martes, 24 de febrero de 2015

CRISTINA: POLÍTICA Y DELIRIO


23/02/2015                                            Por Mauricio Ortín 

                      CRISTINA: POLÍTICA Y DELIRIO 

La carta abierta que, sobre la marcha del #18F publicó en Facebook la presidente argentina no sólo transmite su visión antojadiza sobre el hecho en cuestión sino, también, revela el grave desequilibrio psíquico que la agobia. Al respecto, parafraseando a lord Acton,  para este caso vale aquello de que el poder enferma (la psique) y el poder absoluto enferma absolutamente. 
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Para muestra, el botón que sigue. Básicamente, según Cristina, la multitudinaria marcha fue parte de la ejecución del plan siniestro (Golpe Blando) que tiene por fin destituirla de la presidencia de la Nación y en absoluto tenía que ver –salvo en el caso de las hijas y la ex esposa- con un homenaje al fiscal Alberto Nisman. Ahora bien, ¿cómo sabe, cabalmente, cuál o cuáles fueron los motivos que movilizaron a cientos de miles de argentinos en todo el país y en el mundo? ¿Acaso piensa que Alberto Nisman –como la familia de condolencias- no era merecedor de un homenaje? o, en su defecto, ¿cree que aquellos que asistieron son unos perfectos farsantes que marcharon tras intereses espurios usando la tragedia del fiscal cuya muerte les importa un bledo? Ambas consideraciones presentes en la carta de la presidente, además de un insulto gratuito a los marchantes y, fundamentalmente al fiscal, tienen todos los condimentos para calificar a la carta como un perfecto delirio. Delirio que no es el primero sino el último de una larga serie a la que lamentablemente nos vamos acostumbrando pasivamente . Delirios paranoicos que la psicología básica, en el caso de Cristina, distingue como “delirio de grandeza” y “delirio de persecución”. Síntomas inequívocos del primero son las sistemáticas alusiones autorreferenciales de sus discursos, por ejemplo: “Nunca como en este gobierno se invirtió tanto en...”, “Nadie como este gobierno hizo tanto por...”, "Amo construir, debo ser la reencarnación de un gran arquitecto egipcio", "Me siento un poco la Sarmiento del Bicentenario”. Así también, en la conmemoración del 25 de Mayo de 2013 hizo una larga perorata hablando se sí misma con una que otra frase dedicada a la Revolución de Mayo. Más grave e inocultable, todavía, es el delirio o manía persecutoria que la afecta. Así, por ejemplo, constituye un caso de escopeta la embestida contra los jueces y fiscales que no se le someten (como los serviles jueces y fiscales K) dando curso a denuncias fundadas contra la presidente y otros funcionarios del gobierno. A este ejemplo de paranoia persecutoria se debe también sumar  la que tiene con Clarín, el campo, la CIA, el juez Griesa, Stiuso, Magnetto, los fondos “buitre”, Jorge Lanata, la derecha, el Dr. Carlos Fait, o "Si me pasa algo no miren a Oriente, miren al Norte”. 
Ahora bien, en contra de la hipótesis de que es el trastorno psíquico de Cristina  lo que marca el rumbo de su acción política, se podría admitir (y los mismos hechos que -en cierta forma- corroboran la primera sirven también para afianzar la segunda hipótesis) la que sostiene que lo que erróneamente suponemos como conductas psicopatológicas son en realidad el resultado de un plan fríamente concebido con el propósito específico conservar poder y/o la impunidad. Al respecto, sin importar si cuál de las dos o la combinación de ambas, lo real es que son absolutamente perjudiciales para la armonía social. Es típico de los totalitarios en el poder la necesidad de inventar enemigos implacables que representan el mal; “enemigos” de que los que nos defienden y a los que hay que exterminar para bien de todos. En ese sentido Hitler echó mano a los judíos; Fidel Castro, a los “gusanos” cubanos y a los EE.UU.; Stalin, a los “enemigos del pueblo” y el kirchnerismo, primero (con la complicidad de la oposición y la Corte Suprema de Justicia, con la digna excepción del juez Carlos Fait), a las FF.AA., luego a la “oligarquía” sojera, después, al Grupo Clarín y, por último, al partido judicial. Tanto el fascismo como el comunismo, una vez en el gobierno, arrasan con la independencia del Poder Judicial, la prensa libre y los partidos políticos.  
Benito Mussolini, Hugo Chávez, Nicolás  Maduro, Evo Morales, Cristina Kirchner y tantos otros son víctimas pero, fundamentalmente, victimarios de la enfermedad de poder que los lleva a la política que va y viene, inexorablemente, desde el culto a la propia personalidad hasta la fabricación del enemigo ideal. Resulta imposible ni importa demasiado saber cuánto de perturbación  mental y cuánto de cálculo cínico hay en este camino sin retorno que emprenden los pichones de totalitarios o totalitarios a secas. Algo es seguro, los gastos lo pagan otros.