miércoles, 7 de diciembre de 2016

LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

LOS ÚLTIMOS TIEMPOS


Breves Reflexiones sobre los Últimos Tiempos

Por el Prof. D. Tomás Tello Corraliza
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EI tema aquí abordado, ha sido un tema recurrente a lo largo de los siglos, encarado en su aspecto escatológico negativo, anunciando, de manera morbosa, sensacionalista y pesimista, su inminente cercanía – en especial en los fines de milenios – videntes y profetas, aventurando fechas, más o menos concretas. Pensemos, por ejemplo, en el caso de las «Centurias Astrológicas» de Nostradamus, cuyos elásticos vaticinios fueron reiteradamente comentados e interpretados; o en el caso de la profecía del Obispo San Malaquías…

En este estudio sobre la catástrofe postrera, se prescinde, en absoluto, de la propia fantasía y corazonadas de agoreros y de profecías privadas. Se basa, única y exclusivamente, de manera objetiva, científica, en los datos bíblicos, teniendo en cuenta – como no podía ser menos, los comentários e interpretaciones de los exegetas de nota, contrastándolas con hechos incontrovertibles, que fueron vaticinados, como señales de la proximidade del riguroso juicio de las naciones, hace dos mil anos. 
La abundante bibliografia básica, así como el discernimiento crítico de las diversas interpretaciones y opiniones es una prueba más del carácter científico de esta disquisición. Esto no obstante, el autor pretende que la obra tenga carácter divulgativo. Por ello, se esforzará en ser llano en la exposición, de tal manera, que sea comprensible para todo cristiano, que simplemente sepa leer. Ruego al lector que tenga a mano una Biblia y relea los pasajes escrituristicos que, simplemente, se citen, sin estampar el texto; de tal modo que pueda contrastar su propia reflexión con la del autor.
Este estudio, realizado por un autor católico, lo pudiera haber hecho un autor no católico, o incluso agnóstico, con idéntica objetividad. En efecto, un agnóstico podría tratar, con toda objetividad, de la Trimurti brahmánica. Pues, una cosa es la exposición apologética y polémica, y otra muy distinta, la exposición escueta y fiel de unas ideas o doctrinas, aunque no se crea en ellas. Para designar la vuelta de Cristo como juez, es de uso muy corriente el término PARUSÍA, palabra griega que significa: llegada venida, presencia… Pero se designa, asimismo, con otras expresiones: Venida, aparición, revelación, día del SEÑOR, o del HIJO DEL HOMBRE; o también, JUICIO DE LAS NACIONES. Se hará uso preferente de este último sintagma.
Hoy en día, en contraste con la primera generación cristiana, obsesionada y deseosa de la vuelta de Cristo – actitud fomentada por los Apóstoles (Cf. I Tes. 1, 10; II Pdr. 3, II) – a los cristianos actuales no los acucia ese ardiente deseo. Los primitivos cristianos deseaban tan ardientemente el triunfo total, absoluto y definitivo de Cristo sobre las fuerzas del mal, que ya, entonces, creyeron inminente su venida; error que tuvieron que corrigir los mismos Apóstoles (Cf. II Texs. 2, 2-3 y II Pdr. 3). Pero, en la actualidad, hay que afirmar que el Juicio de las naciones está próximo, según se desprende del análisis de ciertas realidades o hechos indubitables, vaticinados como señales de una proximidad que, cual luces rojas, avisan del peligro.
