domingo, 20 de marzo de 2016

REVISTA CABIDO Nº 35-MARZO/ABRIL 2004-EDITORIAL ESTADO DE DESCOMPOSICIÓN

 Publicado por Revista Cabildo Nº35
Mese Marzi/Abril de 2004-3ªera Época
 REVISTA CABIDO Nº 35-MARZO/ABRIL 2004
EDITORIAL
ESTADO DE DESCOMPOSICIÓN

ERA el 1° de abril de 1939, cuando Francisco Franco selló la victoria de su guerra justa, inaugurando el parte de la batalla final con estas célebres palabras: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo...". Después de sesenta y cinco años, en la Argentina, la doliente situación reclama un penoso trueque semántico y sintáctico: cautívas y desarmadas las Fuerzas Armadas Nacionales, el Ejército Rojo ha ocupado la totalidad del poder político. Cautiverio y desarme decimos, al que la llevaron no sólo ni principalmente las ofensivas de un enemigo avieso, sino las claudicaciones, deserciones y traiciones innúmeras de unos mandos, que ya tienen reservado el estréllate) en las crónicas de la felonía universal. 


Ora el marinero tunante que cede la plaza de armas para que la miasma marxista enarbole su cochambroso harapo; ora la fámula majadera que quita presurosa sus cuadros de dos desdichados a la sola indicación del tiranuelo patán; ora el aviador de disculpas dobles y las contricciones ambiguas, a cual más agraviante, repulsiva e indigna. Emasculados todos, uno a uno y dócilmente, los alcance desde estas páginas el menosprecio rotundo e irrevocable de la Argentina Histórica.
En cuanto al ejército rojo antes aludido, no por el anacronismo del término ha de pensarse que su poderío es menor. Porque lo componen por igual funcionarios y piqueteros, periodistas y legisladores,- partidócratas y punteros de comité, abortistas y manfloros, sedicentes defensores de los derechos humanos y esa inmensa ralea en la que tanto cabe el cantautor como el comunicador social, el universitario progresista, el marginal salteador, el atildado dirigente oficial, el curerío apóstata, los jueces garantistas y la turbamulta juvenil o senil a la que le han llenado el alma de resentimientos e historias mendaces. Marea siempre pronta al desmán, al atropello y al delito, sea profanando la Catedral, saqueando la ESMA, cortando rutas, insultando al vencido o atacando a mansalva con sus armas que, por ahora, no pasan del garrote, aunque en ocasiones se las ha visto de fuego. Ejército Rojo cuyo Estado Mayor tiene sede en la Casa de Gobierno, desde la que se emite la evidente orden de permitirles los peores desafueros gozando de la más absoluta impunidad.
Quienes crean en la democracia -sea por rutina, memez o buenas intenciones- deberían preguntarse seriamente si acaso la invocada mayoría votó a las bandas subversivas de los años setenta para que continuaran su guerra y consumaran sus venganzas; si acaso está en el mandato colectivo que madres, abuelas, hijos y entenados de la guerrilla homicida sean los que tomen las decisiones y ejecuten los planes de un país entero; si acaso surgió del último vómito electoral la voluntad de que nuestra bandera fuera sustituida por un jirón guevarista. Quienes por el contrario nos contamos entre los inculpadores del sistema, recordaremos una vez más que no en vano Marx y Engels y Lenín después, previeron sagazmente que la república democrática es el acceso más próximo a la conquista de la Revolución. Pero unos y otros coincidiremos hoy en el triste diagnóstico de saber que la patria ha sido tomada de rehén por los terroristas. Por los terroristas que lo fueron de dos Estados, a falta de uno, el Soviético y el Cubano, bajo cuyos auspicios y apoyos cometieron el crimen de lesa humanidad de declararle la guerra a nuestra Nación.
Está claro que esto no ha de quedar así. Ante todo porque los síntomas de descomposición se aceleran y las torpezas se acumulan. Sea por la crisis energética, por el aumento de los productos básicos, por la pavorosa inseguridad social bajo la cual se vive o por el hartazgo de la presión ideológica, el estallido de la disconformidad generalizada es un hecho a corto plazo. Se equivoca el desabrochado patagón si cree que el olor de multitud será su compañía perpetua. Otros creyeron gozar de sus fervores y hoy son guiñapos ridiculizados por el demos y malandras escarnecidos por la opinión pública. También a él lo aguarda el oprobio al término de una gestión que será redondamente ominosa. Y si es cierto lo que dice San Agustín, que Dios ciega al que quiere perder, hace rato que está perdido por el propio taponamiento de su sesera angosta, de su corazón rencoroso y de su estrabismo espiritual más patético que el físico. No sería improbable verlo huir entre los mismos sones burlescos que, con el apoyo de los medios, hoy se permite lanzar contra sus caídos adversarios.
Pero también está claro que esto no ha de quedar así, ya no por el peso de sus miserias sino por la voluntad de quienes nos oponemos a ellas. Esta oposición ha de ser orgánica, firme, omniabarcadora y sostenida; y esa voluntad ha de ser inasequible al desaliento, encauzada por la fortaleza, iluminada por la fe, forjada en augurios de victorias posibles. La voluntad de oponerse al mal -el agere contra recomendado por San Ignacio- será el principio de la resistencia. Y es bien sabido que, desde Covadonga hasta Obligado, toda reconquista empezó siendo resistencia tenaz y vigorosa. •
Antonio CAPONNETTO