviene siquiera mentar el nombre de la víctima. De un modo hasta hace poco inesperado se pone de ejemplo al "come capitalistas" de unos meses atrás Lula Da Silva. Lo dijeron los funcionarios metropolitanos y lo repitió su mencionado???? agente López, todos más indignados que alarmados.
Aunque no les faltaría razón si se mostraran preocupados no tanto ni tan sólo por lo que ocurriría en la Argentina si Kirschner alcanzara la presidencia y procediera a recuperar las grandes empresas malbaratadas por Carlos Menem en cumplimiento de lo dispuesto en el Consenso de Washington (ratificado por el de Buenos Aires que firmaron De la Rúa, Lagos, Fox y el mismísimo Lula). Lo que los desvela a los funcionarios de la metrópoli es que el eventual mal ejemplo argentino se extendiera al resto del continente y forzara los brazos y retemplara los ánimos de los gobernantes sudamericanos y la fiesta privatizadora tocara a su fin. Y con ésta la mitología antiestatista (que en la situación concreta quiere decir antinacional sin más aditivos) que se montó a través de una fastidiosa pedagogía iniciada por la procesada y condenada familia Alsogaray. Y traída a la práctica por Menem, improvisado pero eficaz instrumento del Diálogo Interamericano, agencia del gobierno de Estados Unidos bajo cuyo nombre se esconde, por lo menos, una doble mentira: no es diálogo puesto que no es más que un discurso unilateral, ni es, por lo tanto, tampoco interamericano, ya que atiende únicamente las necesidades y la voluntad de la Casa Blanca que, a su vez, responde a las instrucciones de las grandes corporaciones que, con un titular u otro, la ocupan.
No es ajena a esta tramoya la visita de Carlos Menem a Miami donde, vestido de rigurosa etiqueta bien lejos por cierto de su disfraz de Quiroga con que ganó en 1989, entonó ante huidizos e improbables inversores un discurso de seducción. Fue en el fondo un acto de campaña electoral porque estuvo destinado básicamente al electorado burgués urbano deseoso de volver a las mieles de los 90, cuando muchos podían vivir el jolgorio del "déme dos" y de consumir por encima de sus posibilidades sin importarles a nadie -gobernantes ni gobernados- el futuro, no obstante que ya se empezaban a dibujar las sombras del actual desastre.
Una reflexión final que no es menor. Suponiendo que Kirschner ganara y que estuviera dispuesto a realizar el programa que acaba de anunciar -aun matizado como lo intentó con posterioridad- contaría con la legalidad que da el voto popular, el pronunciamiento mayoritario de la sociedad. ¿Cómo oponerse si el pueblo siempre tiene razón y es, en la ortodoxia democratista, infalible? ¿Habrá que atenerse a los designios del demos o a los de la clase ilustrada encarnada hoy en la tecnocracia que nos viene del norte? ¿Seremos más liberales que democráticos o al revés?

