miércoles, 26 de agosto de 2015

ENEMIGOS DE LA IGLESIA PREPARANDO LA CAZUELA DE LENTEJAS


ENEMIGOS DE LA IGLESIA PREPARANDO LA CAZUELA DE LENTEJAS

24 ago

“Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es más deplorable, sacerdotes…”

(San Pío X Enc. Pacendi)

ENEMIGOS 1
El 3 de agosto el sitio alemán Katholisch.de, realizó una entrevista exclusiva al Cardenal Müller donde se puede leer lo siguiente:

ENEMIGOS 2
El 10 de agosto el sitio Rorate Caeli en su versión en español Adelante la fe (donde puede leer la entrevista completa) realizó una entrevista en exclusiva a Monseñor Schneider donde se puede leer lo siguiente:
ENEMIGOS 3
Adelante la Fe: Excmo. Señor. Recientemente ha visitado los Seminarios de la Fraternidad San Pío X en Estados Unidos y Francia (FSSPX-SSPX). Sabemos que es un encuentro “discreto”, pero ¿qué valoración puede darnos de lo que ha visto y hablado con ellos? ¿Qué expectativas ve de una próxima reconciliación y cuál sería el principal obstáculo para la misma?
Mons. Schneider: La Santa Sede me pidió que visitara los dos seminarios de la SSPX con el objeto de sostener un debate sobre un tema teológico concreto con un grupo de teólogos de dicha hermandad y con Su Excelencia el obispo Fellay. Esto me demuestra que para la Santa Sede la SSPX no es una realidad eclesiástica desdeñable, que es preciso tomarla en serio. Guardo muy buena impresión de mis visitas. Pude observar una sana realidad teológica, espiritual y humana en ambos seminarios. El espíritu de sentire cum ecclesia de la SSPX quedó manifiesto cuando me recibieron como enviado de la Santa Sede con verdadero respeto y mucha cordialidad. Es más, en ambos seminarios me alegró ver a la entrada la foto del papa Francisco, el Pontífice actualmente reinante. En las sacristías había placas con nombre de S.S. Francisco y del ordinario de la diócesis. Me conmovió el canto del rezo tradicional por el Papa (“Oremus pro pontifice nostro Francisco…”) durante la solemne exposición del Santísimo Sacramento. Que yo sepa, no hay razones de peso para negar a los sacerdotes y fieles de la SSPX reconocimiento canónico oficial, sino que se los debe aceptar como son entretanto. Eso fue en realidad lo que solicitó el arzobispo Lefebvre a la Santa Sede: “Que nos acepten como somos”. A mí me parece que la cuestión del Concilio Vaticano II no se debe considerar condición sine qua non, ya que se trató de una asamblea con fines y características primariamente pastorales. Parte de las declaraciones conciliares refleja únicamente las circunstancias del momento y tuvo un valor temporal, como suele pasar con los documentos disciplinares y pastorales. Si nos fijamos en la perspectiva de los dos milenios de la historia de la Iglesia, podemos afirmar que por ambas partes (La Santa Sede y la SSPX) hay una sobrevaloración y sobreestimación de una realidad pastoral de la Iglesia que es el Concilio Vaticano II. El hecho de que la SSPX crea, celebre los ritos y lleve una vida moral como exigía y reconocía el Magisterio Supremo y como observó universalmente la Iglesia durante siglos, y si además reconoce la legitimidad del Papa y de los obispos diocesanos y reza públicamente por ellos, reconociendo también la validez de los sacramentos según la editio typica de los nuevos libros litúrgicos, debería bastar para reconocer canónicamente a la SSPX por parte de la Santa Sede. De lo contrario perderá obviamente credibilidad la tan manida apertura pastoral y ecuménica de la Iglesia de hoy, y un día la historia reprochará a las autoridades eclesiásticas actuales por haber impuesto más cargas que las necesarias (cf. Hechos 15:28), lo cual es contrario al método pastoral de los apóstoles.
MONSEÑOR
