martes, 29 de abril de 2014

Hubo Jueces en la Argentina

Hubo Jueces en la Argentina


Dr. Jorge Vicente Quiroga
1974 - 28 de Abril - 2014


Hace cuarenta años, la organización marxista terrorista ERP 22 de Agosto, la misma que meses más tarde terminaría con la vida del mártir Carlos Sacheri, asesinó en la vía pública al Juez Jorge Vicente Quiroga.
Hoy que la Justicia en la Argentina está en manos de muchos jueces prevaricadores, nos parece necesario resaltar el ejemplo del Dr. Quiroga, a ese efecto, compartimos con nuestros lectores lo siguiente:

Discurso del Dr. Gerardo Palacios Hardy

En un desagravio al Juez Quiroga en 2012
Primera Parte

Segunda Parte

SENTENCIA CONTRA UN JUEZ
El Dr. Quiroga y su familia
Por Victoria Villarruel (*)
 En la Argentina, hubo un tiempo en que las sentencias las impartían las organizaciones terroristas. Eran sentencias de muerte. El domingo 28 de abril de 1974, el brazo del terror bajó el martillo contra un juez de la Nación, Jorge Vicente Quiroga.
Ese día, quien había sido uno de los jueces de la Cámara Federal en lo Penal pagó con su vida haber juzgado, condenado o absuelto a los terroristas que agredían a la población civil en nombre de una lucha armada que ellos creían justa y necesaria.
Quienes debían estar tras las rejas, gozaban de la libertad irrestricta que les había otorgado la amnistía concedida durante el gobierno del Dr. Cámpora, refrendada por quien en ese entonces era ministro del Interior y hoy procurador de la Nación, el Dr. Esteban Righi.
Quiroga caminaba hacia la casa de otro colega, con el cual irían juntos a la cancha a ver un partido de Boca. Pocos metros antes de llegar a destino, dos jóvenes en moto le dispararon y nueve balas impactaron en su cuerpo. Murió asesinado a los 48 años. Sus asesinos, integrantes del ERP 22 de Agosto, escaparon, pero sus nombres quedaron para siempre unidos al crimen: Marino Amador Fernández y Raúl Argemi.
El muerto había sido elegido por sus méritos para integrar la Cámara Federal en lo Penal, un plan innovador para la época, que se adelantó a España e Italia en el juzgamiento de ETA y las Brigadas Rojas. Significó una modernización del sistema, para poder juzgar con celeridad los actos terroristas. Esa Cámara tenía competencia para juzgar todos los delitos calificados como subversivos, garantizando la defensa del imputado. Así, el crimen del empresario italiano Oberdan Salustro pudo ser resuelto en 11 meses. La labor de los jueces no fue de persecución ideológica: la prueba es que no hubo una sola condena por la ley 17.401, de represión del comunismo. Los terroristas ni siquiera eran esposados, como detallaron las crónicas de la época.
Se podrá discutir la oportunidad de iniciar esta experiencia durante un gobierno de facto, pero es incontestable que se respetaron todas las garantías procesales durante el poco más de año y medio de trabajo y que, una vez dictada la amnistía, en mayo de 1973, todos los terroristas que habían sido condenados o estaban siendo procesados fueron liberados y retomaron el camino de las armas.
Los asesinos del juez Quiroga fueron juzgados y condenados a 18 años de cárcel, pero apenas cumplieron unos años. Los restantes miembros de la Cámara Federal en lo Penal sufrieron persecución y amenazas, lo cual provocó que se exiliaran. Al ser desarticulada la Cámara, los terroristas lograron uno de sus más preciados objetivos: la impunidad, porque ningún juez se atrevería en adelante a condenarlos. A 35 años del asesinato de este magistrado, observamos con preocupación que continúan impunes, libres entre los ciudadanos. Algunos ocupan cargos públicos.
El Poder Judicial sigue siendo presionado por algunos de los que en el pasado integraron estas organizaciones terroristas y que hoy, con la suma del poder público, amedrentan a todos los que no responden a su línea argumental en esta tragedia nacional.
Otros, simpatizantes de las ideas mesiánicas de los terroristas, aportan su granito de arena a la disolución de uno de los pilares de la República: la independencia del Poder Judicial. Una muestra de la maquinaria creada para garantizar la impunidad de quienes atentaron contra las instituciones del Estado fue la Resolución 158/07, por la cual el procurador Righi ordenaba a los fiscales no considerar delitos de lesa humanidad los cometidos por integrantes de organizaciones armadas. Hoy, ante la decisión de la Cámara de Rosario en la causa Larrabure, Righi ha debido bajar los decibeles de una discusión en la que debería haberse excusado de participar, por ser parte interesada.
Treinta y cinco años después, los familiares de las víctimas del terrorismo continúan su lucha por el reconocimiento de sus derechos humanos. Temen al ver a algunos de los que los atacaron gozar de la inmunidad que les brindan sus cargos, y esperan que surjan jueces como Quiroga, que enfrenten la inmoralidad jurídica y política y que den testimonio de la valiosa función de un magistrado.
(*) Victoria Villarroel es Presidente del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas y el presente artículo fue editado por el Diario La Nación el 28/04/2009


