miércoles, 6 de diciembre de 2017

DEMASIADAS REALIDADES PARA UN PAÍS DE FICCIÓN

DEMASIADAS REALIDADES PARA UN PAÍS DE FICCIÓN







Editorial

Viernes, 24 De Noviembre Del 2017 

El fin del submarino ARA San Juan no solo marca la posible suerte de 44 marinos, pone en una nueva perspectiva la hipocresía política de quienes han supuesto que, con solo mentar la democracia se puede, al mismo tiempo, robar a las Fuerzas Armadas y prescindir de ellas.

Las dudas y la certeza no pueden convivir mucho tiempo. Toda la teoría se vuelve frágil cuando hay algo concreto que la repugna. El discurso de la Marina, que se repetía sobre la normalidad del silencio de radio, parecía tener como objetivo la noticia que ayer dio vuelta todo y nos enfrentó con la realidad: la explosión tan temida se había concretado. Quizás era lo que verdaderamente suponía la cúpula de la Armada pero que no se podía exteriorizar sin alguna prueba. Y las pruebas llegaron.




Ahora queda solo la crónica de quienes fueron, qué es lo que hicieron y – aquí más dolor – a quiénes dejan, aquellos cuarenta y cuatro marinos. Pero, si es que por una vez los argentinos nos queremos sacar la careta, la tragedia también es una muestra clara del estado en que se encuentran nuestras fuerzas armadas. Como en el país habita una gran cantidad de miserables, no serán pocos los que intenten patear afuera, poniendo cara de pésame y nada más, intentando confundir – como lo hacen desde hace mucho tiempo – a las Fuerzas Armadas con el proceso que lideraron los militares del ’76 al ’83. La fórmula es sencilla: Las FFAA son de los militares, a los militares los pusimos presos, ergo podemos aprovecharnos de ellas. Esto, sin vociferarlo, se ha mantenido desde la restauración de la democracia como si fuera una verdad revelada, lo cual es un robo, porque las Fuerzas Armadas de un país son patrimonio de su pueblo que las nutre. Ahora bien, si no somos democráticos y sólo nos disfrazamos de tales, ¿qué mejor que unas fuerzas armadas débiles y despreciadas por parte de la gente?



El desfinanciamiento de las FF.AA. viene desde la época de Menem. Durante los gobiernos de Kirchner y Fernández nada se hizo por recomponer el equipamiento e intensificar la profesionalización de los cuadros. Por el contrario, Nilda Garré, tuvo a su cargo como Ministro de Defensa el desguace de las Fuerzas Armadas, luego lo continuó Rossi. Ahora, en estos dos años de Macri, pueden haber cambiado muchas cosas pero no existe una vocación por volver a reconocer el lugar que las armas de la Nación, tienen en la República.



El Presidente prefiere ser políticamente correcto, aunque eso signifique renunciar a su propio criterio para intentar la falsa aceptación de una mayoría de imbéciles.



Su ministro de Defensa, Oscar Aguad, se siente ignorado por la Armada. ¡Y cómo no estarlo si ha demostrado su ineptitud y su ignorancia en el tema! No tendría que criticar Aguad a los cargos de la marina, sino hacerse cargo de las fallas del Estado y de su responsabilidad como Ministro de una cartera que no conoce. Ni Graciela Villata, la secretaria de Servicios Logísticos, ni el secretario de Asuntos Militares, Horacio Chighizola, saben nada de defensa. Compararlo con Horacio Jaunarena es ofender a la inteligencia, lo único que ambos tienen en común es ser radicales. La diferencia: Jaunarena era un experto. Nos está saliendo un poco caro ese favor político que le está haciendo Macri a Aguad.



En el medio, cuarenta y cuatro argentinos perdidos en cumplimiento del deber. Cuarenta y cuatro que nadie en el espectro político quiere reconocer. Cuarenta y cuatro marinos de los que quizá - como decía la vieja canción marinera que en otros tiempos cantaba el coro de la Escuela Naval – ya cada uno esté: "Mecido en la cuna del mar / en paz me duermo, ¡Oh, Señor! / Pues sólo Tú puedes salvar / mi alma con Tu gran amor".



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