jueves, 22 de febrero de 2018

AÑO X- PRESENTACION, PRECAPITULO Y CAPITULO 1º"Una Historia Nueva con Materiales Viejos"

 AÑO X
Gustavo Martinez Zubiría
"Una Historia Nueva con Materiales Viejos"
 
PRESENTACION. . .

Hemos dispuesto colgar al blog,   un interesante aunque, desconocido libro de Historia Patria,   donde analizaremos mediante letras de Don Gustavo Martínez Zubiría,  verdades testimoniadas por hechos sucedidos, sin ninguna inventiva,    desmintiendo todo escrito y falsas imposiciones marcados con maléficos propósitos.   Lamentablemente, mucho se ha logrado desfigurando nuestro pasado. Hugo Wast, evidencia en su obra  las razones de la intencionalidad de origen cuando dice: “Comete una infidencia el que la falsifica, convirtiendo los sucesos del pasado en armas para los combates de hoy. La historia es la patria. Si nos falsifican la historia es porque quieren robarnos la patria”.  Aquí pareció abandonar la temática literaria que lo había hecho un prolífero novelista.  Cerca de los 80 años de edad, en el tiempo del sesquicentenario de la revolución de Mayo, nos regalaba un estudioso y muy profundo trabajo de revisión histórica, donde amalgamaba su sapiencia con su amor a la patria. Escribía entonces AÑO 10. 


Libro que fuera olvidado en poco tiempo, como prueba existente de una serie de asociaciones interesadas que promocionaba e interesaba mantener las mentiras con que se DENIGRAN la verdadera historia. Con intenciones maléficas y ambiciosas desde sociedades ocultas e instrucciones destinadas a incrementar nuestro pasado con errores que nos convirtieron  en cómplices, por omisión, desinterés o ingenuidad apropiándose de millones de mentes argentinas después de Caseros. La educación atea instalada, tras sucesivas aplicaciones estableció un liberalismo materialista que hizo rendir culto a rebeliones como la francesa o rusa. Así hoy, nuestra patria convive con cualquier otra, incapaz de mantener orden o justicia alguna. Esporádicamente por gestión del mismo autor, ejerciendo el cargo de Ministro de Educación o algo semejante en los años 40, se intentó restablecer una “Educación Verdadera” hasta 1952. El libro hoy con 56 años de existencia, forma parte del más ignominioso y lamentable olvido, acompañando intencionadamente a despreciar la verdad. Deseamos desde aquí aportar e inducir que todo argentino que ama nuestra patria, escuche y se compenetre en la lectura de AÑO 10 y su contenido. Comprenderán por qué se agregaron a la Historia mentiras y errores. Fueron evidentemente construidas adrede, en búsqueda de los objetivos preanunciados por el genial escritor cuyo nombre, por todas esas reflexiones, pretensiones y profecías, un grupo de insensatos, integrado por MAL NACIDOS, COMUNISTAS,  ATEOS Y SIONISTAS se empecinan en hacerlo desaparecer hasta de su propia tumba.

AÑO 10. .

GUSTAVO MARTINEZ ZUBIRIA. . 

PRECAPITULO . .

 5 verdades que todavía parecen blasfemias. .

UNO). . . La Revolución de Mayo fue exclusivamente militar y realizada por señores.  . .

DOS). . . Nada tiene que ver con la Revolución Francesa. .

TRES). . . El populácho no intervino en sus preparativos, .  ni comprendió que se trataba de la independencia. .  ( Empleamos el término El populácho tal como lo emplea Mitre. Véase Más adelante. .

CUATRO). . Mariano Moreno tampoco intervino en ellos y después, su actuación fue insignificante cuando no funesta.

CINCO. .Su principal actor fue el jefe de los militares don  Cornelio de Saavedra, . a quien debemos honrar como al primer gobernante de la República Argentina. .

Vamos a decir en voz alta, .  lo que muchos argentinos ya se están diciendo en secreto.

Este libro,  .que aparece en el 150 aniversario de la Revolución de Mayo, . no pretende aportar novedad alguna. . No hemos descubierto   ningún  filón  de documentos   desconocidos. . .  Nuestra sola originalidad será la de no repetir las mentiras tan resobadas por la historia oficial y la de no callar las verdades que ella calla.  . De ahí vendrá la irritación. . . Hay quienes acogen y propalan tranquilamente cosas que saben que no son ciertas, . mientras se ofenden y cierran los ojos ante el relámpago de una verdad. . .

Hemos leído muchas veces y obedecemos la invitación del Psalmo 44:. . .”Levántate y combate por la verdad, la piedad y la justicia.". .

Dándonos cuenta de la gran responsabilidad en que incurríamos tocando estas cosas intocables, al investigar las supercherías que se nos hacen absorber como evangelios, . . hemos procedido siempre con extremo cuidado. . .

Cuando asentamos un hecho del cual surge un juicio muy severo, . lo afianzamos con citas textuales o bien hemos dejado la palabra a las autoridades clásicas de la historia argentina, . . López o Mitre, sin perjuicio de rectificarlos alguna vez.

Si a pesar de este cuidado, . hay quienes se enfurecen por nuestro sacrilegio, . ¡allá ellos!

No puede preocuparnos. Preferimos que el lector mismo juzgue "a verdad sabida y buena fe guardada". . .

"Vale más el escándalo que la mentira", . ha dicho un gran Papa, que es asimismo un gran santo, San Gregorio Magno.

Consideramos que es hora de que en la historia argentina acaben las fábulas, . . aunque empiece el escándalo.

Desafiamos a los historiadores a argüir de falsa ninguna cita de este libro,   ningún hecho aducido; y a rebatirnos con razones concretas, no con lugares comunes o con injurias.

