jueves, 31 de diciembre de 2015

El mito de la tierra plana atribuido al Cristianismo medieval


El mito de la tierra plana atribuido al Cristianismo medieval

 
El mito de la «Tierra Plana» atribuido al Cristianismo medieval
Thomas E. Woods, Jr.
“El verdadero mito es creer que alguien alguna vez creyó en una tierra plana”.
Durante la labor de promoción de mi libro How the Catholic Church Built Western Civilization (Cómo la Iglesia católica construyó la Civilización Occidental), he dejado claro que los principales historiadores de la ciencia actual ya no sostienen la incauta posición de que la “religión” no es más que un obstáculo para la “ciencia”. 


Esta opinión, indudablemente, es sorpresiva para algunas personas, ya que todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas hemos escuchado repetir esta idea.
Esta generalización fue planteada por Andrew Dickson White (1832-1918) en su obra de dos volúmenes History of the Warfare of Science with Theology in Christendom-1896- (Historia del enfrentamiento entre la ciencia con la teología en el Cristianismo). Aún así, se puede decir con seguridad que escasamente algún historiador de la ciencia serio en la actualidad ve al trabajo de White como algo más que historiografía risible. Y mientras las afirmaciones de Pierre Duhem y Stanley Jaki acerca de que ciertas ideas teológicas cristianas fueron indispensables para el levantamiento de la ciencia, ver por ejemplo la discusión de Jaki sobre el movimiento inercial y, por supuesto, toda su tesis en Science and Creation: From Eternal Cycles to an Oscillating Universe (Ciencia y creación: desde los ciclos eternos al universo oscilante), ciertamente no ha logrado permear todavía y convertirse en una tesis dominante, pero la postura de la oposición, la que fue taladrada dentro de las mentes del 99.9% del estudiantado estadounidense, en todos los niveles, desde la primaria en adelante, ha sido abandonada para cualquier propósito.
En realidad no. Esencialmente nadie, durante la Edad Media, creía que el mundo era plano. De los muchos mitos acerca de la Edad Media, este quizás es de los más propagados, y aún así, al mismo tiempo, el que de mejor forma y con más contundencia se ha refutado.
De hecho, la evidencia es de tal contundencia en desmentir este mito como lo sería el refutar la idea de que la luna es de queso.
Las dos figuras que rutinariamente citan los creyentes del mito son **Lactancio (c. 245-325) y el trotamundos y geógrafo griego Cosmas *Indicopleustes. Lactancio en realidad fue un hereje cristiano quien decía que Dios deseaba positivamente el mal y quien sostuvo una visión maniquea que consideraba a Cristo y Satán  como iguales, aunque creaciones opuestas de Dios. El creía que los filósofos paganos no tenían buenos argumentos a favor de considerar a la tierra como una esfera, y ya que la Biblia no toma posición ni de un lado ni de otro, lo consideraba sin importancia. Al menos, algunas de sus posiciones contrarias, al considerar a la tierra plana, pueden atribuirse a un entusiasmo mal encauzado de un ex pagano que deseaba contradecir todo lo que los paganos decían. Pero su opinión, de ninguna manera, fue representativa de los pensadores del Cristianismo temprano y sus ideas no parecen haber sido muy influyentes.
Cosmas construyó un elaborado y peculiar modelo del universo físico que representaba a la tierra de forma plana. E incluso él no deseó que su modelo se tomara como una descripción literal sobre el orden real del cosmos. El pensó en el universo físico en términos análogos de significado espiritual, un poco como Dante, quien más tarde abordaría un intento literario mucho más elegante.
El contemporáneo de Cosmas, Juan Filópono (490-570), criticó con mucha agudeza su trabajo. Cualquiera que haya sido la intención de Cosmas, por su gran énfasis en el detalle físico ciertamente daba la impresión de que su deseo era construir un modelo real del cosmos. Juan Filópono adoptó la opinión de San Agustín, la cual sería expresada por Alberto Magno y Tomás de Aquino posteriormente. Consistía en que los cristianos debían abstenerse de realizar afirmaciones sobre el mundo físico que entraran en conflicto con la razón, ya que de lo contrario ganarían para su Fe el desprecio y el oprobio.
Algunos estudiosos solían decir que la visión de Cosmas Indicopleustes fue la responsable por los llamados “temores a las orillas de la tierra” de los navegantes del siglo XV, aún cuando incluso Cosmas fue totalmente desconocido en dicho siglo. No existieron, en absoluto, manuscritos en latín de Cosmas durante la Edad Media. La primera traducción de su trabajo se realizó hasta 1706. Se puede decir con bastante seguridad que Cosmas no influyó en nadie.
El hecho es que la esfericidad de la tierra fue atestiguada en el aplastante consenso de los pensadores cristianos europeos, la idea de la tierra plana, en la medida que se manifestaba, fue ridiculizada.
La mayoría de las enciclopedias y trabajos de referencia han eliminado acertadamente sus alusiones a la tierra plana con Cristóbal Colón en sus tratados, aunque ocasionalmente vuelven a surgir, incluso hoy, en tanto exista alguna excusa para continuar divulgando esto. Los libros de texto, por otro lado, han corregido con mucho menos agilidad este error, con la consecuencia de que a los estudiantes de nivel primario, secundario y preparatorio aún se les continúa diciendo esto. Citando un texto de quinto año de primaria, refiriéndose a la época de Colón: “muchos europeos aún creían que el mundo era plano. Colón, pensaban ellos, caería en las orillas de la tierra”. Un destacado texto universitario explica que el conocimiento de los antiguos griegos sobre la esfericidad de la tierra, se perdió durante la Edad Media.
Incluso, ocasionalmente, algún estudioso notable aún continúa propagando este mito. John Huchra del Harvard-Smithsonian Institute for Astrophysics (Intituto Harvard-Smithsoniano para la Astrofísica), tiene una grabación donde menciona que durante la edad de los descubrimientos “algunos pensaban que el mundo podría ser plano y que se podía caer en sus orillas, pero los exploradores lo enfrentaron y encontraron la verdad”. Inclusive el muy respetado historiador Daniel Boorstin repitió el mito en su libro de 1983 The Discoverers (Los descubridores) diciendo que de 300 A. D. hasta al menos 1,300, “la fe cristiana y el dogma suprimieron la útil imagen del mundo que se había delineado tan lenta, dolorosa y escrupulosamente por los antiguos geógrafos.
Andrew Dickinson White, el devaluado gurú de la turbamulta que cree en la batalla entre la religión y la ciencia, empeñó su prestigio en la absurda teoría de la caída en las orillas, la cual no tiene fundamento alguno.
«Muchos valiente navegantes –escribió White-, quienes podían enfrentar bravos piratas y tempestades, se amedrentaban ante el pensamiento de que su nave volcase en una de las aberturas hacia el infierno, lo cual era una creencia común, y que sucedería en el Atlántico a una distancia desconocida de Europa. Este terror entre los marineros fue el principal obstáculo en el gran viaje de Colón.»
David Lindberg, quien está entre los más consumados historiadores modernos de la ciencia, corrige este episodio:
«Según el relato popular, existiría una creencia imaginaria respecto a la tierra plana que sería superada por la evidencia empírica de su esfericidad. La verdad es que la esfericidad de la tierra fue una figuración central en la creencia teórica, cuando se habla de la Edad Media, tan central que no existe argumentación alguna, teórica o empírica que la desplace.»
La vacilación inicial de los monarcas europeos para apoyar la propuesta de Colón no tiene nada que ver con la idea de que el mundo fuese plano y que podía caer en sus orillas. Fue precisamente la precisión de su conocimiento de la tierra lo que los mantenía escépticos: ellos correctamente concluyeron  que Colón había subestimado drásticamente el tamaño de la tierra, y por lo tanto, él y sus hombres pasarían por hambre, hasta morir, antes de llegar a las Indias. Afortunadamente para ellos, por supuesto, las Américas, desconocidas para los demás, providencialmente apareció en su camino.
La pregunta natural que surge en todo esto es, ¿cómo es que tal mito llegó a popularizarse? Sería lógico encontrar su origen en el Renacimiento y la “Ilustración”, ya que en ambas épocas puede encontrarse desdén y desprecio al mundo medieval, y particularmente en la última. Aún así, el mito no puede rastrearse en ninguno de estos periodos. El historiador del siglo XIX, William Edward Hartpole Lecky, un bien conocido crítico de la Iglesia católica, fue capaz, en épocas tan posteriores como 1867, de discutir la visión de Cosmas Indicopleustes sin extrapolarlas hacia una idea de que los Padres de la Iglesia creyeran en la tierra plana. La principal crítica de hombres como Lecky y Charles Kingsley fue que el escolasticismo medieval se había esclavizado a las ideas de Aristóteles. Ellos no podían acusar entonces, con justicia, a los hombres de la Iglesia de creer en una tierra plana, ya que la posición de Aristóteles fue que la tierra era redonda.
Los orígenes e historia del mito se pueden encontrar en un útil librito, sin notas ni índice y de sólo 77 páginas, del autor Jeffrey Burton Russell, llamado Inventing the Flat Earth: Columbus and Modern Historians (Inventando la Tierra Plana: Colón y los historiadores modernos), Nueva York, 1991.