Los días 7 al 12 de febrero de 1990 Monseñor Lefevbre dictó unas conferencias en exclusiva a las hermanas en la Abadía de Saint Michel donde les decía lo siguiente: “…Y el Padre Le Floch nos mostraba bien cuáles habían sido las ideas directivas de esos diferentes Papas, siempre las mismas, exactamente las mismas en todas sus encíclicas. Eso nos iluminó verdaderamente, nos mostró cómo había que juzgar los acontecimientos, dónde estaban los errores, dónde estaba la verdad, cómo había que pensar… Fue para nosotros, sin lugar a dudas, una revelación, y eso hizo que se nos quedase grabada. Como ya les he dicho, para mí el seminario francés fue una verdadera revelación y una luz para toda una vida sacerdotal y episcopal: ver los acontecimientos en el espíritu de los sumos pontífices que se sucedieron durante casi un siglo y medio, más particularmente los acontecimientos de la revolución francesa y todos los errores que nacieron de todas esas corrientes de ideas contrarias a la doctrina de Iglesia. Los Papas lo denunciaron, los Papas los condenaron y por consiguiente también nosotros debíamos condenarlos. Pero, como suele suceder en esos casos, los defensores de la Iglesia, los defensores de la Verdad, los defensores de la tradición de la Iglesia, atraen la ira contra sí. Atraen la ira de todos los que estiman que hay que hacer componendas con el mundo, que hay que adaptarse a su tiempo, que no hay que condenar los errores: “proclamemos la Verdad, pero no condenemos los errores”, un tipo de gente de doble cara. Es gente peligrosa, que se llama católica, pero que el mismo tiempo pacta con los enemigos de la Iglesia. Esa gente no puede soportar la Verdad, la Verdad integra y firme. No puede soportar que se combatan los errores, que se combata al mundo y a Satanás, y a los enemigos de la Iglesia, y que siempre se esté en estado de cruzada. Estamos en una cruzada, en un combate continuo. También Nuestro Señor proclamó la Verdad. ¡Pues bien! Le dieron muerte. Le dieron muerte porque proclamaba la Verdad, porque decía que Él es Dios.   ¡Sí! lo es. No podía decir que no lo es. Y todos los mártires prefirieron dar su sangre y su vida antes que entrar en compromisos con los paganos.
Ahora bien, actualmente sufrimos el mismo combate.  ¿Porque somos perseguidos? ¿Por qué soy yo perseguido hoy? ¿Por qué lo son ustedes, lo somos todos en la tradición? Porque afirmamos la Verdad y condenamos los errores, condenamos el liberalismo, condenamos el modernismo. Eso es inadmisible para la iglesia conciliar. El concilio ahora cambió todo eso, ahora hay que estar hoy bien con los liberales, con los modernistas, con los francmasones, con los comunistas, con todo el mundo. Se hace ecumenismo con todo el mundo. ¡Ustedes están en contra, por consiguiente están contra el concilio, y por lo tanto contra el Papa! ¡Condenados, pues!… ¡Que se los condene! Ya lo ven ustedes, es lo mismo, los mismos motivos, el mismo combate.
ENEMIGOS 4
Una vez más, eso fue providencial en mi existencia. Para mí fue una práctica considerable, porque ahí vi la malicia y perversidad de estos enemigos de la verdad. Desde entonces, y sobre todo más tarde, cuando ya era obispo, siempre desconfíe de toda esa gente que siempre trata de comprometer a la Iglesia, de comprometer al clero, de comprometer a los obispos con los errores modernos, con el mundo moderno. Eso me enseñó a ser vigilante cuando recibía a los sacerdotes, o cuando visitaba las diócesis y escuchaba informes sobre esto o aquello. Enseguida pensaba: ¡Ah!, tal vez se oponen unos a otros porque están los liberales y conservadores, los tradicionalistas. Siempre…Se encuentra esto más o menos en todas partes.
ENEMIGOS 5
Así, pues, el pobre Padre Le Floch se fue, y cuando volví en 1927 habían nombrado director al Padre Berthet. Él sí que era un hombre de doble cara, de apariencia tradicional, pero al mismo tiempo muy acomodaticio… Ya no hablaba de condenación, de lucha, de combate contra los errores. Dejemos eso, seamos prudentes. Por ese motivo los últimos años fueron un poco penosos en el seminario. Además, hubo un cierto número de seminaristas que no supieron soportar esta condenación del Padre Le Floch y dejaron el seminario en ese momento”.
¡Hay que arrancar la máscara a los falsos hermanos, sean laicos o clérigos!

MORALEJA: A la iglesia conciliar y a Francisco les gusta la cultura del encuentro, pero también la del silencio…. Mientras tanto, el Nullam Partem Habemus es destinado a hacer compañía a las actas del sínodo romano y la encíclica Véterum Sapientiae, en las GEMONÍAS.

ESTEBAN SANCHEZ MALAGON