Aquí nosotros presentamos hechos precisos, . . asentados en documentos que están al alcance de todo el mundo, y exigimos igual tratamiento que se nos conteste con hechos y documentos existentes,   no imaginarios. Por ejemplo:

Las refritas hipérboles,   las calumnias disimuladas,   las parrafadas sin galladura,    la mano en el pecho y los ojos en blanco, para hablar de Mariano Moreno nos harán sonreír.

Ni "numen", ni "alma", ni "titán", ni "faro del pensamiento republicano",  ni "fundador de la democracia argentina".  ¡Lugares comunes!

Nada nos importaría la opulenta biografía de este prócer sin hazañas si no se hubiera formado a expensas de la de otros hombres,   con quienes las actuales generaciones son mezquinas e ingratas,   por la historia mendaz que desde hace tantos años nos enseñan oficialmente.   Y algo más que luego vamos a decir.

Estamos seguros de que hay personas de buena fe    que aprendieron en sus libros de colegio tales cosas,    en globo y sin detalles, que pudieran descubrirles su  vaciedad.       Después no han  tenido tiempo ni afición para rectificarlas,  mirándolas  con  sus  propios ojos y han de seguir,   como dice con tremenda metáfora el poeta:   "viéndolas por los ojos de los muertos".

Eso ya no tiene remedio ni es lo más grave. . Lo más grave es que el presentarnos a este prócer como figura central de la Revolución de Mayo,    tiene su intención,    pues con ello se pretende hacernos creer que nuestra católica,  militar y españolísima Revolución,   acta de independencia de un hijo que llega a su mayor edad sin renegar de su apellido, . . sea un retoño argentino de la Revolución francesa,    maldecida hoy por los más grandes espíritus franceses que comenzó inventando una máquina para cortar cabezas   y se las cortó luego a sus reyes en nombre de la libertad y de la fraternidad,   y acabó, como acaban estas bacanales, besándole las plantas a un Emperador.

CAPÍTULO I . . .

UNA HISTORIA  NUEVA CON MATERIALES VIEJOS. . .

Numerosos e ilustres historiadores franceses han escrito obras admirables estudiando,    con verdadero espíritu científico,    la Revolución francesa y demostrando que sus famosísimos actores no merecen la fama que sus panegiristas les han dado.

Por ejemplo,   los girondinos,   presentados con la aureola de héroes y de mártires,   y que se ganaron estatuas gracias a las historias demagogo-románticas de Thiers, Luís Blanc, Lamartine. Michelet, y a los relatos de Nodier y Dumas,    y otros novelistas de su género, aquellos arquetipos de moderación,   bravura,   patriotismo,  abnegación, sensibilidad, aparecen hipócritas,  sanguinarios,  cobardes,  delatores,  vanidosos,  enfáticos y viles.   ¡Tales como fueron!

Ya no se puede hablar ni del amor a la libertad de Condorcet,   ni de la honradez de Brissot,   ni de la fidelidad de Madame Roland,   ni de las virtudes de otros muchos peores que ellos,   como los jacobinos,  sin suscitar la sonrisa de quienes no sean absolutamente impermeables al razonamiento.

Hemos deseado siempre para la historia argentina,    plagada como está de leyendas,    una revista semejante,   sin miedo y bien documentada.

Especialmente para el período más glorioso y más borroneado de ella,    la época de la Revolución, 1810.

No vacilamos en decir que es la peor conocida en nuestras escuelas,    pues sus mitos han llegado a ser dogmas de fe republicana.

Ni siquiera la época de Rosas contiene tantas falsedades.

 La razón es que la historia de la Revolución la han escrito a fondo los dos historiadores máximos de este país,    hombres del mismo partido y de la misma tendencia,    unitarios y especialmente liberales,   Mitre y López,   cubriéndola con su autoridad.    No escatimamos el elogio a sus obras, indispensables y admirables por su copiosa información, por su estilo correcto, por su honestidad.    Admiramos a los dos aunque discrepemos de muchas de sus conclusiones, erróneas a la luz de nuevas probanzas y de otro criterio.

Pero después que ellos escribieron han pasado años de años,   han hablado legajos y archivos con voces distintas,   y se han descubierto millares y millares de documentos que ellos ignoraron.

"Nada envejece tan pronto como un libro de historia",    dice Menéndez y Pelayo,   en el prólogo de la segunda edición de aquella portentosa Historia de los Heterodoxos Españoles,    en la que él mismo,    su nobilísimo autor, no temió introducir enmiendas.

Innumerables episodios de aquellos tiempos,    que ellos relataron según versiones interesadas, se pueden referir de otro modo,    con documentos en la mano.

La extrema dificultad de esta empresa consiste ahora en que muchos de estos errores son las piedras sillares del pedestal de algunas grandes estatuas que se desmoronarían si se las removiera. . . O son dogmas de la caduca historia oficial que ahora aprovechándose del sesquicentenario, querrían remozarse. . .

No ocurre lo mismo con la época de Rrosas, . . mucho mejor conocida, a pesar de que se la ha historiado con inmensa pasión.

Para nadie es ya secreto que muchas de esas historias o son novelas   o se parecen bastante a ellas    y no tienen en su abono los grandes nombres de   Mitre y López   ni sus errores son el pedestal de ninguna gran estatua.

Además los archivos abundan en documentos de ese tiempo    y hay numerosos periódicos de la época,    elementos preciosos, no siempre fidedignos,    pero siempre útiles, de que apenas se hallan muestras en los años de la Revolución.

Aparte de ello,    es permitida la discusión sobre dicho período,    aunque cada cual tire para su lado.    Se puede juzgar a sus actores sin que los juicios suenen a blasfemias.

En cambio,    sobre ciertos personajes de la Revolución,    sólo es lícito repetir lo divulgado en las escuelas,    así sean patrañas.