Por Oscar Dufour
14:30 hs. del 28 de abril de 1974, Raúl Argemí venía en moto con Marino Amador Fernández por las calles frenéticas del centro de Buenos Aires. Desandaban la calle Viamonte esquivando gente y autos. En la esquina de Montevideo casi chocan contra el auto de un Juez, que les tomó la patente.
Tal vez iban distraídos pensando en los datos que les había cantado, bajo tortura, el Dr. Carlos Alberto Bianco, al que tenían secuestrado desde hacía varios días. La moto hizo una maniobra extraña y frenó justo en el 1506 de Viamonte.
Desde calle Paraná venía cruzando, puntual, el ex Juez Jorge Vicente Quiroga. Él también iba aquella tarde al 1506 de Viamonte, a visitar a su amigo el Juez Rébori. Marino Amador Fernández y Raúl Argemí lo sabían. Lo dejaron pasar, y se bajaron de la moto, sacaron sus metralletas Halcón, y le dispararon 14 balazos a quemarropa… con esos balazos, el ERP intentaba vengar a sus camaradas enjuiciados por Quiroga, ex Juez de la Cámara Federal Penal, órgano judicial que enjuiciaba a los terroristas, y puntualmente desarticulada por Héctor J. Cámpora.
Cámpora había amnistiado a todos los terroristas enjuiciados por “el camarón”, pero ya se sabe cómo es de venenosa la venganza, en la sangre resentida de los asesinos. El ex juez Quiroga cayó en agonía, ellos subieron a la moto y salieron a toda velocidad mientras la gente huía despavorida. Quiroga se desangró en la vereda.
Murió dos horas más tarde en el hospital Rawson. Una placa roñosa y desteñida en un rincón del edificio de Tribunales de Capital Federal, recordó muchos anos con timidez a Quiroga. Mártir de la justicia.
Hoy esa Placa recordatoria ya no está más, seguramente molestaba la ‘conciencia’ de algunos.
La policía del Presidente Perón llegó en pocas semanas hasta la calle Fragata Sarmiento 1071 en Ramos Mejía. Allí encontraron un rastrojero robado preparado con una bomba de 3 kilos de trotyl, un indicador eléctrico mecánico de activación, una ametralladora Halcón cargada, una falsificadora de credenciales, papeles del ERP, miles de proyectiles y un cuaderno con los datos de un funcionario judicial secuestrado: el Dr. Bianco.
Argemí, Violeta Ana Moratto y Fernández, fueron acusados por el homicidio del ex juez Quiroga, tenencia de armas de guerra y de explosivos, acopio de municiones, asociación ilícita calificada y uso de documentos falsos en concurso real. Y se les sumó luego la sentencia por el homicidio de Quijada, total: 25 años.
Pero por distintas amnistías y reducciones de penas, salieron todos el 15 de agosto de 1984.
Para ellos sí hubo Olvido y hubo Perdón. Raúl Argemí vive en España, escribiendo con orgullo sus “locuras” juveniles de asesinatos callejeros. Vuelvo a recordar que algunos como Bendini le dirá “atacante”, otros “joven idealista”. Yo tengo aquí la obligación de recordarlo como Asesino, como lo que fue.
Para quienes no lo sepan, Raúl Argemí fue miembro del grupo terrorista argentino ERP 22 de agosto, un grupo que se dedicaba, básicamente, a descoser a balazos a civiles y uniformados en la vía pública. Graciela Lilian Lavalle de Reyna, declaró ante la Cámara Federal Penal que en los 70, en una casa donde ella y su célula terrorista recibía adiestramiento, al dueño de casa se le escapó un tiro. Con ese tiro (NG) “Julio” mató a su esposa, curiosamente, de apellido Argemí… y desde ese momento, cuenta la testigo, todos los que asistían a esa casa tuvieron que pasar a la clandestinidad.
