sábado, 27 de septiembre de 2014

BERGOGLIO; UN HOMBRE QUE VIVE DE UTOPIAS


BERGOGLIO; UN HOMBRE QUE VIVE DE UTOPIAS
xfrancisanatemaxx
«Mi Iglesia será reducida tan rápidamente como la noche se convierte en día, y aquellos en su interior no entenderán lo que les ha sucedido. 
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Hay quienes dentro de Mi Iglesia, se colocan a sí mismos en tal posición como si fueran Yo mismo. Hacen juicios y utilizan su autoridad para provocar lo que no viene de Mí. Yo digo: ay, de tal persona, pues Yo la derribaré. Tendrá mucho que padecer bajo Mi Justicia por las mentiras y engaños que han sido propagados en contra de la Verdad y en contra de Mi Obra. Sólo cuando sea traído de rodillas él reconocerá que no soy Yo, sino Mi siervo, y tan solo un pobre siervo. Tales como ellos no traen almas a Mí: ellos Me traen nada más que vergüenza. Su fe no existe. Es como si sirvieran a otro dios, y no a Mí». (Christina Gallagher – Septiembre de 2012).

Tiempo de Justicia es el que se ha iniciado ya dentro de la Iglesia.

En este tiempo, no hay Misericordia. Es decir, no es tiempo para convertir, sino para condenar. Se convierten los que tienen que convertirse, pero es el tiempo para llevar a la condenación, porque el Anticristo ya está dentro de la Iglesia.

La primera en sufrir la Justicia es la misma Jerarquía de la Iglesia, que viven con un sentimiento de seguridad terrenal, pero que carecen de la visión sobrenatural para poder comprender que el piso que pisan es falso, que la cabeza a la cual siguen es la puerta para el alejamiento de toda verdad. Cabeza de Apostasía.

Una cabeza que dice: «Ya el libro del Génesis, al presentarnos de un modo poético las primeras pinceladas de este inmenso cuadro…» (Bergoglio – «Educar, un compromiso compartido» – Mensaje a las Comunidades Educativas, 2007). Bergolgio es una cabeza que arrastra a toda la Iglesia hacia la apostasía de la fe.

Para Bergoglio, la creación de Dios y el pecado de Adán y Eva fueron poesía; luego, todo lo demás es una fábula que hay que contar, de muchas maneras, para tener a la gente contenta.

Un hombre que vive de sueños, no de la Verdad: «Un escritor latinoamericano decía que tenemos dos ojos: uno de carne y otro de vidrio. Con el de carne miramos lo que vemos, con el de vidrio miramos lo que soñamos. Pobre una mujer o un hombre, pobre un pueblo, que clausura la posibilidad de soñar, que se cierra a las utopías. Por ello, es parte de la dignidad trascendente del hombre su apertura a la esperanza» (Ibid.).

Usted, como católico, ¿puede obedecer a un hombre que persigue utopías en su vida, que persigue vientos de doctrinas, fábulas?

La vida es una utopía: es el pensamiento de Bergoglio: «…pobre un pueblo… que se cierra a las utopías». La Iglesia, ¿es una Iglesia de utopías? ¿Persigue utopías? Muchos católicos dirán que sí, como Bergoglio.

Usted, como Jerarquía de la Iglesia, ¿puede dar su obediencia a un hombre abierto al engaño, a la ilusión, a la duda, a la falsedad…? Todo es un sueño, una utopía… nada es estable… Vive tu sueño, vive para agarrar una ilusión, un viento que viene y se va….. Sé una veleta de la vida, pero no permanezcas en algo estable, permanente, inmutable, porque no existe…. No te cierres a un dogma, sino ábrete a una utopía. ¿Captan el pensamiento de Bergoglio?

No te clausures a las utopías, sino que vive de una ilusión, de un absurdo, de un camino sin esperanza, sin posibilidad de encontrar el sentido a la vida. La esperanza, para este hombre, es la conquista de una utopía. La Iglesia, que vive de unos dogmas, está equivocada, porque se cierra a la utopía, a un mundo idealizado, inventado por cada uno en su mente.