Especialmente alguno de sus personajes es intocable.    La historia oficial lo ha declarado "tabú".   Tenemos que estudiarlo en biografías complacientes, confeccionadas por panegiristas que fueron sus parientes o sus partidarios,    o por sucesivas generaciones de copistas que los copiaron,    y hay que abstenerse de señalar despropósitos y contradicciones resaltantes.

¡No nos resignamos a ello!

Otro gran Papa,    León XIII, extractando a Cicerón, dice:    "La primera ley de la historia, es no atreverse a mentir;    la segunda, no temer decir la verdad". . . .Encíclica del 5 de diciembre de 1899 a los obispos y el clero de Francia. . .

Y si esto puede afirmarse de la historia de la Iglesia,   que,             según  prescribe el sabio pontífice en otro documento,   debe  ser escrita con entera lealtad,   "sin disimular ninguna de las pruebas que sus hijos y aún sus ministros hayan hecho sufrir a esta Esposa de Cristo en el curso de los siglos"    ¿qué no habríamos de decir de nuestra historia argentina, todavía envuelta en la ganga de la leyenda y en las humaredas de los turiferarios?

No faltará quien piense,    que aun teniendo razón es más prudente callar.

Cuando una impostura tiene 150 años de existencia,    hay tantos intereses afianzados por ella,        que algunas buenas gentes,    aunque sepan la verdad, prefieren callarla.    Saben que se les echarán encima innumerables autores de libros, que ya no pueden enmendarse,    porque dejarían de venderse en las escuelas, donde hay que enseñar la historia oficial.

Tampoco faltan quienes piensen, o lo finjan,   que no se debe mencionar a los próceres sino para ensalzarlos;    y que sea antipatriótico arrancar algunas piedras de sus pedestales,    o rectificar las fantasías con que la ignorancia o la malicia los adornó.

Criterio pusilánime y farisaico.    ¿Cómo puede nadie tener interés en perpetuar las mentiras en la historia?

"Sólo hay en el mundo una obra digna del hombre:    la verdad"   , ha dicho el gran historiador Taine, a propósito,   precisamente, del deber que incumbe a los historiadores de no falsificar la historia, ni siquiera en detalles que puedan ser gratos al chauvinismo de algunos.

Si la rectificación sólo versa sobre algún accidente sin trascendencia histórica,    cuya divulgación deslucirla la personalidad del prócer,    algún defecto de su vida íntima, algún secreto vulgar y bochornoso,     realmente, nada gana la historia, ni el país con quienes propalen tales cuentos de viejas.

Pero si se trata de sucesos fundamentales,    de noticias falsas y aún falsificadas,    que han formado el criterio en beneficio de unos y en perjuicio de otros;    si el restablecer la verdad significa restablecer la justicia, y dar a cada cual lo suyo,   devolviendo a éstos la gloria que se les arrebató,    la rectificación debe hacerse, aunque se destruyan las leyendas, aunque se derrumben algunas de esas estatuas sin cimientos.

No negamos que el encogerse de hombros sea la actitud cómoda y segura. Pero entraña una mezquindad.

En historia,    como en física y en química,    nada se pierde y nada se crea.

La gloria de la Independencia es una cantidad X que ha de repartirse entre todos los actores de la epopeya.    Cada uno debe recibir la parte que le corresponda. . . Si a uno se le da de más porque a otro se le defrauda.

Vayamos a un caso concreto: . . . ¿Qué aprenden nuestros escolares sobre estos dos actores de la Revolución,    Moreno y Saavedra?

De Moreno se han dicho cosas descomunales, .    como no se han dicho ni siquiera del Padre de la Patria. San Martín.

"El primero de los patriotas y el alma de la Junta",     (Gutiérrez).

"Omnipotente secretario del nuevo gobierno y el verdadero numen de la revolución democrática".     (Mitre).

"Belgrano era el yunque de la Junta:      Moreno el  martillo".  . . "Y yo le pregunto: ¿quién era el herrero?" —comenta Alberdi con certero sarcasmo. . . Belgrano y sus historiadores (Buenos Aires, imprenta  A. Monkes, 1897), página 68.

Pages Choisies de H. Taine, por V. Giraud   (Hachette. París, 1909 página 152.

"El gran estadista, el hombre preciso y sin igual en el suelo argentino". . . (López).

"El personaje más prominente del gobierno revolucionario". . . (Pinero).

"El personaje simbólico y representativo de la Revolución Argentina". . . (Ingenieros).

"El ilustre caudillo de la causa americana". "Casio genial y enfermizo". . .  (Groussac).

"El fundador de la democracia argentina". (Varios inocentes).

"El espíritu de Mayo". (Varios no tan inocentes). "El doctor Moreno fue justamente el más estimable,    el más ilustrado y probablemente el patriota más puro que jamás produjo Buenos Aires Quiere decir el Virreinato del Río de la Plata..   Él fue el autor de la Revolución. Audaz, perspicaz, intrépido, de altos principios, dotado de una gran dulzura de modales, la irreprochable inocencia de su vida y la integridad de su conducta,    su ardiente corazón y su honor inmaculado,    le ganaron el amor de sus conciudadanos y el respeto de sus enemigos". . . .  Robertson, J. P. and W. P. Letters ort South America, London, John Murray, 1843. Tomo II, página 87. . Saavedra,   en cambio, es un militarote sin energía, sin talento, mediocre, de "vistas estrechas y limitadas",    pero tan ambicioso, que pretendió coronarse emperador del Río de la Plata,    y lo hubiera logrado de no habérselo impedido Moreno.

Decir que Moreno fue el alma de la Junta,    es dar a entender que los otros miembros de ella, entre los cuales estaban los más ilustres patriotas,    eran peleles,    sin alma,    incapaces de pensar si él no les insuflaba su pensamiento.