Raúl Argemí, de todos modos, se las ingenió para pasar al bronce terrorista con muertes “mejores” que la de su compañera de “fierros” y de cama. Años más tarde fue detenido, enjuiciado y sentenciado a 25 años de prisión por la muerte del juez de aquella Cámara Federal donde su “cumpa” lo “batió”.
Sí, don Raúl Argemí fue uno de los que acribilló al juez Quiroga en el barrio porteño de Tribunales. También el tribunal lo encontró responsable de la muerte del Almirante Quijada. Pero claro don Argemí se las ingenió para salir en libertad 15 años antes de cumplir su condena, con un indulto del ex Presidente de facto Reynaldo Bignone.
Y se las ingenió, para cobrarle una suculenta indemnización al Estado. Ahora vive en España, donde mata el tiempo escribiendo oscuras novelas de ‘familias con muertes’. Obvio, sabe lo que escribe. El tipo se las ingenió para borrarse del mapa, y de la historia.
Conclusiones: Interpreto que el objeto de la muerte del doctor Quiroga fue el asesinato de un Juez de la Nación que juzgó a terroristas aplicando el derecho, y que a pesar del tiempo transcurrido no ha sido debidamente homenajeado, habiéndonos regalado su vida a los argentinos por la administración de la Justicia con mayúsculas.
No le tembló la mano al Dr. Quiroga cuando tuvo que firmar las sentencias de estos criminales, a pesar de las constantes amenazas contra su vida que recibía. Fue un prestigioso Juez, valiente como pocos y un hombre de bien, que honró al Poder Judicial y al país.
Sabía que con cada sentencia, ‘firmaba su sentencia de muerte’ pero siguió adelante. Como consecuencia de la muerte del Dr. Quiroga, por parte de guerrilleros del ERP, ningún Juez, a partir de ese momento y hasta el año 1976, se animó a juzgar a los integrantes de las diversas organizaciones subversivas que asolaron al país en el pasado reciente.
Recordemos que el Dr. Righi ex Procurador General de la Nación del gobierno kirchnerista -cómplice y socio del actual régimen neo montonero- se fue de su cargo y dejo así impunes 22.000 atentados subversivos que causaron dos mil muertos y más de doce mil heridos o inválidos vitalicios siendo el 40% civiles inocentes, y antes de hacerlo, el ex Ministro del Interior de Cámpora, otrora, autor de los “indultos” y la “la Ley de Amnistía”, que abrió las cárceles el 25 de mayo de 1973; en el año 2007, dicto una Resolución, la N 158/07, procurando con ello impedir la investigación de los crímenes de las organizaciones terroristas, y así conocer la verdad completa de los crímenes.
Estos asesinos del Juez Quiroga, Marino Amador Fernández y Raúl Argemi, son nada más ni nada menos los mismos criminales convictos a quienes el “bebé” Righi y el gobierno Camporista, les abriera incondicionalmente el portón de la prisión de Villa Devoto, aquel nefasto 25 de mayo de 1973.
Si esa Cámara Federal no hubiese sido derogada y se hubiese seguido juzgando a los guerrilleros conforme a derecho, probablemente nuestra historia Argentina seria otra. No nos olvidemos del Dr. Quiroga, un Honorable y gran Juez de la Nación. Donde no hay Justicia para Todos. No hay Justicia. Tampoco hay Memoria.