martes, 27 de enero de 2015

Esto y aquello


Esto y aquello

Es un «signo de los tiempos» (signo de descomposición) el frecuente olvido del «et, et» (esto y aquello), cuando se predica de realidades distintas pero complementarias, y la asunción del «aut, aut» (esto o aquello), que contrapone dialécticamente y de manera artificiosa. Los ejemplos son abundantes. Tomamos uno ofrecido por Ratzinger:
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«No existe ninguna diferencia entre lo que hoy se suele contraponer como ortodoxia y ortopraxis, como doctrina recta y obrar recto, reflejando por lo general un tono más bien despectivo con respecto a la palabra «ortodoxia»: a quien tiene recta doctrina se le presenta como de corazón estrecho, rígido, potencialmente intolerante. En definitiva, todo dependería del obrar recto, mientras que sobre la doctrina se podría discutir siempre. Sólo serían importantes los frutos que la doctrina produce, mientras que sería indiferente por qué caminos se llega a las acciones justas.
Esa contraposición habría sido incomprensible e inaceptable para la Iglesia antigua, comenzando por el hecho de que la palabra “ortodoxia” no significaba “recta doctrina”: significaba la adoración y glorificación auténtica de Dios».
Otro ejemplo lo tenemos en el sacramento de la confesión. Ciertamente el ministro del sacramento ha de actuar como juez. Pero no sólo como juez, sino también como médico. Como juez, el sacerdote ha de juzgar de la gravedad de los pecados; de la integridad de la confesión; de las disposiciones del penitente. Teniendo siempre presente la infinita majestad de Dios ofendido, ha de ser juez que condene el pecado y absuelva al pecador arrepentido. Y ha de ayudarle a formar una conciencia recta, cierta y segura. Como médico: en cuanto que todo pecado es una enfermedad del alma; el confesor ha de diagnosticar esa enfermedad y detectar sus causas y raíces profundas; proponer el remedio medicinal, adecuado al penitente y a los pecados; curar las heridas (secuelas del pecado) en el alma; imponer una satisfacción.
Sería, por tanto, una contraposición forzada decir que «la confesión no es un juicio, sino una medicina»; o afirmar que «la confesión no es medicina, sino un juicio». Porque la confesión es un sacramento que conjuga ambos aspectos de modo complementario: es juicio y medicina. El equívoco se evitaría introduciendo un adverbio: «sólo», «solamente», «únicamente», «exclusivamente»…
También sería una contraposición artificiosa decir «la confesión es un juicio, y no un encuentro». Porque la confesión es, además de juicio y medicina, un «encuentro» con Cristo que es quien perdona los pecados por la mediación del ministro. El término «encuentro» significa la acción de Cristo por medio de los sacramentos y en este sentido lo emplea el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1097; 1153).
¿Dijo Francisco que la «confesión no es un juicio, sino un encuentro con Dios que perdona»? Así titula la agencia AICA, entre otras. Pero la agencia oficial del vaticano añade la conclusión de sus palabras según las cuales la confesión «más que un juicio, es un encuentro». 
Una vez más, hacemos nuestra la opinión de don Terzio:
«Desde que comenzaron, dijimos lo que pensábamos: Que los sermoncitos de las Misas de Stª Marta eran impropios del Papa, no apropiados ni a su ministerio ni a sus circunstancias. No recuerdo uno que no haya sido decepcionante, tratándose de quien se trata. El Papa no es, no puede ser, un cura de parroquia que improvisa e hilvana una reflexión desde el ambón. Francisco no puede ser Don Jorge. Pero se empeña en no dejar de serlo, para consternación de quienes mantenemos que el Papa se debe  a sí mismo una dignidad incompatible con las formas francisquistas»