Decir que Moreno fue "el patriota más puro que ha producido Buenos Aires",    es afirmar que Saavedra, Belgrano y San Martín, vienen a la zaga de él   en cuanto a desinterés y valentía.

Decir que Moreno fue "el ilustre caudillo de la causa americana"   es enfilar a Bolívar,   y a San Martín,   y a O'Higgins detrás de él, como comparsas en sus iniciativas.    Él los guio con su genio portentoso aún después de muerto.

Si estas laudatorias recayeran en un prócer que realmente hubiera realizado alguna obra grandiosa,    ganado alguna batalla decisiva,    escrito algún libro trascendental, trabajado en favor y no en contra de la causa de la cual se le dice caudillo y hubiera muerto en defensa de la patria,    la exageración podría tolerarse.

Pero después se analiza su vida, en presencia de testimonios incontrovertibles y se descubre que fue todo lo contrario,    uno siente que el silencio es peor que una cobardía, es una complicidad.

Vamos a probar en este libro algo que no se enseña en las escuelas,    pero que algún día se enseñará, porque es una verdad argentina.

La Revolución de Mayo se hizo sin Moreno,    como se había hecho la Reconquista, como se hizo después la Independencia;   pero no hubiera podido hacerse sin Saavedra, que fue la espada de la Revolución,   por lo menos no se hubiera hecho en 1810; sin él habría tenido que postergarse por muchos años.

Se hizo sin Moreno,    que no colaboró con los patriotas en ninguno de sus preparativos, que ignoró sus planes, que no asistió a ninguna de sus reuniones secretas,     porque los patriotas tenían motivos para desconfiar de él;    y que sólo entró a cosa hecha, cuando la Revolución había triunfado,    al anochecer del 25 de Mayo de 1810,    y aún así, todavía entró de mala gana y rezongando sobre su legitimidad, según lo demostraremos más adelante.

Para ser más precisos,    digamos que la Revolución se hizo contra las ideas de Moreno,    pues si los íntimos propósitos de éste hubieran prevalecido,    la independencia no se habría realizado, o se habría retardado largamente,    como se retardó trece años por culpa suya la independencia de Bolivia.

Todos sabemos que don Martín de Álzaga,   el famoso Alcalde de primer voto, era un español a macha martillo,   enérgico y   organizador,    que amaba ardientemente a su patria y que aún jugándose la vida, quiso atajar el movimiento de la independencia, que asomaba ya entre algunos americanos, y que iba nucleándose alrededor de Liniérs, después de las invasiones inglesas.

Sí,    todos sabemos esto,   pero casi nadie se acuerda más que de la segunda conspiración de Alzaga, aquella de 1812, en que el recio español acabó en el patíbulo con casi cuarenta conspiradores más, fusilados en la plaza Mayor;    y han olvidado la primera,    la de tres años antes, mucho más grave que la segunda,    como que su tesonero jefe estuvo a punto de apoderarse del gobierno del Río de la Plata para consolidar en estas tierras el dominio del rey, que empezaba a tambalear.

El olvido de la primera conspiración de Alzaga no es del todo inocente.    La razón por qué los historiadores pasan distraídamente sobre tan importante asunto,     es que en esa conspiración fue cómplice de Álzaga nada menos que el presunto "numen" de la revolución de Mayo.

Moreno fue uno de los principales cómplices de Alzaga en esa anticipada contrarrevolución de la de Mayo que estalló el 1º de enero de 1809,     y que abortó gracias a la repentina y enérgica intervención de Saavedra al frente de su regimiento de Patricios.    Si Alzaga hubiera triunfado aquella primera vez, la historia de América habría cambiado su curso,    y la independencia argentina hubiera tardado tal vez tantos años como tardó la de Cuba.     En los años heroicos de 1806 a 1810,     en que los patriotas se jugaron enteros por la emancipación del Río de la Plata y en que héroes a quienes hemos olvidado perdieron fortuna y vida.    Mariano Moreno, que usufructúa casi toda la gloria de la Revolución, no arriesgó nada, y ahorró tres cosas: 1º, su tiempo; 2º, su dinero; 3°, su sangre.

No se mezcló con el pueblo para enseñarlo y enardecerlo, no pronunció un solo discurso. . . .   A pesar de la pertinaz mudez de Mariano Moreno,   cronistas e historiadores persisten en pintárnoslo  como un formidable tribuno.

El señor Groussac lo llama "Casio enfermizo y genial, cuya inflamada elocuencia. . ." (Anales de la Biblioteca Nacional tomo 3, página. 327). Y en otro sitio:    “Autorizado tribuno".

El diccionario de nuestra lengua dice que tribuno es el "orador político que mueve a la multitud con la palabra elocuente y apasionada".    Lo cual no le pega a Moreno, de quien sólo consta que permaneció callado en las tres magnas ocasiones que jamás habría desperdiciado un verdadero tribuno. . . . no empuñó nunca un fusil,    no fue visto jamás en la línea de fuego,    ni en los sitios de peligro; y su nombre no figura en ninguno de los grupos conspiradores,    que planearon la Revolución;    ni figura tampoco, y esto es más desairado,    en ninguna de las innumerables listas de donativos para la defensa de Buenos Aires.

Hay constancia escrita de que muchos ciudadanos, no habiendo podido dar su sangre, dieron su dinero;    y otros dieron su dinero y su sangre.    El no dio ni lo uno ni lo otro.

Y esa actitud es tanto más chocante cuanto que en aquellos días gloriosos y ardientes,    hasta los esclavos,    hasta los muchachos por debajo de la edad militar,   clamaban por un fusil para defender a su patria.

Mencionaremos entre muchos otros pedimentos de permiso para sentar plaza,    el de unos jovencitos que se dirigen a Liniérs suplicándole que les autorice a "sacrificarse en honor de la nación y defensa de la Corona. . ."