IZQUIERDA Y NATURALEZA
 La izquierda, como está comprobado teórica y experimentalmente, ha nacido, crecido y prosperado contra el orden natural y contra la naturaleza. Se acaba de constatar una vez más por intermedio del intendente de la Capital Federal -devenido jefe del gobierno de la ciudad- que no tuvo más lamentable idea que acordar con una ONG de gays y lesbianas para que asesorara a "niños, niñas y adolescentes", según el nombre de la ley que se refiere al ser humano en esa etapa de su vida, en materia de decisión y de elección sexual. Dicho al paso, ese período fue seleccionado con intención porque es en el que las personas se deciden porque están en plena evolución biológica y psicológica, lo que no quiere decir que dispongan del derecho ni de la libertad para inclinarse en un sentido opuesto al natural. Sería redundante detenerse a comentar semejante aberración, tamaño contrasentido ético. Pero -hacien-do literalmente de tripas corazón-destacamos en la iniciativa un resumidero de todos los factores ideológicos y morales que conforman el pensamiento de izquierda. En primer lugar, aceptar que se opte por la sexualidad es como si eso fuera posible y decente. En segundo término, admitir la legitimidad de elegir en la materia como si diera igual ser un heterosexual,  bisexual u  homosexual cualquier otro género que a imaginación y a la perversidad : les ocurra. Sin contar que en la pretensión se empieza por negar la existencia del bien y del mal la renuncia a conocerlos, colocando como bien último, único y absoluto la libertad. Eco del "seréis como dioses", el hombre -aunque de hecho no lo sea- es colocado en aptitud de ejercerla hasta sus límites más repugnantes e irreversibles. Para esto se dispone del dinero de los contribuyentes porteños porque los gays y lesbianas -si es que no ejercen su pasatiempo favorito que es la prostitución-suelen carecer de recursos para expandir sus males y aquí está una administración izquierdista para proveérselos. Pero también esta decisión personal de Ibarra significa algo más y peor. Y es que la degeneración toma la iniciativa, pasa al ataque, instala las condiciones de su crecimiento, borra las fronteras de lo normal y de lo anómalo; no más estado a la defensiva, no más discriminación ni autodiscriminación: la igualdad en todo y para todo. Un relativismo radical y feroz donde todo se iguala por lo más inferior, por lo propiamente animal. En ese reino de los apetitos más tenebrosos y despreciables la izquierda busca la legitimidad de la antinaturaleza, en esa área de la indignidad quiere hallar la nueva dignidad que predica, la del hombre -en la medida en que lo sea- completamente libre que se ve como fin en sí mismo. Este es un paso. Los próximos, que se acelerarán mientras la sociedad aún se encuentre confundida por estos audaces golpes, llegará a incluir -como quería el chistoso- que la homosexualidad en cualquiera de sus vertientes se vuelva obligatoria ¿Qué tal una ley que imponga a los niños, niñas y adolescentes el deber de pasar por una experiencia sexual de ese tipo? Así podrían elegir mejor y con fundamentos.

MALVINAS NO MERECÍA ESTO
No nos parece prudente ingresar en la crítica de la guerra de las Malvinas ni en sus inspiraciones motorizadoras. Tiempo tendrá la historia para hacerlo. Y menos aún pronunciarnos críticamente acerca del gobierno del recientemente fallecido general Galtieri. Errores, malas apreciaciones, ye-rros diplomáticos, debilidades, ineptitudes... de todo hubo en la decisión de recuperar las islas argentinas en poder del invasor británico. Pero el hombre que cargó sobre sus hombros la enorme y, en definitiva, gloriosa responsabilidad de disponer su recuperación tiene derecho adquirido a ser tratado con honor y no sólo protocolarmente -como con cierta timidez lo hizo el comandante en jefe general Brinzoni cumpliendo estricta pero también mínimamente con su deber- sino con el espontáneo que debió saludarlo como hacían los romanos, por encima de sus debilidades, con los generales que le aportaban triunfos y glorias. No fue este el caso de Galtieri -a quien su destino lo superó- pero sólo los venenos izquierdistas pueden negarle la memoria al buen argentino. El nos hizo vivir "nuestra hora más gloriosa" del siglo XX, fue su decisión heroica la que nos colocó frente a nuestro destino postergado por cálculos mezquinos y por mediocridades detrás de las que se escondieron por mucho tiempo la traición, la complacencia, el desgano histórico. Lo intentamos y fracasamos, lo que no quiere decir otra cosa que se debe intentarlo de nuevo porque el honor nacional y el derecho a integrar nuestro territorio lo merecen todo y no tienen precio. Ese hombre -que nos improvisó en la mayor gesta del país- merece el recuerdo agradecido y la comprensión de sus falencias. Que no fueron sólo de él.