Russell identifica varias versiones del mito. El más absurdo, ya que muestra ignorancia del antiguo conocimiento griego, dice que nadie creía que la tierra fuese esférica, hasta la época en que se demostró. Otra versión admite que los griegos sabían acerca de la forma de la tierra, pero alega que este conocimiento se perdió, o quizás fue deliberadamente suprimido – ¡lo que prefieran!- durante la “inculta” Edad Media. Mientras que otra versión conjunta prácticamente todo, a través de toda la historia se creyó que la tierra era plana, con la excepción de unas pocas mentes brillantes, aquí y allá, como Aristóteles y Tolomeo.
En la época de Boorstin, dice Russell, el mito “se había establecido tan firmemente que era más fácil mentir y creerlo: era fácil evitar comprobar las fuentes, era fácil que todos estuvieran de acuerdo, era fácil evitar el rigor histórico necesario para descartar el error.” Cuando Andrew Dickinson White repitió el mito, a finales del siglo XIX, basó su opinión, como podemos corroborarlo en sus notas, no en fuentes originales, las cuales desconocía en gran medida, sino en fuentes secundarias que sólo propagaban este mito.
Russel identificó a dos villanos del siglo XIX como las fuentes principales del mito: el escritor estadounidense Washington Irving y, el más significativo, el historiador francés Antoine-Jean Letronne (1787-1848). Los escritos medio históricos y medio ficticios de Irving frecuentemente hacían borrosa esta distinción entre hecho y ficción, una diferenciación que de la misma manera era poco clara para sus lectores. Determinado en retratar a Colón como un héroe romántico, Irving incluyó en suHistory of the Life and Voyages of Christopher Columbus -1828- (Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón), un registro ficticio de un concilio que supuestamente habría sermoneado a Colón con las teorías de Lactancio; el heroico Colón, por supuesto, resueltamente resistió estos intentos de persuadirlo con todas esas tonterías medievales.
[Nota de B&T: Esta es la poco original táctica de autores anticlericales actuales como Dan Brown, y en México, de Francisco Martín Moreno, quienes combinan la historia con sus propias versiones, generalmente mezcladas con exageraciones e interpretaciones históricamente indemostrables, pero que tienen la particularidad de alimentar el morbo y el odio a la Iglesia en algunas personas.]
En cuanto a Letronne, recibió mucho de su entrenamiento académico de hombres quienes propagaban el acostumbrado chisme de la “Ilustración” sobre la ignorancia de la Edad Media. Aunque concedía que unos pocos teólogos sabían que la tierra era esférica, Letronne inventó la idea de que la vasta mayoría eran unos tontos creyentes de la idea de la tierra plana. La idea de la tierra plana, decía, fue dominante en Europa hasta el tiempo de Colón.
La aceptación sin crítica del mito es muy tentadora para algunos estudiosos, ya que coincide con la caricatura que se forman del Cristianismo y por lo tanto, ya están naturalmente predispuestos. “Si los cristianos hubieran, por siglos, insistido en que la tierra era plana, en contra de la evidencia clara y disponible”, dice Russell, “ellos hubieran sido enemigos, no sólo de la verdad científica, sino unos enemigos desdeñables y lamentables.
El crimen de los supuestos creyentes de la tierra plana fue que ellos habrían adoptado una posición contraria ante un hecho y ante la evidencia disponible. ¿No son los propios críticos de esto, víctimas de su crítica, cuando ante la evidencia documental ellos sostienen lo contrario, que los cristianos creían que la tierra era plana?
Thomas E. Woods
Fuente original
Fuente de la traducción española
(Publicado en QNTCL en diciembre de 2015)