Liniérs, por resolución del 15 de setiembre de 1806,   los autoriza,   no obstante su juventud, y los agrega a la artillería. . . Compilación de documentos relativos a sucesos del Río de la Plata desde 1806  (Montevideo,  1851), página  171.).

¿Para qué vamos a decir que en ninguna de las notas en que se ofrecen voluntarios aparece Mariano Moreno?

Nos han quedado también listas de los personajes que componían algunos batallones,    como el de Milicias del Capitán Terrada, en donde figuran nombres conocidos.

¿Para qué decir que nunca se tropieza con el de aquel mozo de 27 años?

La rumorosa biografía de Mariano Moreno es una de las fábulas más extraordinarias que se hayan inventado en la República Argentina.

Casi todas las historias argentinas, especialmente las escritas para la enseñanza, dejan la impresión de que las figuras principales de nuestra independencia son tres: San Martín,    Belgrano,    Moreno.

Los demás personajes, hasta 1820, pasan a segundo o tercer plano: Saavedra,    Pueyrredón,   el Deán Funes,    Rivadavia,    Güemes y Las Heras, son modestos partiquinos, cuya aparición en la escena está en función de los movimientos de aquellos tres grandes actores.

¡ Pero como en estos últimos tiempos,    Belgrano ha ido perdiendo posiciones y San Martín no es en realidad un hombre de la Revolución,    sino un guerrero de la independencia, poco a poco Mariano Moreno viene quedándose dueño exclusivo de aquel glorioso año de 1810 que otros prepararon con riesgo de su vida.

¡Dueño del año 10!    Digámoslo con la fórmula predilecta de sus biógrafos: Moreno es el espíritu de la Revolución de Mayo.     ¿Qué muchacho argentino, que haya cursado en nuestras escuelas, no ha aprendido esa lección?

Otros biógrafos discurren otras imágenes:    Moreno es el numen de la Patria,    el genio de la Primera Junta.

Por lo tanto más que Belgrano, que fue el yunque, según Mitre;    más que San Martín, que fue la espada.   Moreno fue el pensamiento que mueve las espadas y las forja sobre el yunque: mens agitat molem.

Si esto fuera verdad,     cómo explicar que no se haya escrito ninguna historia exclusiva de Mariano Moreno,    puesto que se han escrito de San Martín y de Belgrano?

La explicación es sencilla.    Cuando un historiador emprende la historia de Belgrano o de San Martín encuentra material de sobra para muchos volúmenes,    sin salirse de su personaje. Y la obra resulta grandiosa, y el que penetra en sus ámbitos escucha ecos inmortales:   Salta, Tucumán,   Los Andes.    Chacabuco,   Maipú,   independencia de Chile, independencia del Perú.

En cambio el biógrafo de Moreno tropieza con la más desalentadora de las dificultades: la falta de asunto.    ¿Qué hazañas contar de aquel hombre que nació a la historia argentina cuando terminó la conspiración de Mayo,    y que desapareció siete meses después, cuando apenas se iniciaban las guerras de la Independencia, que durarían catorce años?

Podría agrandarse el cuadro,   comenzando la vida de Moreno siquiera un año antes, para tener algo que contar, explicando su participación en la primera conspiración de Alzaga contra Liniérs;      y sus relaciones y consejos de abogado al Virrey Cisneros, fatales para los criollos asimismo.

Pero los biógrafos prefieren no hablar de esto.

No les queda otro recurso que renunciar a un gran libro por falta de asunto o apelar al artificio de escribir,    no sobre Mariano Moreno, sino alrededor de Mariano Moreno, especie de Viaje alrededor de mi cuarto.

En un libro así,    abundarán las figuras retóricas,    pero escasearán los detalles precisos.

¿No hay manera de decir acerca de este prócer algo menos retumbante,    pero más sustancial?

Parece que no,   porque si su historia se debiera ceñir a lo que él hizo, cabría en muy pocas páginas.    Las propias Memorias de su vida, escritas por él mismo no tienen más de quince.

¡Es que murió joven!   ¡Su vida fue un relámpago!   ¡Esperanza tronchada!

En efecto,   Moreno murió joven:   a los treinta y un años.    Pero como la historia no trata de las cosas que un héroe pudo haber realizado,    sino de las que verdaderamente realizó, es ocioso argumentar con promesas ni con esperanzas.

Además, cuando se es realmente un genio,    a los treinta y un años, se ha tenido tiempo de demostrarlo.    Hay en la historia muchos personajes — conquistadores, artistas, hombres de estado — que a esa edad ya habían hecho hazañas asombrosas, que sus biógrafos pueden relatar con lenguaje sencillo,    sin ahuecar la voz para agrandarlas, porque son grandes por sí mismas.

No fue, pues,    la extrema juventud lo que impidió a Moreno dejar abundante material a sus futuros biógrafos.

¿Acaso le faltó escenario?    Muchos hombres no logran dar su medida porque no tuvieron la suerte de vivir en una época propicia.

Las grandes épocas no hacen a los grandes caracteres,    pero si los suscitan, los descubren dándoles el ambiente que necesitan.

Otros hombres podrían reprochar al destino el que no les concediera vivir en un tiempo de héroes.

¿Puede Mariano Moreno quejarse de su época?

Vamos a verlo.

Tenia 27 años en 1806, cuando Buenos Aires, la ciudad en que vivía, fue invadida por una expedición inglesa.

El suceso le produjo tanta impresión que él mismo en sus Memorias relata lo siguiente:

"Yo he visto en la plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba;    y yo mismo he llorado más que otro alguno cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806 vi entrar 1.560 hombres ingleses,    que apoderados de mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de la ciudad". . . .  (Vida y Memorias del Doctor Don. Mariano Moreno, por su hermano Manuel Moreno, Londres, en La Imprenta de J. M'Creery,  1812, página 100.).,.,.,

Hay en la historia otras lágrimas famosas,    las de Boabdil el Chico,   último rey de Granada, que al alejarse de sus muros,   conquistados por Fernando el Católico,   se deshizo en amargo llanto.   Su madre, la bravía Aixa la Horra, al verlo llorar lo azotó con estas palabras justicieras e inmortales:    "Llora como mujer, lo que no supiste defender como hombre".

