sábado, 8 de noviembre de 2014

Quien no es fiel en lo poco, menos lo será en lo mucho – Augusto TorchSon

Quien no es fiel en lo poco, menos lo será en lo mucho – Augusto TorchSon


  En estos tiempos que corren quedan pocas opciones para los católicos que pretendan seguir siendo fieles. Dado el grado de alevosía y grosería de la apostasía en la Iglesia; defendemos la Verdad Divina combatiendo el error sin concesiones, o transigimos con los mismos y nos sumamos a los que buscan incontables (y ridículos) argumentos para justificar la impostura. Y en esta disyuntiva, no cabe el silencio, ya que es la misma  jerarquía eclesiástica y sus grandes exponentes de modernismo religioso la que nos empujan a decidirnos. Y sabiendo que el principal promotor de las herejías modernas es quien ocupa la silla de Pedro, las opciones son claras: hoy más que nunca, con Dios o contra Dios.
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  Se podrá puerilmente (más bien maliciosamente) tratar de justificar la obediencia al error y hasta al pecado con el argumento que Cristo instituyó el papado y al mismo tiempo señaló que las puertas del Infierno no prevalecerían sobre la Iglesia; pero esta descontextualización, entra en terrible contradicción con el resto de las enseñanzas de las Sagradas Escrituras hoy pisoteadas y ultrajadas por el mismo sobre quien  “supuestamente” recaen las promesas divinas.
  Se nos dijo que no nos corresponde hablar y que es inútil hacerlo, ya que no podemos cambiar en nada la situación y además que al hacerlo somos imprudentes, incurriendo en juicios temerarios. Ante nuestra respuesta citando grandes santos que se opusieron al error, aún viniendo de un Papa legítimo, se nos respondió que ellos estaban autorizados a hacerlo y sería un acto de terrible soberbia pretender ponernos a la altura de los mismos. Esta misma gente es la que cree que para defender los Derechos de Dios es necesaria una experiencia mística, pública, y si es posible, científicamente comprobable, lo cual implica un grado de estupidez adecuado a la tibieza y cobardía de quienes hacen tales propuestas.
  Si para poder seguir siendo católicos fieles necesitamos de tales revelaciones, que hasta superarían a la mismísima Revelación Pública, entonces ha llegado la hora de relajarse y disfrutar, como dice la broma cruel al referirse a una violación que no se puede evitar. Y de hecho, esto que estamos viviendo es el más atroz de los ultrajes, el que se realiza en contra de la Verdad misma, que es Cristo y se hizo carne y se puso en manos de sus enemigos para redimirnos, más no para asegurarnos un confort terreno que tanto buscamos sin importar que claudicaciones requiera esta empresa.
  Y sin importarnos que éste o algunos de nuestros otros artículos, sean vistos por uno o miles de ciberlectores, ni nos reproduzcan en sitios de grandes cantidades de visitas; sabemos que nuestra tarea, con todas nuestras limitaciones, tiene que estar fundada en un celo verdadero y hasta en una santa ira. Y si nadie quiere escuchar, vamos a gritar en contra de estas espantosas herejías que promueve hoy quien está al mando de la Iglesia institucional y sus secuaces aunque tengamos que ir a un charco para que nos escuchen los renacuajos. Esto último para que no digan que pretendemos ponernos a la altura de San Antonio de Padua.
  Lamentablemente quienes deberían hablar, quienes deberían advertir a los fieles sobre  los peligros de seguir tan pecaminosa pastoralidad, no sólo callan, sino que hasta justifican y de esa forma promueven esos pecados contra expresos mandatos divinos. Porque como mencionamos al principio, es el mismo Bergoglio quien pone a los fieles contra la espada y la pared, para que lo sigan a él o sigan a la Santa Madre Iglesia y su Magisterio Eterno, Inmutable e Infalible. Cristo nos enseñó que “El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán” (Mc. 13, 31), y este Evangelio no admite diversas interpretaciones por más misericordina que se les quiera inyectar. Así hoy, la inmensa mayoría de los sacerdotes hacen el papel de perros mudos, haciendo que hablen hasta las piedras en su defecto. Muchos hoy son cómplices en la omisión de sus deberes de conducir al rebaño por el buen camino con su silencio, pero dentro de poco van a ser cómplices activos por unirse sin concesiones a la promoción de estos misericordeados pecados.
  Quienes por el contrario, supieron dar un valiente testimonio de coherencia con su fe, oponiéndose a los errores modernistas de la jerarquía apóstata, padecen como es lógico, la persecución implacable de parte de estos últimos. Aunque esto es sólo el comienzo de los dolores de parto de la Iglesia, éstos varones católicos nos anticipan su conducta futura teniendo en cuenta las palabras de Jesús que nos enseña que “quien es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho” (Lc. 16, 10) y así en sentido inverso, quienes hasta el día de hoy, no supieron y no quisieron señalar públicamente los errores que conducen a la muerte eterna, mañana, cuando la presión sea mucha mayor, difícilmente tomen una actitud diferente.
Augusto TorchSon

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