Para Bergoglio, cada uno se inventa el bien y el mal: «Todo ser humano posee su propia visión del bien y del mal. Nuestra tarea reside en incitarlo a seguir el camino que el considere bueno (…) No dudo en repetirlo: cada uno tiene su propia concepción del bien y del mal, y cada uno debe escoger seguir el bien y combatir el mal según su propia idea. Bastaría eso para cambiar el mundo.»

¿Y ustedes pueden obedecer a un hombre abierto a la utopía? Un hombre que mira el mundo como un ideal en su mente, como una perfección que nunca se puede dar en la realidad de la vida. Eso es la utopía. Bergoglio vive en su mente idealizada y persigue un mundo, una iglesia utópica, que sólo existe en su pensamiento. Es el bien que concibe en su mente; es el mal que atrapa su mente. Pero no es la realidad de la vida; no es la verdad que enseñó Cristo sobre el bien y el mal. No es la Iglesia de Cristo.

¿Es Cristo una utopía o la verdad, la única Verdad? Si Cristo es la verdad, ¿por qué continúan mirando a un mentiroso y le siguen en la Iglesia? ¿Por qué hacen caso de lo que un engañabobos está construyendo en la Iglesia?

¿Pueden llamar Papa a uno que caza utopías en la vida, que caza vientos con su cabeza? ¿Lo pueden hacer? Hay muchos que sí lo hacen.

Para este hombre no existe la esperanza cristiana:

«Hace algunos años les decía que la esperanza no es un “consuelo espiritual”, una distracción de las tareas serias que requieren nuestra atención, sino una dinámica que nos hace libres de todo determinismo y de todo obstáculo para construir un mundo de libertad, para liberar a esta historia de las consabidas cadenas de egoísmo, inercia e injusticia en las cuales tiende a caer con tanta facilidad» (Ib).

No hay norma de moralidad, sólo existe la libertad de pensar. Y, con esa libertad, libres de toda ley moral, se construye el mundo que queremos, la iglesia que queremos, el evangelio que más nos gusta. ¡Este es el pensamiento de Bergoglio!

La esperanza cristiana es vivir para conquistar el cielo. Esto, para Bergoglio, es «una distracción de las tareas serias» de la vida. Hay que vivir, según su mente diabólica, para ser independientes en todo: ser libres de todo determinismo = no hay leyes que determinen la vida del hombre, su pensamiento y sus obras; son todas –esas leyes- un obstáculo. Hay que construir un mundo de libertad; hay que liberar al hombre de tantas cadenas que su historia le ha puesto. Bergoglio es el nuevo mesías del hombre histórico: el que salva al hombre de su historia mal contada por su mente.

Esto lo predicaba Bergoglio el día de la Pascua del 2007. Y, después, de siete años, él no ha cambiado de mentalidad. Sigue con lo mismo, dando culto al hombre en su mente, porque vive dentro de su propio pensamiento humano. No vive en Cristo; no posee la mente de Cristo. No es otro Cristo; es un demonio encarnado.

Sacerdotes, Obispos, Cardenales, que han perdido la verdad en sus mentes y se dedican a hacer el juego a este hombre, que sólo habla para conquistar un aplauso del mundo, que hace de sus homilías un juego de la poesía, un lenguaje agradable a todos, la búsqueda de un ideal utópico, pero con una idea maquiavélica en su interior.

Bergoglio está sediento de la gloria del mundo. ¿Todavía no lo han captado? Y arrastra a toda la Jerarquía para que le apoyen en este negocio. Hay que abrirse al mundo, porque este el pensamiento clave en Bergoglio.