En aquellos tiempos de las invasiones inglesas,    vivían en Buenos Aires Pueyrredón,     Saavedra,    Belgrano, etc., de cuyas lágrimas,    si es que lloraron, nada nos cuentan sus biógrafos,  porque tienen cosas más importantes que contarnos.

En cambio nos refieren que montaron a caballo o empuñaron el fusil y corrieron a defender a su Buenos Aires,   que era la puerta de todo el país.   En suma, ellos repararon "la infamia con que se les entregó".

Y mientras ellos se batían con el invasor,   ¿qué hacía aquel mozo de 27 años, en la plenitud de su vigor físico y mental?

¡Extraña distracción la de nuestros historiadores,    que han pasado sin leer el relato que él mismo nos ha dejado de sus ocupaciones en esos tiempos heroicos!

Dice en el citado libro de sus Memorias,    que le preocupaba mucho lo que pensarían los otros pueblos de la rendición de Buenos Aires y de sus causas.

"El deseo de satisfacer tan justa curiosidad me inspiró el de formar una historia de esta conquista:    hablé con varias personas capaces de desempeñarse dignamente,   les insté emprendiesen una obra de tan conocida utilidad,   pero el trastorno que ocasiona a todo el país la mudanza de dueño,   les impidió dedicarse a un trabajo que ellos mismos deseaban.   Todos se hallaban contraídos a buscar nuevos medios de subsistir;    y en la inconstancia que presenta un pueblo recién invadido no se atrevían a separar un punto su atención de aquel principal objeto.

"Desesperado de encontrar quien se dedicase a la formación de esta historia resolví componer unas memorias que supliesen su falta,    para el conocimiento de los principales hechos de esta conquista.     La prolijidad con que apuntaba cada noche los sucesos del día, me proporcionó un diario,    que extractado con fidelidad y reflexión presenta una individual noticia de todos los acontecimientos. No refiero cosas que no haya visto,    o que no estén atestiguadas por la uniforme deposición de personas formales y de respeto".,.,.,.,.,(Vida y Memorias del Doctor, Don. Mariano Moreno, página 85).,.,.,

Así, pues,    mientras los futuros colegas de Moreno construían la historia argentina en los campos de batalla,    él prefería espiarla de lejos y escribirla después en el abrigado rincón de su bufete.

Los historiadores reconocen que la increíble victoria sobre las aguerridas tropas inglesas se debió al entusiasmo del pueblo por defender la patria y la religión.

Todos los habitantes de Buenos Aires,    hombres,    mujeres,    niños, se lanzaron a matar como soldados y a morir como mártires,   pues perder la vida por defender de los herejes aquellas tierras católicas era una muerte santa y sublime.

Sólo escapó al entusiasmo general el tranquilo cronista "que apuntaba cada noche,    con prolijidad, los sucesos del día".

Ninguno de sus biógrafos,    ni su propio hermano, tan minucioso siempre,    nos cuenta que haya empuñado un fusil o ayudado a empujar un cañón    o participado en ninguno de los combates en que se jugaron la vida todos los que después fueron los próceres de Mayo.

¡Todos, con la sola excepción de Mariano Moreno!

Nos han pintado a Moreno como un tribuno fogosísimo,    clarividente y patriota,   él, que jamás pronunció un discurso, y que se murió sin haber previsto que aquellos sucesos,   en que apenas intervino, eran una trascendental revolución, de la que surgiría una nueva nación. Más adelante demostraremos esto.

¿Sus preocupaciones en aquellos años no tenían nada que ver con la patria,    a juzgar por el comentario que sale del corazón de su biógrafo, cuando nos refiere lo que ocurrió en seguida de la derrota de los ingleses.

Esta victoria increíble,    de un pueblo sin armas contra un ejército aguerrido y célebre en Europa por sus campañas,     victoria esencialmente porteña, no enciende el entusiasmo de Manuel Moreno,     autor de la biografía de Mariano Moreno, sino en la medida en que devuelve al futuro prócer los empleos que antes tuvo y de los cuales lo había privado la invasión.

Es asombroso que ningún biógrafo haya recogido estos pormenores.

Dice así Manuel Moreno,    en su obra clásica, apenas leída por nadie,    pero copiada por todos a través de los dos o tres historiadores que la leyeron y la citaron en un principio:

"El 12 de agosto de 1806, día memorable para los hijos de Buenos Aires,     en que volvió la plaza al dominio español por su bizarra reconquista,    recuperó mi hermano la situación primera volviendo inmediatamente a reunirse a los tribunales,     que se habían disipado con la dominación extranjera y todos los negocios a su orden antiguo."

''A poco tiempo le fue necesario mejorar su personal establecimiento,    ensanchándolo conforme al aumento que tomaban sus asuntos".,.,.,.(Memorias del Doctor Don Mariano Moreno, página  100.,.,.,.)

Parecería que aquella victoria tan grande,     final de la primera invasión y preámbulo de los memorables combates del año 1807, en la segunda invasión inglesa cuando se rechazó definitivamente a los invasores,     no hubiese tenido más efecto digno de mención que el de haber restaurado los asuntos profesionales de Mariano Moreno.

No se crea que la frase transcripta sea una distracción del biógrafo.    En otro libro, sobre el mismo asunto,    escrito 24 años después, repite con otras palabras el mismo concepto, lo cual demuestra,    que si el doctor Mariano Moreno no se mezcló ni en los combates de la Reconquista de Buenos Aires,    ni posteriormente en las arriesgadas conspiraciones de Rodríguez Peña,   Belgrano,   Saavedra,   Vieytes,   Viamonte,     fue porque su bufete de abogado no le dejaba tiempo para cosas tan románticas.

