Cardenal Pie: “Es condición de toda verdad el ser intolerante”
Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicido
Es
de la esencia de toda verdad no tolerar el principio contradictorio. La
afirmación de una cosa excluye la negación de esa misma cosa, como la
luz excluye las tinieblas. Allí donde nada es cierto, donde nada es
definido, los sentimientos pueden estar divididos, las opiniones, pueden
variar.
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Yo comprendo y pido libertad en las cosas discutibles: in dubiis libertas.
Pero cuando la verdad se presenta con los distintivos de certeza que la
distinguen, por lo mismo que es verdad ella es afirmativa, es necesaria
y, por consecuencia, es una e intolerante: In necessariis unitas. Condenar la verdad a la tolerancia es forzarla al suicidio.
La afirmación se aniquila si ella duda de sí misma, y duda de sí
misma si permanece indiferente a que la negación se coloque a su lado…
Por eso, mis hermanos, por la necesidad misma de las cosas, la
intolerancia es necesaria en todo, orden y desorden, en todas partes lo
verdadero no soporta lo falso, el bien excluye el mal, el orden combate
el desorden.
¿Qué más intolerante, por ejemplo, que esta proposición: “dos más dos
son cuatro”? Si usted viene a decirme que dos y dos son tres, o que dos
y dos son cinco, le responderé que dos y dos son cuatro. Y si usted me
dijera que no impugna mi manera de contar, pero que mantiene la suya, y
me pide ser tan indulgente con usted como usted lo es conmigo;
permaneciendo yo totalmente convencido de que tengo la razón y que usted
esta equivocado y yo me callare, en rigor, sería porque después de todo
me importa muy poco que haya sobre la Tierra un hombre para el que dos
mas dos son tres o cinco.
Pero si se trata de la verdad religiosa, enseñada o revelada por Dios
mismo, si va en ello vuestro destino eterno y el de la salvación de mi
alma, por consiguiente ninguna transacción es posible. Me encontrareis
inflexible, y debo serlo. Es condición de toda verdad el ser
intolerante, pero siendo la verdad religiosa la más absoluta y la más
importante de todas las verdades, es por lo tanto también la más
intolerante y la más exclusivista.
Mis hermanos: nada es tan exclusivo como la unidad; por lo tanto,
escuchad la palabra de San Pablo: “No hay en el cielo más que un solo
Señor”: unus Dominus. Ese Dios, cuyo gran atributo es la unidad, no ha dado a la Tierra más que una solo símbolo, una sola doctrina, una sola fe: una fides.
Y esta fe, este símbolo, Él no lo ha confiado más que a una sola
sociedad visible, a una sola Iglesia, todos cuyos niños son señalados
con el mismo sello y regenerados por la misma gracia: Unum baptisma.
De este modo la unidad divina, que reside desde toda la eternidad en
los esplendores de la gloria, se manifiesta sobre la tierra por la
unidad del dogma evangélico, cuyo depósito ha sido dado en custodia por
Jesucristo a la unidad jerárquica del sacerdocio: Un Dios, una fe, una
iglesia (¡Unus Dominus, una fides, unum baptisma”).
(Fragmento de la obra “La intolerancia doctrinal”, del Cardenal Pie).