[1] Methodius, Chastity 9.2 (Musurillo, 134-135). [2] Jerome, Lives, 80; Epistle 70.5 (NPNF, 2nd series, Vol. 3, 378). [3] F.L. Cross & E.A. Livingstone, editors. The Oxford Dictionary of the Christian Church, 3rd edn. (Oxford: OUP, 1997)(3)ODCC, 791. [4] Encyclopedia Britannica Micropedia., Vol. 7, 15th edn., 1993, 90. [5] Jerome, Epistle 58.10. [6] Lactantius, Institutes, 1.1 (ANF, Vol. 7, 10); R.M. Ogilvie, The Library of Lactantius. (Oxford: Clarendon Press, 1978), 96.
Nota de B&T: **Lucius Caecilius Firmianus Lactantius fue entrenado como retórico por Arnobius El Viejo [1]. Fue designado como el principal maestro de retórica por el Emperador Dioclesiano (c. 245-313) en Nicomedia, aproximadamente en AD 300, renunciando a este cargo cuando se convirtió al Cristianismo. Desde 317 sirvió a Constantino (c. 274-337) como tutor de su hijo Crispus [2]. Sus trabajos que sobrevivieron y los testimonios de sus sucesores demuestran que fue un teólogo ineficaz, siendo “… más adepto a mostrar las incongruencias de la idolatría politeísta que en establecer la enseñanza cristiana.” [3] San Jerónimo escribió sobre él, diciendo: “Si tan sólo Lactancio, un río de elocuencia casi ciceroniana, fuese capaz de sostener nuestra causa, ¡con la misma facilidad con la que anula la de nuestros adversarios!” [4] El propósito de los escritos de Lactancio fue presentar al cristianismo de una forma que resultara atractiva a los filósofos paganos [5]. En la práctica resultó en una amalgama poco armoniosa de cristianismo, platonismo, estoicismo y pitagorismo. Sus ideas lo llevaron a su condenación póstuma como hereje. El interés en sus trabajos revivió durante  el Renacimiento, no debido a su sobresaliente contenido teológico, sino debido a su “excelente estilo en el latín”. [6]. [Rob Bradshaw].