Para Bergoglio, la verdad no consiste en abajar la mente a la doctrina de Jesús. No puede ser eso, porque todo es poesía, todo es una utopía, un mundo que hay que construir en la mente, una fábula. No está la verdad en someterse a lo que dice Jesús. La verdad consiste en fabricar una doctrina ideal, utópica, sobre Jesús.

«lo importante de la prédica es el anuncio de Jesucristo, que en teología se llama el kerygma» (El Jesuita – Entrevista al Cardenal Bergoglio – pag 89). Lo importante en la homilía, no es dar la verdad, sino dar una serie de palabras. Esto es la palabra kerygma: proclamar, anunciar, gritar unas palabras, un credo, una publicidad sobre Jesucristo.

La misma Palabra de Dios nos enseña que no hay que anunciar a Jesucristo, sino que hay que predicar el Evangelio:

«Id, pues, enseñad a todas las gentes…, enseñándoles a observar todo cuanto Yo os he mandado» (Mt 28, 19ª.20). Hay que predicar lo que Jesús enseñó a Sus Apóstoles. El Evangelio es una moral y un dogma. Es algo firme, inmutable, permanente, eterno, sin posibilidad de cambio. Es la doctrina que Jesús dió a Sus Apóstoles y que la Iglesia ha enseñado durante 20 siglos. Hay que enseñar esto. Y sólo esto. No hay que predicar a Jesús. Todo el mundo predica sobre su Jesús, sobre la idea que ellos tienen de Jesús; pero nadie predica la misma doctrina de Jesús.

No hay que enseñar que «Jesucristo es Dios, se hizo hombre para salvarnos, vivió en el mundo como cualquiera de nosotros, padeció, murió, fue sepultado. Eso es el kerygma, el anuncio de Cristo, que provoca estupor….Cada uno tiene su manera de llegar a creer. La fe es el encuentro con Jesucristo» (Ib). No hay que recitar el credo, como un papagayo, anunciando una serie de palabras, sin el concepto que les corresponde. No hay que predicar un lenguaje muy sentimental y bonito.

Hay que darle al alma la forma de creer, la manera de llegar a Jesús, de cómo convertirse, cómo el alma encuentra a Jesús. ¿De qué sirve recitar el credo? ¡De nada! Hay que creer en lo que se recita. Hay que hacer vida el credo.

¿De qué sirve predicar que Jesucristo es Dios? ¡De nada! Hay que explicarle a la gente que para llegar a este pensamiento, para creer que Jesús es Dios, tiene el alma que quitar de su pensamiento propio muchos errores, filosofías, conceptos, apegos a la vida, que le impiden creer. Si la gente no sabe lo que significa que Jesús es Dios, si no se sabe la moral y el dogma que este pensamiento trae, ¿cómo va a encontrar a Jesús? ¿cómo se va a convertir del pecado? No puede. La fe no es el encuentro con Jesucristo. Esto es muy bonito, pero un error. La fe es un don de Dios, con el cual el alma obra la Voluntad de Dios en su vida. La fe es una obra divina. No es hacer poesía sobre Jesús.

Si cada uno tiene su manera de llegar a creer, entonces cada uno tiene su punto de partida y hay que sentarse a dialogar sobre la fe de cada uno, para tomar experiencias y así ser más de Jesús:

«Después del encuentro con Jesucristo viene la reflexión, que sería el trabajo de la catequesis. La reflexión sobre Dios, Cristo y la Iglesia, de donde se deducen luego los principios, las conductas morales religiosas, que no están en contradicción con las humanas, sino que le otorgan una mayor plenitud» (Ib).

¿Ven el gran error? Después de contar una fábula sobre Jesús, después de un poco de poesía, de sentimentalismo barato sobre los tesoros de Jesús, viene el ponerse a hablar y sacar conceptos que no contradigan al hombre: «conductas morales religiosas, que no están en contradicción con las humanas». Y es muy importante que no contradigan al hombre, a su pensamiento, a su vida, a sus obras.

