lunes, 24 de marzo de 2014

¿DOS PAPAS O NINGÚN PAPA?

¿DOS PAPAS O NINGÚN PAPA?




LECCIONES DE HISTORIA DE LA IGLESIA ¿DOS PAPAS O NINGUNO?

Hubo santos  que ni siquiera sabían quién era el verdadero Papa
De Los Padres de Traditio
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San Vicente Ferrer (arriba) reconocía a un Papa  y Santa Catalina de Siena  a otro. Durante la época del Gran Cisma de Occidente (1378-1417), cada uno de ellos llamaba al otro “loco”, “mentiroso”, “hereje” y “Diablo”. Durante cuarenta años, incluso hubo santos sin saber a ciencia cierta quién era el verdadero Papa. Con el Cisma del Vaticano II de mediados del siglo 20  surgen de nuevo disputas sobre si hay o no hay un verdadero Papa.
Incluso muchos católicos tradicionales no son conscientes de que hubo períodos en la historia de la Iglesia, en los que no se sabía quién era el verdadero Papa. La historia de la Iglesia es una ayuda indispensable para los católicos que deseen entender más claramente la naturaleza de los tiempos en los que vivimos y la e otros tiempos históricos parecidos. Es triste que la mayoría de los católicos tienen una ignorancia  abismal de la historia de su propia Iglesia. La Cuaresma podría ser un momento apropiado para estudiar el tema. En nuestros recursos, haga clic en FAQ05: ¿Qué recursos católicos tradicionales me recomiendan? en la sección “Historia [ Está en inglés]

El Gran Cisma de Occidente, que duró casi cuarenta años (1378-1417), sumió a la Iglesia Católica en un mar de dudas y de angustias. Aproximadamente, pasa lo mismo ahora en el período en que estamos viviendo desde el modernista Concilio Vaticano II (1962-1965)  durante el cual la Iglesia Católica ha sido sustituída por la Neoiglesia  del Novus Ordo. En el Gran Cisma de Occidente, había dos papas rivales, dos superiores generales de órdenes religiosas rivales, dos obispos que competían en cada diócesis.
La opinión pública durante el Gran Cisma de Occidente estaba irremediablemente confundida, tal como lo está ahora. Incluso los santos estaban seguros de que el suyo era el verdadero Papa. Santa Catalina de Siena trabajó con toda la fuerza de su temperamento ardiente y con firmeza de convicción para garantizar el reconocimiento universal del papa Urbano. A diferencia de aquéllos que hoy argumentan que uno debe comportarse “educadamente” con los herejes y cismáticos, Santa Catalina a los que ella consideraba cardenales errantes los llamaba  ”tontos,” “mentirosos” y “demonios en forma humana”. Por otro lado, un famoso predicador español, San Vicente Ferrer, de la Orden Dominicana, trabajó durante el cisma con igual celo por la causa de los papas de Aviñón. Para él, los seguidores de Urbano estaban siendo “engañados por el diablo” y eran “herejes”.
En este período se desarrollaron opiniones teológicas que distinguían entre la Iglesia católica universal, la única infalible y en posesión de los medios de salvación, y otra Iglesia hecha por el hombre que había surgido de esa Iglesia católica pero que también se llamaba a sí misma “católica”. Lo que fue materia de especulación teológica en el siglo 15 se hizo realidad en el siglo 16, cuando la Iglesia protestante de Martín Lutero se separó de la Iglesia Católica universal, alegando que era ella la verdadera Iglesia.
Siendo mala la revolución protestante, era todavía más preocupante el hecho de que la Iglesia de Lutero conservaba rasgos del catolicismo. Conservaba un culto, que se mantendría durante más de un siglo, muy parecido a la misa católica, incluso realizado en gran parte en latín. En la revolución del modernista Vaticano II de mediados del siglo 20, la Nueva Iglesia del Novus Ordo se apartó de la Iglesia católica haciéndose llamar “católica”. A diferencia de la Iglesia de Lutero, la nueva iglesia incluso ha suprimido gran parte de la misa católica y la realiza casi exclusivamente en lengua vulgar, lo cual incluso Martin Luther había condenado.
Esta teología que distingue entre una Iglesia Católica universal y una iglesia hecha por hombres,  nos recuerda la distinción que hizo el arzobispo tradicional Marcel Lefebvre entre la Roma eterna (la Iglesia Católica) y la Roma moderna (la cismática /herética Neoiglesia del Novus Ordo. El Gran Cisma de Ocidente del siglo 15 ha vuelto a repetirse históricamente con el Cisma de mediados del siglo 20 causado por el modernista Vaticano II. Como resultado, el estado del papado en nuestros días es otra vez precario, con abiertos conflictos de nuevo sobre quién es  o no es, el verdadero Papa, acompañado de un mar de dudas y de angustias, surgidas otra vez.