EL PAPA EN TIERRA DE MISIÓN. PERO PARA HABLAR DE JESÚS ESTÁ SOLAMENTE ELLA, UNA BUDISTA
Hubo un solo momento en el que se
expresó el nombre de Jesús y se anunció su Evangelio, en los discursos
de la primera jornada de la visita del papa Francisco a Myanmar.
Solo que quien dijo estas palabras no
fue el Papa, sino la consejera de Estado y ministro de relaciones
exteriores birmana, Aung San Suu Kyi, quien profesa la fe budista:
“Jesús mismo nos ofrece un ‘manual’ de
esta estrategia de construcción de la paz en el así llamado Discurso de
la montaña. Las ocho bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-10) trazan el perfil
de la persona que podemos definir bienaventurada, buena y auténtica.
Bienaventurados los mansos —dice Jesús—, los misericordiosos, los que
trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed
de la justicia.
“Esto es también un programa y un
desafío para los líderes políticos y religiosos, para los responsables
de las instituciones internacionales y los dirigentes de las empresas y
de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las
bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades. Es el
desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de la que
son responsables, con el estilo de los trabajadores por la paz; de dar
muestras de misericordia, rechazando descartar a las personas, dañar el
ambiente y querer vencer a cualquier precio”.
Es verdad que San Suu Kyi retomó estas palabras del mensaje
de Francisco para la Jornada Mundial de la Paz, fechado el 1 de enero
de 2017. Pero impacta que la única en pronunciar el nombre de Jesús y
que haga resonar su Evangelio haya sido ella y no el Papa.
El texto íntegro del discurso de la
Premio Nobel de la Paz, pronunciado al comienzo del encuentro de
Francisco con las autoridades y exponentes de la sociedad civil, en la
tarde del martes 28 de noviembre, en el Centro Internacionales de
Convenciones de Nay Pyi Taw, la capital de Myanmar, puede ser leído en
esta otra página de Settimo Cielo:
Mientras que este es el discurso
pronunciado inmediatamente después por el papa Francisco, un discurso
totalmente “laico”, salvo la invocación genérica general sobre los
presentes de “bendiciones divinas de sabiduría, fuerza y paz”:
También en la mañana del martes 28 de
noviembre, al encontrarse con representantes de las diversas religiones
presentes en Nyanmar – budistas, musulmanes, hindúes, judíos, cristianos
anglicanos y católicos – Francisco no dijo nada específicamente
cristiano, sino que más bien insistió en el hecho que “cada confesión
tiene sus riquezas, sus tradiciones para dar y para compartir”; invocó
una “armonía” entre las religiones en el respeto de las diferencias;
condenó la “colonización cultural” que pretende “hacer iguales a todos”
y, en consecuencia, “matar a la humanidad”:
Ahora bien, ¿no era precisamente una
Iglesia “en salida” y más que nunca “misionera” el objetivo que el papa
Jorge Mario Bergoglio ha puesto en primer lugar en el texto programático
de su pontificado, la exhortación “Evangelii gaudium“?
¿Y qué puede estar más “en salida” y ser
más “misionero” que un viaje del sucesor del apóstol Pedro a una
“periferia” del mundo como Myanmar, todavía para evangelizar casi en su
totalidad?