Lo moral está por debajo de lo humano. Primero es el hombre, después lo moral. Lo moral es la creación de la mente humana. No es algo impuesto por Dios al hombre. No es una ley divina. No es una doctrina moral y dogmática. Es sólo un concurso de los hombres, un diálogo, un consenso. Así piensa mucha Jerarquía. Así hacen sus apostolados en la Iglesia: primero el hombre, primero dar de comer, después hablamos un poco de poesía sobre Jesús; fabriquemos nuestras fábulas, nuestros mundos utópicos.

«En que no se le presta atención al kerygma y se pasa a la catequesis, preferentemente al área moral. Basta escuchar algunas homilías, que deben ser kerygmáticas con algo de catequesis, pero que terminan siendo morales, a lo sumo catequéticas. Y dentro de la moral —aunque no tanto en las homilías como en otras ocasiones— se prefiere hablar de la moral sexual, de todo lo que tenga algún vínculo con el sexo. Que si esto se puede, que si aquello no se puede. Que si se es culpable, que si no se es culpable. Y entonces, relegamos el tesoro de Jesucristo vivo, el tesoro del Espíritu Santo en nuestros corazones, el tesoro de un proyecto de vida cristiana que tiene muchas otras implicancias más allá de las cuestiones sexuales. Dejamos de lado una catequesis riquísima, con los misterios de la fe, el credo y terminamos centrándonos en si hacemos o no una marcha contra un proyecto de ley que permite el uso del preservativo» (Ib. Pag 90).

¿Entienden ahora aquello de: «No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. (…) Las enseñanzas de la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas equivalentes. Una pastoral misionera no se obsesiona por transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente» ? ¿Lo han captado? Hay que hacer poesía en las homilías y, después, dejar que la gente viva su vida como quiera. No hay que hacer una marcha contra un proyecto de ley que permita el preservativo, ni organizar una marcha pro-vida, para que anulen las leyes que permiten abortar. No hay que enfrentarse a los homosexuales, sino que hay que casarlos en la Iglesia….

Que cada uno viva su vida como le parezca, porque «No hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable» (EG, §129). No pienses el dogma, no te apoyes en una verdad que no puede cambiar. Es que eso no existe. No hay nada absoluto: «no hay palabras que expresen un contenido absolutamente invariable». Cristo no es la Verdad, sino una utopía. Hay que ir en busca de esa iglesia ideal, que le gusta a todos los hombres, que pone contentos a todos los hombres. Y, por eso, él predica tan tranquilo: «Si un niño recibe su educación de los católicos, protestantes, ortodoxos o judíos, eso no me interesa. A mí lo que me interesa es que lo eduquen y le quiten el hambre.»

¿Ven lo que es este hombre? La homilías tienen que ser kerygmáticas: tienen que anunciar algo; pero no la doctrina de Jesús. No tienen que ser catequéticas. Tienen que ser sentimentales: pintar un Jesús amable, amoroso, misericordioso, que nos salva a todos, que es muy bueno con todos, que a todos perdona… Pero no hables de moral, de dogma: no toques el infierno, el pecado, el purgatorio, la lujuria… no digan que esto se puede hacer y esto no…. No te metas en eso…. No juzgues a nadie…. «¿quién soy yo para juzgar?»…Si haces eso, entonces relegas el tesoro de Jesús vivo.

¿Ven la falacia del pensamiento de este hombre? ¿Ven la forma de engañar a todos desde hace 18 meses? Todas sus homilías son así, según la estructura que tiene en su mente diabólica. Demos una fábula a la gente, toquemos un tema, pero dando vueltas a todo, sin tocar tierra, sin decir, esto es pecado, esto no se puede hacer, sino que hagamos una predicación, un kerygma para el hombre, para satisfacer las ideas del hombre, para agradar los oídos de los hombres. Porque lo que importa en la vida es dar de comer al hambriento. Lo demás, es la utopía de cada uno en su mente.