Esto parece muy fuerte,    porque hasta ahora los historiadores no han dicho palabra de ello. Pero no solamente los historiadores tienen derecho a hablar:    también los documentos tienen que ser oídos.

El libró de Manuel Moreno, sobre su hermano Mariano, ha sido la principal fuente de información acerca de la vida del prócer.     Pero los biógrafos modernos muestran no haberlo leído,     pues siguen utilizando sólo los fragmentos puestos en circulación por los historiadores clásicos, que tampoco extractaron sino lo que les gustó.

Y como ninguno de ellos ha publicado el dato que vamos ahora a destacar, ninguno de los biógrafos actuales ha parado mientes en una preciosa confidencia que se nos hace en la memorable obra.

Ya hemos visto que los negocios profesionales del prócer aumentaron de tal modo al terminar las invasiones inglesas,    que se vio obligado a "mejorar su personal establecimiento",    esto es a transformar la casa en que vivía o a mudarse a una más cómoda,     lo que era realmente indicio de prosperidad.    "Una fortuna independiente, dice Manuel, fue en tres años el fruto de su industria y economía"(.,.,.,.,   Vida y Memorias del Doctor Don Mariano Moreno, Página 101.,.,.)

Y en el otro libro a que aludimos arriba, agrega:    "Los tres años desde estas invasiones hasta hacerse la Revolución,    fueron la época más feliz de la vida del Dr. Moreno;     en que dueño de sus inclinaciones dividía su tiempo entre el estudio y la familia: una numerosa clientela frecuentaba su casa, solicitando sus talentos en la dirección de los negocios; y el ejercicio de su profesión le ganaba cada vez más, un crédito considerable que no tenía rival"(,.,.,.,.,.,  Colección de arengas  en  el foro, y escritos del  Doctor  Don Mariano Moreno, abogado de Buenos Aires y  Secretario del  Primer  Gobierno  en la revolución de aquel estado.   Londres,   Imprenta Jaime Pickburn,   1836,   prefacio, página 97.,.,.,.,)

 Decímos que es preciosa esta confesión porque ella ilumina un período que han dejado en la sombra los biógrafos..,.,.,  En efecto,  Mariano Moreno fue casi el único prócer a quien sonrió la diosa Fortuna, tal como nos lo cuenta su hermano.  Vivió en la holgura y murió con muchísimo dinero oficial en las faltriqueras:  20.000 duros que Saavedra le hizo entregar para sus gastos en Londres,  como representante de la Junta,  "a nombre del rey Fernando VII", amén de otros 8.000 de su sueldo adelantado.   (Véase la carta  de Saavedra  a  Chiclana  en  el  Capítulo 9 de esta obra.,.,.,.

Muchas veces nos habíamos preguntado, por qué no aparecería nunca el nombre de Moreno entre los patriotas que se reunían en diversos lugares a conspirar por la libertad de su país, desde la jabonería de Vieytes en la ciudad hasta la quinta de Saavedra en San Isidro.,.,.,.,

Después de leer a su hermano hemos comprendido la razón:    el prócer se había labrado una fortuna independiente y atravesaba el período más feliz de su vida.,.,., Todo su tiempo estaba repartido entre sus asuntos profesionales y la familia. ¿Y la patria?,.,.,., Otros pensaban en ella.

Y entre estos otros, que realmente prepararon la Revolución de Mayo,    hay no pocos olvidados por quienes es inútil preguntar a los niños de las escuelas argentinas.,.,.,. Las estatuas de Moreno los han dejado en la sombra, a ellos los verdaderos autores de la Independencia.

En todas las escuelas de la República hay un aula presidida por su retrato,     como la primera figura de aquella época.

Entretanto Saavedra queda lejos y apagado,    como un semi prócer, a causa del odio que le profesó Moreno,.,.,., odio que es el origen de los partidos políticos que han despedazado a la república durante muchas décadas.

¿En cuál de nuestras escuelas se" enseña que Saavedra es la gran figura del 25 de Mayo y que él salvó dos veces a la Revolución arrojando su espada en el platillo donde estaba la suerte de la patria,.,.,., una el 1º de enero de 1809, otra.,.,.,., el 22 de Mayo de 1810?

De Belgrano y San Martín sabemos que vueltos a la vida privada vivieron en apreturas financieras y murieron en la pobreza.,.,.,.,

No es del caso aquí comparar los servicios que prestaron a su patria aquel rico y estos dos pobres.

Nadie se acuerda de afirmar que Saavedra fue el jefe militar de aquella revolución, esencialmente militar,.,.,.,. que si resultó incruenta, como algunos se complacen en decirlo para aminorar la participación de los militares,    se debió a que Saavedra tenía en sus manos todas las fuerzas de Buenos Aires,.,.,., y las puso íntegramente al servicio de la conspiración,    con tal denuedo y a la vez tal prudencia que habría sido una insensatez resistirse.

Cuando se descubren testimonios que lo prueban,    un hombre sin prejuicios,    no querrá ahogar la verdad,     cualquiera que sea el daño personal que le cause el declararla.

Parece increíble que el enriquecer la historia argentina con una verdad bien documentada pueda perjudicar a nadie,    cuanto más que al hacerlo se devuelve el honor o la justa reputación a otros hombres a quienes ha defraudado la historia falsificada.

No nos jactamos de haber descubierto ningún filón de papeles inéditos.     Lo dijimos al comienzo de este libro.

Todos los que vamos a explotar,    si no son bien conocidos es porque los interesados en informarse no habrán querido conocerlos a fondo.

