sábado, 25 de octubre de 2014

TIEMPO DE SUFRIR PERO NO DE RENDIRSE



TIEMPO DE SUFRIR PERO NO DE RENDIRSE
 JUAN C. NEVES
El Libro del Eclesiatés, perteneciente al Antiguo Testamento, dice textualmente: "Todo tiene su momento, y todo cuanto se hace debajo del sol tiene su tiempo. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de reír;…” En nuestra querida Argentina, por obra y gracia de los malos gobernantes, hemos entrado claramente en el tiempo de sufrir.
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 En la década de los “setenta”, militares, policías y empresarios eran los blancos favoritos de las bandas terroristas de  ERP  y Montoneros que secuestraban, atentaban  y asesinaban, en los lugares y momentos más favorables para su cobarde y criminal accionar. Por las noches, en  las calles en que había comisarías se bloqueaban las esquinas para prevenir que fueran atacadas con el doble objetivo de generar bajas de uniformados y robar armas. Los integrantes de los sectores elegidos como blancos vivían con temor  y preocupación cada vez que salían o llegaban a sus casas. Si concurrían regularmente a su trabajo se recomendaba cambiar los horarios de salida y las rutas de desplazamiento. Al llegar y salir del domicilio se tomaban precauciones especiales y se extremaban las medidas de seguridad personal.
 Han transcurrido cuarenta años y algunas cosas han cambiado. El temor a los asaltos, secuestros  y asesinatos al salir  y  llegar al domicilio,    que ahora se llaman “entraderas”   y “salideras”, ya no constituyen situaciones exclusivas sufridas por  un grupo determinado. El delito se ha “democratizado” y ahora toma víctimas de cualquier sector social.  Los ricos, la clase media y aun los más pobres caen bajo las balas  o el puñal de los delincuentes a veces por  objetos tan nimios como un celular o una campera. Las comisarías ya son asaltadas a la luz del día porque los criminales han perdido la sensación de peligro y la han reemplazado por la de impunidad. Los delincuentes se pavonean frente a las cámaras de televisión, son entrevistados, promueven su lenguaje chabacano y son presentados ora como víctimas de la sociedad, ora como  representantes de una cultura con valores dignos de consideración social.
Constituidos en “batallones militantes”, arropados por teorías jurídicas abolicionistas y transformados en símbolo progresista de lo “políticamente correcto”,  los delincuentes han logrado imponer su cultura “tumbera” bajo el perverso paraguas de poder de un gobierno “kirchnerista” que nos dejará esta maldición entre sus peores legados.
 También el crecimiento exponencial de la producción, tráfico y consumo de drogas es una marca registrada de esta década de gobierno K. Hubo una etapa de negación de lo evidente, encabezada por el entonces Ministro de Seguridad Aníbal Fernández. Luego llegó la clásica acusación a los opositores sintetizada en el señalamiento a  los “narcosocialistas” formulada en el mismísimo Congreso y ahora se llegó a la etapa de la resignación y el intento de someternos a la legalización del consumo de cualquier sustancia como propuso el Director de la SEDRONAR.  Nada de cerrar las fronteras al narcotráfico, de enfrentar y perseguir a productores, importadores y capitalistas de la droga, y menos aún, realizar masivas campañas de prevención.  Es mucho más descansado y probablemente más remunerativo rendirse y entregar la salud de nuestros jóvenes a la esclavitud de la adicción y la codicia de los poderes que manejan el mercado de las drogas. Pareciera que, más allá de la incompetencia o la complicidad, quienes nos gobiernan odiaran a la sociedad de la que surgieron  y quisieran corromperla hasta sus cimientos.
 A pesar de estos probados antecedentes nefastos en todo lo que respecta a seguridad, la señora presidente pretende en sus últimos meses de ejercicio modificar toda la legislación judicial, con un proyecto de Código Penal que ha sido severamente cuestionado por las facilidades que otorga a los delincuentes y ahora con un proyecto de Código Procesal que tras la fachada aparente de reflejar un endurecimiento, totalmente ajeno al sentir “progresista” que siempre animó al oficialismo, parece esconder el intento de dejar  en manos de fiscales afines el irrefrenables pedido de cuentas que sufrirá este gobierno tan pronto deba soltar los resortes del poder. 