UN HOMBRE INTERNACIONAMENTE CORRECTO
Que Adalberto Rodríguez Giavarini no es un patriota es algo que no se puede discutir. Hecho del palo ascético de su jefe y amigo De la Rúa el ex canciller -que, en el fondo, es el dato que nos alarma porque estuvo a cargo de nuestro honor y de nuestra soberanía- publicó en La Nación un extenso artículo en el que se dedica a desentrañar los intríngulis de la actual política internacional. No señala nada de nuevo pero lo horrible del caso es que, después de constatar que el principio de soberanía está en crisis, que cuestiones como el multilateralismo y el regionalismo están siendo dejadas de lado y otras truculencias semejantes, se detiene con la impavidez de un cirujano bisturí en mano que diagnostica con serena frialdad: "el paciente ha muerto". El trabajo merece ser leído en diagonal y entre líneas porque sugiere más de lo que dice y oculta más de lo que calla. Repite con mal disimulada fruición el texto de un asesor de Tony Blair -el nuevo chico de los mandados de EE. UU.- que escribió en "un gravitante artículo en The Guardian que "un nuevo imperialismo voluntario y cooperativo podría salvar al mundo". Si prescindimos de esa difícil construcción que especula con un imperialismo voluntario (¿por la voluntad de quién?; ¿del que engulle o de los que son engullidos?) sin detenerse en la contradicción de la expresión, nos preocupa que un argentino de trayectoria pública (todo lo mediocre que se quiera) no se indigne y escandalice con una fórmula así nos espanta literalmente. Porque esa fórmula encierra todo un proyecto a futuro (en realidad, más cercano de lo que se pueda creer), que compromete al mundo entero y a la suerte de las naciones de toda categoría; incluyendo, claro está, a la extinguida Gran Bretaña y a la propia Argentina, extremo que no lo conmueve de manera alguna al antiguo funcionario radical. Cede, con más gozo que resignación, al hecho irrefutable de la superioridad militar, tecnológica y económica de los descendientes de los padres fundadores y a partir del mismo propone una adecuación a esta nueva situación "posmoderna" como la califica Rodríguez Giavarini. Ahora bien, esta adecuación así proyectada y entendida, sin resistencias, sin sentido crítico, sin dolor legítimo es, simplemente, una muestra de cinismo y de cobardía y no de realismo sano. Porque una postura así, como la adoptada o sugerida por el ex canciller, no piensa en alternativas más o menos posibles y más o menos heroicas.
La convivencia ante todo, parece decirnos, para lo cual nada mejor que aceptar someternos sin demasiados remilgos ni remordimientos a la potencia hegemónica que el destino nos ha preparado. En este aspecto -y cayendo en el más rústico pragmatismo- se concluye que, puesto que es poco lo que hay que hacer y que ese poco es fastidioso y se presenta como incivilizado y antihistórico, lo que se debe es buscar un valor superior, si es posible supremo que justifique y legitime (sin condicionarlo, válganos Dios) el nuevo imperialismo salvador (y antes de terminar, volvámonos a preguntar, ¿salvarnos de quién?). El primer paso es éste que el antiguo responsable de nuestras relaciones exteriores acaba de dar: sanear la palabra misma, limpiarla de toda la quincalla que una "superada" literatura nacionalista le asignaba. El Imperio es una realidad y no cabe sino aceptarla. Y por eso, exactamente por eso, es una realidad buena o, por lo menos, de la que cabe sacar algún provecho. Luego la maniobra se completa con el toque humanista al que tan afectos son los norteamericanos (y, como vemos, sus empleados). Lo terrible que R. G. encuentra ese fundamento ético que, según él cree, acompaña e inspira su comportamiento desde su aparición en la historia. Tan bienvenida profecía la halla en las miserables palabras de Bush pronunciadas cuando anunció al mundo el nuevo artefacto de la guerra preventiva: "De acuerdo a nuestra tradición histórica no utilizaremos nuestra fuerza para obtener ventajas unilaterales. Buscamos crear un equilibrio de fuerzas que favorezca la libertad humana ...". Y R G. lo cree a pie juntillas (¿habrá leido alguna vez algo sobre las tortuosas relaciones de la América Hispana con este sorprendente campeón de la igualdad y de la bertad internacionales?) por que exclama sobre el final con ti no triunfante y convencido: "De honrar estas palabras... los Estados Unidos cumplirán cabalmente con la razón especial de su grandeza...".
Claro, esto no es ingenuida (no se puede ser tan imbécil ni crédulo) sino complicidad: Que: también tiene otro nombre que preferimos no usar para evitarnos litigios judiciales. •