martes, 29 de septiembre de 2015

Cuando los hombres se alejan de Dios, se corrompen las costumbres y decae la propia civilización


Cuando los hombres se alejan de Dios, se corrompen las costumbres y decae la propia civilización


El Papa León XIII enseña que la ruptura del vínculo del hombre con Dios lleva a la disolución de la sociedad y a la intervención abusiva del Estado en la familia. Una reflexión oportuna al cumplirse 10 años de la desastrosa ley de divorcio.

La Humanidad se encuentra hoy en una situación análoga a la del hijo pródigo de la divina parábola.

“Cuando se rompe el vínculo que une al hombre con Dios, legislador absoluto y universal, no resta sino la miseria moral puramente civil, es decir, independiente, que, prescindiendo de la razón eterna y de los preceptos divinos, lleva inevitablemente por su propia tendencia, a la última y fatal consecuencia de constituirse el hombre como ley para sí mismo. 


Se torna, entonces, incapaz de elevarse con las alas de la esperanza cristiana a los bienes supremos, buscando sólo un alimento terreno en la suma de gozos y bienes de esta vida, aumentando la sed de placeres, la codicia de la riqueza, la avidez de rápidos y excesivos beneficios, sin respeto por la justicia; inflamando la ambición de satisfacerlas, incluso legítimamente; generando, por fin, además del desprecio de la ley y de la autoridad pública, una licencia general de las costumbres, lo que acarrea la verdadera decadencia de la civilización. (…)
“De ahí proceden todos los graves perjuicios que ha sufrido en todas las partes el cuerpo social, comenzando por la familia. Porque el Estado laico, sin guardar los límites ni la finalidad esencial de su poder, extiende la mano para romper el vínculo matrimonial, lo despoja de su carácter sagrado, invade, cuanto sea posible, los derechos naturales de los padres en la educación de la prole, y subvierte también la estabilidad del matrimonio, sancionando con la ley la desastrosa licencia del divorcio.”
(Papa León XIII, Parvenu à la Vingt-Cinquième Année, del 19  de Marzo de 1902, n. 37, Voces, Petrópolis, 1952, 2ª. ed., pp. 10-11)