Dios no está con los inmundos criminales que asesinaron a 132 niños en Peshawar
“Quien mata a una persona sin que ésta haya cometido un
crimen o sembrado la corrupción en la Tierra es como si matase a toda la
humanidad. Y quien salva una vida es como si salvase a toda la
humanidad.” Lo que acabáis de leer está tomado de la Sura 5:32 del Corán, el libro sagrado del Islam que dicen seguir los terroristas que ayer asesinaron a 132 niños en Peshawar, Pakistán.
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Esos 132 niños eran musulmanes, pero ante todo eran niños,
igual de inocentes e indefensos que los niños cristianos y yazidíes a
los que vienen masacrando los terroristas del ISIS en Irak y Siria. Si
yo, que soy católico, he acudido a las páginas del Corán ha sido para
intentar averiguar si ese libro autoriza a alguien a asesinar a niños, y
veo que no es así. Si nos atenemos al Corán, ayer los
terroristas talibanes hicieron algo moralmente tan cruel como si
hubiesen matado “a toda la humanidad”. Y me remito al Corán,
siendo católico, porque es el libro que aseguran seguir esos criminales,
a modo de justificación de sus atrocidades. En contraste, una mayoría de seguidores del Corán, que podrán ser mejores o peores, no se dedican a asesinar a niños: lo consideran inmoral. Hace cuatro años ya dije aquí que a mí me podrá disgustar el Islam, pero no todos los musulmanes son personas odiosas ni terroristas. Recordé entonces que organizaciones islámicas condenaron los atentados del 11-S y ofrecieron ayuda a las víctimas.
Y algo así es digno de agradecer venga de quien venga y sea cual sea la
religión -o la ausencia de ella- de quien se esfuerza en servir a Dios,
a veces incluso sin saberlo, haciendo el bien.
Yo no soy experto en religión islámica, aunque muchos de sus
preceptos me desagradan por completo. Yo soy un católico pecador que
intenta seguir a Cristo y a menudo, por mis propios defectos, me pierdo
en el camino. Lo que tengo muy claro es que si yo asesinase a
alguien invocando la Biblia, estaría ofendiendo doblemente a Dios igual
que lo ofenden los talibanes al invocar el Corán para justificarse,
porque cuando ambos libros condenan el asesinato de inocentes, cometer
tal crimen en nombre de ellos es insultar a lo más sagrado para una y
otra religión. La prueba más clara de ello es que los fanáticos musulmanes que dicen matar en nombre del Islam lo hicieron matando, ayer, a 132 niños musulmanes.
Niños que no habían matado a nadie. Niños a los que no se les pueden
atribuir los males o errores que puedan haber cometido sus mayores.
Niños que tenían una vida por delante. Ayer los talibanes demostraron
que apelan al Corán como podrían apelar a un pisapapeles: lo único que quieren es saciar su enfermiza sed de sangre matando a cristianos, musulmanes, ateos, adultos, niños… a quien sea.
Una sed de sangre propia de quien se esfuerza no en servir a Dios, sino
a Satanás, la personificación del mal tanto para cristianos como para
musulmanes. Se da la circunstancia de que las víctimas más numerosas que
tienen a mano esos servidores de Satanás son musulmanes. Y lo mismo les
ocurre a los del ISIS en Irak y Siria. Las víctimas musulmanas
de los terroristas talibanes y del ISIS ya se cuentan por miles. Son
fanáticos que no dudan en asesinar a sus propios correligionarios. Sinceramente, releyendo la citada Sura, encuentro más fidelidad hacia ella entre los soldados pakistaníes, iraquíes, kurdos e incluso israelíes de religión musulmana
que luchan contra los terroristas islamistas: terroristas que cometen
crímenes y siembran la corrupción en la Tierra, parafraseando al Corán. Esos soldados intentan salvar las vidas de sus compatriotas, y con cada una de esas vidas, salvan “a toda la humanidad”.
Mi respeto, como cristiano, para esos soldados, y mi abrazo y mis
condolencias para las familias y amigos de las víctimas del atentado de
ayer en Peshawar. Descansen en paz.