Si este libro tiene alguna novedad sobre tantos otros,    es como la de aquella aldeana industriosa que escribía a su hijo estudiante en la ciudad:     "Te mando el traje nuevo que te he hecho con la capa vieja de tu padre".

No basta acopiar papelotes:  es necesario leerlos.   Pero tampoco basta leerlos:    es indispensable querer comprenderlos, asimilarlos, sintetizarlos.

"Un minuto de síntesis, por un año de análisis",.,.,.,. decía el gran historiador Fustel de Coulanges.

Las cosas que aquí vamos a develar,    son de ésas que una vez encontradas no se deben esconder,    aunque los errores que destruyan tengan cien años.    La historia no tiene prisa, porque no hay prescripción contra la verdad.

Ya prevemos la impresión que va a causar este libro.    En unos será una gran decepción.    ¿Qué fe se puede prestar a los historiadores sobre los demás puntos de la historia patria,    si en éste,    que parecía inconmovible, se descubren tantas inexactitudes?

En otros será una gran indignación.    Sin tomarse el trabajo de rectificar nuestras pruebas, rasgarán sus vestiduras y se mesarán las barbas condenándonos a la muerte civil.    Moreno es para ellos más que un prócer,     es el oráculo del liberalismo,.,., raro en aquellos tiempos y lo necesitan para enchufar la revolución argentina en la revolución francesa,    haciéndola demagógica y despojándola de su carácter militar y católico.

"Este hombre blasfema!" —dirán como los escribas del tiempo de Cristo.,,.,. (Mateo 9.,3).,.,.,

La tentación de la impopularidad es tentación de corazones jóvenes.    Los viejos o los envejecidos antes de tiempo,    no se resignan a ser impopulares. Prefieren repetir lo que dice la mayoría,    para asegurar su tranquilidad y gozar de eso que se llama "buena prensa".

Nosotros debemos de ser bastante jóvenes, por dentro,    pues no nos asusta aumentar la impopularidad de que evidentemente ya gozamos.

Deploramos el disgusto que van a tener algunas buenas almas,    cuando lean estas cosas que venimos diciendo, pero "es casi imposible llevar la antorcha de la verdad por entre un gentío, sin chamuscar a alguien la barba" ,.,.,.,.,. LiCHTENBERG,.,., Aforismos  (Buenos Aires,  1942), pagína 63.

Si éste fuera un libro hipócritamente pornográfico,     si enseñara a los jóvenes, con falso aparato científico,    la manera de burlar las leyes de la vida,    como los que están en todas las bibliotecas públicas y cuyos lectores son especialmente colegiales y colegialas; si fuera una obra anarquista y atea,     que socavara los fundamentos de la sociedad,    blasfemará de Dios, se mofará de la religión,    de la bandera,    del ejército,    de la patria;    si fuera una apología del "amor que no se atreve a decir su nombre"    podría darse a luz sin levantar ninguna protesta,    como no fuera la de la Iglesia romana, que lo pondría en el índice, lo que aumentaría su difusión.

Pero se trata de un libro de historia limpio y serio,    que no bien aparezca provocará alaridos, graznidos,    maullidos y otra clase de rumores más o menos inteligentes.    Se insultará a su autor;    se decretará su muerte civil y,    si no fuera peligroso,    también la otra muerte por haber rebasado los límites de lo permitido en una sociedad liberal,    como la nuestra.

Se puede decir que Dios no existe,    que Dios es el mal;    que la patria no tiene fronteras;    que la bandera argentina nos dice menos al corazón que la bandera roja;    que no es una honra el ser argentino, y todo esto se ha dicho ¡hasta en el Parlamento!,    donde algún diputado llegó a afirmar que su patria era el país donde le daban de comer.    Todo se puede decir, sin rubor ni miedo,    porque aquí reina eso que llaman libertad de pensamiento y de prensa.

Pero no se puede decir que Moreno no fundó la Biblioteca Nacional,    sin que pretendan hacerle beber a quien lo diga bronce derretido,    porque decir eso es atentar contra la democracia,    fundada según lo propalan, por Mariano Moreno (véase más adelante el capítulo 17).

No está probado que nosotros no seamos demócratas;    hasta creemos serlo en su verdadero sentido.    "Sed buenos católicos, decía Pío 9, y seréis buenos demócratas".

Pero si está probado que no creemos que Mariano Moreno fundara la democracia argentina,    ni la Biblioteca Nacional,    ni La Gaceta, y allí está el peligro.

En Francia, historiadores contemporáneos han podido revisar tranquilamente la historia de la Revolución y descubrir la triste fisonomía de algunos semidioses.    ¿Es lícito intentar aquí algo parecido?    Ya veremos que no.

No está de más recordar las palabras de Tácito,    impresas como lema en las primeras páginas de La Gaceta de Buenos Aires:    "Felices tiempos aquellos en que sea lícito sentir libremente y expresar con la misma libertad el sentimiento".

Tácito, funcionario del Imperio, edil y pretor,    escribía bajo la recelosa mirada de los emperadores romanos,    páginas que muchas veces alarmaron a éstos.     Nosotros escribimos en la plena libertad de una República,    que se gloria de ser liberal, y por servir a la verdad.

La historia es ejemplo.    Comete una infidencia el que la falsifica, convirtiendo los sucesos del pasado en armas para los combates de hoy.    La historia es la patria.    Si nos falsifican la historia es porque quieren robarnos la patria.    "Los historiadores, que de mentiras se valen —decía don Quijote— habían de ser quemados como los que hacen moneda falsa"    Y es intolerable y bochornoso, que los escolares argentinos aprendan verdadera historia de Francia, de España, de Estados Unidos, y estén condenados a no aprender nunca la de su patria,    porque la historia dirigida,    escrita Grosso modo, está enferma de mitos calculados y de sopesadas imposturas.