viernes, 28 de agosto de 2015

La desigualdad de derechos y de poder procede del propio Autor de la Naturaleza


La desigualdad de derechos y de poder procede del propio Autor de la Naturaleza

 

Quien creó y gobierna todas las cosas las ha dispuesto con su providente Sabiduría de tal forma que las más pequeñas por medio de las medianas y las medianas por medio de las mayores lleguen todas a su fin.

 

Habría innumerables textos de Papas, Santos y Doctores de la Iglesia que enseñan que la desigualdad social, cuando es proporcionada, está de acuerdo al plan de Dios y a la propia naturaleza.
León XIII, en la encíclica Quod apostolici muneris, del 28 de diciembre de 1878, enseña:
“Por más que los socialistas, abusando del propio Evangelio para inducir más fácilmente al mal a los incautos, se hayan habituado a desvirtuarlo según su parecer, existe, sin embargo, una divergencia tan grande entre su perversa teoría y la purísima doctrina de Jesucristo, que no la hay ni puede haberla mayor. Porque ¿qué consorcio hay entre la justicia y la iniquidad? o ¿qué sociedad hay entre la luz y las tinieblas? (11 Coro VI, 14).
“Realmente, como hemos dicho ya, no cesan ellos de repetir que todos los hombres son iguales entre sí por naturaleza, y por eso pretenden que no se debe honra ni veneración a la autoridad, ni obediencia a las leyes, a no ser a las que ellos mismos sancionan a su gusto. “Por el contrario, según las enseñanzas de los Evangelios, la igualdad entre los hombres está en que, al tener todos la misma naturaleza, están todos llamados a la misma dignidad excelsísima de hijos de Dios; bien como en que, por haber sido todos designados para el
La sociedad civil debe estar compuesta de muchos miembros, unos más nobles que otros pero todos recíprocamente necesarios y preocupados por el bien común.
mismo y único fin, cada uno será juzgado según la misma ley, recibiendo según sus méritos el castigo o la recompensa. Esto no obstante, la desigualdad de derechos y de poder procede del propio Autor de la Naturaleza, de quien toda paternidad, en el Cielo y en la Tierra, toma su nombre (Ef III, 15).”(1)
El Universo, la Iglesia y la sociedad civil reflejan el amor de Dios en una orgánica desigualdad
En la misma encíclica el Pontífice afirma: “Quien creó y gobierna todas las cosas las ha dispuesto con su providente Sabiduría de tal forma que las más pequeñas por medio de las medianas y las medianas por medio de las mayores lleguen todas a su fin. Por consiguiente, así como quiso que el propio Reino celestial los coros de los Ángeles fueran distintos y estuvieran sometidos los unos a los otros; así como en la Iglesia instituyó varios grados de órdenes y diversidad de ministerios, para que no todos fueran Apóstoles, ni todos Doctores, ni todos Pastores (1 Cor: XII), así también constituyó en la sociedad civil muchas categorías diferentes en dignidad, derechos y poder, sin duda para que la sociedad civil, al igual que la Iglesia, fuese un solo cuerpo compuesto de muchos miembros, unos más nobles que otros pero todos recíprocamente necesarios y preocupados por el bien común.” (2)