Esta es la predicación del 19 de septiembre sobre la resurrección y la última de hoy, 25 de septiembre, sobre la vanidad: un dar vueltas a las cosas, dando un poco de poesía sobre la vanidad, sobre la resurrección, para al final, no decir nada. Al final: dame dinero para mis pobres.

Es el tiempo de la Justicia. Es el tiempo en que toda la Jerarquía será despojada de su autoridad y de la seguridad que ahora tienen. Muchos de ellos se creen dioses y son, como todos, hombres sin inteligencia espiritual, pervertidos en sus juicios, incapaces de luchar por un bien divino, porque han hecho de sus vidas sacerdotales el columpio de lo humano. A pesar de tener tanta teología encima, no saben tener dos dedos de frente cuando hablan; no saben discernir a un hereje. ¿De qué les sirve tanta teología?

La Jerarquía está usando su autoridad para crear confusión en toda la Iglesia. Enseñan fábulas a la gente y, después, piden obediencia a esas fábulas.

La Jerarquía tenía que poner en guardia a toda la Iglesia sobre la falsedad de Bergoglio. Ellos tienen el poder de hacer eso. ¿Y qué han hecho con ese poder? ¿A qué se dedican en la Iglesia? A callar y a torear a Bergoglio.

A mostrar la mierda pinchada en un palo, que es la doctrina de Bergoglio, como un alimento precioso para todos. ¡A esto se dedica toda la Jerarquía! A llamar doctrina católica a una doctrina claramente herética y del demonio, que lleva necesariamente a la apostasía de la fe a toda la Iglesia.

Se dedican a cumplir las formalidades externas con un viejo verde, que acaba de ser proclamado por la televisión holandesa OUTtv la superestrella mediática del año. ¡Un maricón de mierda es Bergoglio! Esto no se atreven a decirlo la Jerarquía. Y es lo que piensan muchos.

Los cristianos que están en el mundo ven a Bergoglio como lo que es: un falso poeta. Y todavía los católicos no han despertado del sueño en que viven, de la utopía que muchos se han inventado en sus cabezas. Y lo siguen llamando Papa. Y esto es señal de la gran corrupción espiritual que se vive dentro de la Iglesia Católica. Ya nadie conoce la fe católica, la doctrina que Jesús enseñó desde el principio y que nunca ha cambiado. Porque la Verdad no admite cambios, desarrollos, invenciones nuevas. La verdad es como es, guste o no guste. Y esto es lo que muchos católicos, con sus teologías ambiguas, ya no encuentran: la verdad. Ya viven en la utopía y no saben llamar a Bergoglio como lo que es: un hereje. No lo pueden hacer. Y nunca lo harán, porque son malos como Bergoglio: viven en su maldad. Viven para romper la Verdad, a base de su inteligencia humana pervertida.

Pero, ¿qué creen que vienen ahora? Una panda de falsos profetas, de falsos pastores, que apoyan la doctrina de Bergoglio.

La Jerarquía de la Iglesia se sabe toda la filosofía y toda la teología. Sabe la Verdad y sabe dónde está esa Verdad. Pero están pervertidos en sus inteligencias: ven la verdad y dicen, prefiero mi verdad, mi interpretación, mi estilo de vida. Y son maestros en liar a las almas, que no conocen el lenguaje teológico, para presentar una mentira, una mierda pinchada en un palo, como alimento exquisito, como verdad, como dogma a seguir.

Este es el tiempo de los que «vocean pomposidades vacías… prometiéndoles libertad, cuando ellos son esclavos de la corrupción» (2 Pe 2, 18.19). Esto es Bergoglio y todo su clan abominable. Pero, en la Iglesia, hay que tener la valentía de llamar a cada uno por su nombre para ser de Cristo. Y esto es lo que muchos ya no saben hacer. Tienen respeto humano. Quieren quedar bien con todo el mundo. Quieren ser los que construyen la unidad apoyándose en la mentira, en la boca de un mentiroso.