Para terminar, se advierte que, en esta disquisición, se toma como centro de interés y punto de convergencia de las innumerables profecías y datos escatológicos bíblicos, el discurso escatológico de Cristo, expuesto por los Sinópticos. (Cf. Mt. 24; Mc. 13; Lc. 21).
Discurso escatológico – Al despedirse Jesús de Jerusalén, el martes por la tarde, los discípulos llamaron su atención sobre la grandiosa obra del Templo. Observación del Maestro: «Tiempo vendrá en que todo esto que veis será destruido no quedará de ello piedra sobre piedra». Estando ya en la falda del Monte Olivete, se acercan a Él varios de sus discípulos – Marcos los enumera – y le preguntan sobre cuándo tendrá lugar el fatídico oráculo. Es interesante analizar la versión que hizo cada uno de los Sinópticos de dicha pregunta. San Lucas, según la lectura del original griego, la transcribe como pregunta simple: ¿«Cuándo sucederá eso?» (21, 7).
Según se infiere de esta versión, se preguntaría solo por la fecha en que sucedería la ruina total del Templo. En cambio, en la transcripción de los otros dos Evangelistas, así como la de S. Lucas, en la Vulgata, la pregunta es compleja. Veamos la de S. Marcos: «Cuándo sucederá eso y cuál será la señal de que todo se va a cumplir?» (13, 4).
Mucho más interesante y matizada es la versión de S. Mateo: «Dinos cuándo acontecerá y cuál es la señal de tu venida y el fin del mundo“. Se formula como interrogativa indirecta y versa sobre tres aspectos: tiempo, señales precursoras y consumación. La versión de Mateo amplia el horizonte de la pregunta, en su estricta literalidad, hasta los sucesos escatológicos. («Esjatológico» escribía el P. Castellani para obviar el equívoco).
Esto es lo sorprendente. Cómo los Apóstoles, sin base inmediata – al parecer – dan ese salto, literal, no meramente típico, como pretenden algunos autores, del hecho particular de la anunciada ruina del Templo, a los sucesos escatológicos? La respuesta más adecuada, a mi juicio, ha sido la dada por el Cardenal Billot. Merece ser transcrita textualmente: «Esta pregunta desborda el escueto vaticinio de Jesús no sorprende que el Señor ahora responda más ampliamente; pues los discípulos mantenían íntegros los prejuicios sobre Jerusalén y su Templo; hasta el punto que asociaban en sus ideas el ocaso de Jerusalén el fin del mundo. Por tanto, la pregunta..se refiere al doble acontecimiento: la destrucción de Jerusalén y las señales precursoras de la última catástrofe. En este complejo, por tanto, debe encajarse también la respuesta del Maestro…Por eso, Jesús ofrece, en un mismo cuadro, la caída de Jerusalén del fin del mundo» (Cf. La Parusía. c.1).
Por eso, no es extraño que la opinión más común de comentaristas y teólogos sea que la respuesta e instrucciones del Maestro se refieren no sólo a la ruina de Jerusalén y del Templo, sino también a la Venida gloriosa de Cristo y al fin del mundo; y esto literalmente, no meramente en sentido típico. Pero, lo interesante de la respuesta es que Jesús satisfizo los deseos y sana curiosidad de sus discípulos y les ofreció unas señales determinadas, ciertas y seguras; si bien no les quita la oscuridad inherente a las profecías.