 Este extemporáneo y trasnochado espíritu reformista  no solo abarca el ámbito de la justicia sino que ha avanzado en leyes que aumentan el poder central  en el manejo de los recursos energéticos, en el control del abastecimiento o en cualquier otra área en que el capricho presidencial pretenda incursionar. Hemos llegado al extremo de estatizar ese engendro pseudo académico que dio en llamarse “Universidad de las Madres”, escuela de adoctrinamiento revolucionario, cuyos desaguisados administrativos serán pagados una vez más  con los fondos de los sufridos contribuyentes. 
 Lejos quedaron las fantasías de quienes pensaron que el Frente para la Victoria, con la señora presidente a la cabeza,  organizaría un traspaso de gobierno consensuado, dejando desatados los caminos para el crecimiento y el desarrollo económico e institucional de nuestra vapuleada república. Esa esperanza desconocía la naturaleza de un estilo y una personalidad profundamente mezquina y egoísta en la que solo caben el resentimiento y la confrontación. De alguna manera, parece que el gobierno no perdona a la ciudadanía que, con su voto, haya cerrado las puertas a la  reforma constitucional y al continuismo y nos castiga complicando nuestro presente y amenazando nuestro futuro.
 Cuenta para ello con el voto atado de sus legisladores, incapaces de anteponer el interés de sus representados por sobre los intereses partidarios y la verticalidad absoluta, a quienes les cabe la responsabilidad histórica de haber convalidado desde  un presupuesto viciado de falsedad hasta el otorgamiento de poderes que exceden el mandato constitucional. Esta etapa legislativa será recordada como el tiempo en que los principios  y valores republicanos fueron aplastados por imposición del número de una mayoría circunstancial incapaz de aceptar el debate, las evidencias y los puntos de vista divergentes.
 Sin embargo, esta soberbia política choca con límites que  no puede superar, tal como son las leyes de la economía. Por mucho que se tergiversen las cifras y se metamorfoseen los índices de precios, la sistemática reincidencia en gastar mucho más que lo recaudado y mantener un déficit fiscal elevado han minado las bases del crecimiento y la credibilidad económica. La Argentina está en recesión. No se trata de un colapso como el que nos hundió en el 2001 pero si de una presión fuerte y persistente que nos está llevando a la asfixia. La combinación de alta inflación, falta de dólares para importación  y un dólar oficial por debajo de su valor real, van quitando competitividad a la economía y provocando cierre de empresas  y suspensiones que el gobierno puede negar pero no evitar. Como se ha dicho claramente en el coloquio de IDEA, este modelo (si alguna vez existió como tal) está agotado.
Tampoco ha logrado el gobierno “kirchnerista” asustar a sus interlocutores fuera de las fronteras nacionales. Sus ataques desmesurados contra el juez que le dio la razón a los tenedores de bonos impagos en su litigio con la Argentina y la insistencia en descalificarlos como “fondos buitres”, sin atender razones ni medir expresiones,  nos ha puesto en situación de “default técnico”. Ahora, los poderosos estudios jurídicos que apuntalan la estrategia de los litigantes, han comenzado a apuntar contra  los bienes presidenciales y de empresarios amigos del poder en su afán por encontrar fondos embargables,  y con ello, podrían llegar a prestar un servicio inestimable en el develado de las tramas de corrupción que los jueces argentinos soslayan o dilatan. Lamentablemente todo el descrédito que acumulan nuestros funcionarios también mancha  y enturbia el buen nombre  y la seriedad de la nación misma.
 Con estos escenarios externos e internos el año largo que falta hasta que la señora Cristina Fernández entregue el  poder será  un calvario para la Argentina. Es imprescindible manifestar democráticamente el profundo rechazo que genera esta política oficialista de dejar tierra arrasada, empresas quebradas, deudas impagables, exportadores sin mercados y una sociedad desalentada, con la oscura esperanza de que el fracaso de su sucesor  reabra las puertas del poder a quienes tanto daño le están haciendo al país. En cada tribuna y en cada acto de campaña, en los medios y en las calles, tenemos que hacer saber que los argentinos no estamos dispuestos a que nos roben el futuro y que señalaremos con el dedo acusador a todos los que se presten a esa traición social y moral. Que el espíritu no decaiga pues eso es lo que desean los perversos. Tengan por seguro que en nuestra  Argentina   ningún hombre  ni mujer de bien se rendirá y afortunadamente, todavía existen muchos.
Juan  Carlos Neves
Primer Secretario General, Nueva Unión Ciudadana
www.nuevaunionciudadana.org