lunes, 15 de agosto de 2016

¿A QUIÉN SIRVE ESTE INTRIGANTE FELÓN?

¿A QUIÉN SIRVE ESTE INTRIGANTE FELÓN?

¿A quién sirve este intrigante felón? El papa Francisco sostiene que el Cristianismo es igual de violento que el islam

Sumándose a las confusiones de los gobiernos europeos frente al desafío islámico, el papa Francisco ha contribuido con otra actitud anfibológica, como las que últimamente ha empleado. Afirmó: “El mundo está en guerra”, porque ha perdido la paz y no tiene miedo a decirlo. Pero añadió: “El mundo está en guerra, pero no es una guerra de religiones”. “Hablo en serio de una guerra de intereses, por dinero, por los recursos de la naturaleza, por el dominio de los pueblos”. Parecería que el líder de la Iglesia Católica vive en otro mundo, porque ¿cuál es la motivación del asesinato de Niza o de todos los que han degollado y decapitado enemigos delante de las cámaras de televisión? 

¿No pertenecen todos, sin excepciones, a organizaciones musulmanas radicales que proclaman la destrucción de Occidente? Es más: ¿No se matan entre ellos chiítas y sunitas, del mismo modo que lo vienen haciendo desde que se disputan el legado del Profeta?
¿Intereses? ¿Se puede hablar simplemente de intereses? Esos terroristas que se inmolan con chalecos explosivos, dispuestos a morir por Alá con tal de matar cristianos o judíos, ¿no son fanáticos religiosos?
Entendemos que el Papa no quiera excitar aún más el odio, pero, si reconoce que hay guerra, ella se libra entre enemigos, como lo dice la lógica más elemental. De un lado, está toda la civilización occidental y del otro, el islam radical en sus diversas vertientes. Ya sabemos que no son todos los musulmanes, pero en ese escenario es donde quizás el Papa podría ayudar, promoviendo un diálogo interreligioso, en que los musulmanes pacíficos, ayudados por el mundo tolerante, puedan realmente librar su batalla interna y lograr el predominio del lenguaje de la paz. No es verdad, como dice el Papa, que todas las religiones quieren la paz. Algunas sí y otras no. O algunos grupos sí y otros no. Y de eso se trata, de entender que las religiones que no quieren la paz deben ser derrotadas, en el terreno de los hechos desde ya, pero también en el de las conciencias, que es el más importante. Si no se desarma claramente la prédica del odio en mezquitas y madrazas, si no se enfrenta claramente y sin temores a los predicadores fanáticos, Occidente verá su fin. O el de los valores que lo configuraron, aunque sobrevivan sus Estados como cáscaras vacías.
Todo empieza por asumir, entonces, que si estamos en guerra, debemos combatir. ¿Contra quién? Contra los enemigos, los que nos declararon la guerra y quieren imponernos su religión retrógrada y su intolerante visión del mundo. Con ellos estamos en guerra y debemos luchar. Cada uno con sus armas, pero no dejarse vencer por el temor o la cómoda indiferencia.
“Todas las religiones tienden igual a la violencia”
En una conferencia de prensa, el papa Francisco pareció sugerir que todas las religiones tienden por igual a la violencia y que el Islam y el Cristianismo son iguales en ese aspecto.
Cuando un periodista le preguntó sobre el “salvaje asesinato del Padre. Jacques Hamel”, en el norte de Francia, claramente “asesinado en nombre del Islam”, Francisco respondió que no le gusta hablar de violencia islámica porque también hay mucha violencia cristiana.
En la breve conferencia de prensa a bordo del avión papal de regreso de Cracovia, el Papa dijo que todos los días, al leer el periódico, ve la violencia perpetrada en Italia por cristianos: “uno que asesinó a su novia, otro que asesinó a su suegra…. ¡y estos son católicos bautizados! ¡Hay católicos violentos!”
“Si hablo de violencia islámica, debo hablar de violencia católica,” dijo Francisco. “Y no, no todos los musulmanes son violentos, no todos los católicos son violentos. Es como una ensalada de fruta; hay de todo”.
¿No acaba de decir eso, o sí lo dijo? ¿Una “ensalada de fruta”? ¿A uno de sus propios sacerdotes, un par de “santos guerreros” islámicos le acaban de cortar la cabeza en un ritual en nombre de Allah, y para el papa Francisco este acto de la Jihad no difiere del hombre cristiano que asesina a su suegra en el noticiero vespertino? Desearía que el Santo Padre hubiera estado bromeando, pero no lo estaba.
A esta altura, parece acertado decir que el Santo Padre debe tener sus facultades mentales disminuidas de algún modo, o que trabaja activamente para desestabilizar la Iglesia en un mundo peligroso que empeora gracias a las palabras desconcertantes, acciones confusas y ahora la negligencia del líder espiritual más poderoso del mundo.

Suponiendo que el papa Francisco aún esté en su sano juicio, sólo podemos especular sobre quién podría ser quien le da estas órdenes extrañas. ¿Actúa en cuenta propia, como bola de demolición papal, por la sola ambición de su propio y enorme ego? ¿O hay alguien más –algo más—que le ha encargado que lleve a cabo una guerra no santa contra la Iglesia que él mismo lidera?