[EXCURSUS sobre la oscuridad de las profecías. Las profecías tienen su lado claro y, también, su lado oscuro; a veces, oscurísimo. Ya dijo Pascal – y antes que él San Buenaventura – que en las manifestaciones de Dios hay luz suficiente para los que desean ver; así corno también la suficiente oscuridad para los que tienen la disposición contraria.
De este modo, no se pierde el mérito de ver, ni la responsabilidad del rechazo. Esa oscuridad inherente a toda profecía la percibieron ya los SS Padres. San Ireneo dice que toda profecía, antes de su cumplimiento, es enigmática y ambigua para el hombre; sólo cuando se cumple, desaparece la ambigüedad. Pero, además, dicha oscuridad se agiganta en las profecias escatológicas. El Padre I.F. Sangüés reconoce, paladinamente, que el tema escatológico es, casi, el más difícil de todos. Sólo el paso del tiempo y el fluir de los acontecimientos – según reconoció S. Agustín – irá iluminando cada vez más, el lado oscuro de estas profecías. En efecto, así como un macizo montañoso, en la lejanía del horizonte, nos ofrece todos sus puntos como si estuvieran en el mismo plano, y sólo cuando nos vamos acercando, vamos distinguiendo, cada vez con mayor nitidez, sus contornos y distintos planos; así sucede en las profecías escatológicas, que consideradas y contempladas en la lejanía del tiempo, se ven muy confusamente. Sus contornos se van haciendo cada vez más nítidos, com forme nos vamos acercando a su realización. Por ese motivo, se debe ser parco en hacer afirmaciones categóricas a priori, en este terreno.]
Los datos que ofrecen las profecías escatológicas, en su conjunto, entre el A. y N. TESTAMENTO, son muy abundantes; por lo que resulta casi imposible una coordinación perfecta, antes de su cumplimiento. Comparo esas datas a una infinidad de piezas de un gigantesco «puzzle» o rompecabezas.
Coordinarlas, encajándolas en su lugar exacto, para que aparezca el cuadro tal cual debe ser, es una tarea inacabable. Es una labor de los comentaristas, a lo largo de los siglos. Por ello, normalmente, convencen más los comentarios más recientes que los de los antiguos Padres. Es que la observación de los acontecimientos históricos es el correctivo de los errores exegéticos e inexactitudes anteriores. De ahí que, ante las diversas interpretaciones apriorísticas, no debemos aferrarnos a una sola (salvo imperativo de la fe), pues de lo contrario, nos expondremos a no reconocer la realidad, cuando se haga presente. Esta fue lo que les sucedió a los Judíos. Por haber prevalecido la interpretación que confundía y fusionaba, en un mismo plano, las distintas venidas del Mesías, se negaron a reconocer la realidad de la primera. Lo mismo podría suceder a la inmensa mayoría de la generación cristiana, testigo de los acontecimientos precursores de la segunda venida de Cristo, si están aferrados a una errónea interpretación, desechando otra que le podría dar la clave.
Las proposiciones que debe aceptar todo católico son las siguientes:
 1) Lo incuestionable, por imperativo de la fe: «El Señor volverá a juzgar a vivos y muertos» Es artículo de fe, proclamado en el Credo.
2) Otro dato seguro, si bien de signo negativo: Nadie, excepto Dios, conoce el día ni la hora. Así consta de manera inequívoca, en el Discurso escatológico. (Cf. Mt. 24, 36 y Mc. 13, 32). Esta ignorancia absoluta,  revelada, acerca de la fecha exacta de la Parusía, la tuvo en cuenta la Iglesia, prohibiendo aventurar una fecha y condenando a los que lo hacían.
El V Concilio Lateranense legisló, al respecto, al tratar del ministerio de la predicación. «Los predicadores – dice – no presuman de ninguna de las maneras, predicar o fijar una fecha a futuros males: venida del Anticristo, o el día exacto del juicio… ». Juan XXII condenó como locuras y fábulas los asertos fantásticos sobre el fin del mundo que hacían los fraticelli (DS 490). Señalar, pues, fechas fijas, no deja de ser temerario y aventurado, y, hasta el presente, un rotundo fracaso en infinidad de predicciones a plazo fijo de las que hay noticia.
3) Otra característica inconcusa de la venida de Cristo, es que será súbita y sorpresiva. Esto ya se deduce de la circunstancia del desconocimiento de la fecha exacta; pero, es que, además, se insiste en ello, con imágenes muy apropiadas para expresar esa circunstancia. Se la compara a un relámpago, (Mt. 24, 27; Lc. 17, 24); al asalto de ladrón nocturno, (I Ts. 5, 1-2; II Pd. 3,10; Ap. 3, 3 y 16, 15); a lo que sucedió en tiempo de Noé y en los días de Lot, (Mt. 24, 37-39; Lc. 17, 26-30). S. Pablo nos dice: «cuando dijeren paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos, de improviso, la ruina… y no escaparán» (I Ts. 5, 3). Sí; será una llegada inesperada y súbita, que sorprenderá a toda la humanidad, en cuanto tal. Tenemos una imagen, que todo el mundo contempló, en su día: el impacto terrorista en la torres gemelas de Nueva York. La considero imagen exacta de lo que sucederá entonces. El evento de ese impacto fue considerado, en infinidad de comentarios de la prensa, como súbito, impensable, totalmente imprevisto y, por tanto, improviso, absolutamente sorpresivo…
4) No obstante, la tercera característica tiene una restricción. Para los fieles atentos a las enseñanzas y avisos del Maestro, no tiene por que ser imprevisto, ni sorpresivo, aquel día. Lo dice muy claramente S. Pablo: «Vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, como los que no tienen fe, como para que aquel día os pille por sorpresa» (I Ts. 5, 4).
Termino repitiendo lo que decía Pascal: «Hay luz suficiente para los que desean ver; así como la suficiente oscuridad – en este punto concreto – para los que tengan la disposición contraria». De este modo, no se perderá el mérito de ver, ni la responsabilidad del rechazo.
Con ese fin, se dan consejos, avisos, señales, para librarse y poder salir indemnes del peligro… (Ap. 11, 18; 19,13-14).
Se repite insistentemente – ¡VIGILAD! (Passim). Se nos impone la obligación de permanecer alerta: No hacerlo o ser descuidados, no dejará de ser una negligencia culpable…
 Cosas horrorosas y execrables tienen lugar en la tierra.
Los profetas profetizan mentiras, y los sacerdotes aplaudían.
¡Y mi pueblo se complace en tales ejemplos!
¿Qué pasará después de todo esto? (Jeremías, 5, 30).