lunes, 24 de marzo de 2014

Colapso financiero

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Colapso financiero

El derrumbe de la economía mundial es lo que posibilita al Anticristo establecer un sistema de trueque global centralizado cuya leyenda de esclavitud es el número 666, es decir, la coerción de adorarlo como a Dios, a cambio de poder comerciar y recibir alimentos. La “marca de la bestia” es el meollo del proyecto de gobierno mundial del Anticristo para lograr una dictadura económica global: una sociedad sin circulante monetario, con un sofisticado sistema de trueque biotecnológico que pueda controlar en todo el mundo el privilegio de comprar y vender: “Hará que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre” (Ap 13, 16-18).
El sistema financiero mundial, que en realidad es supranacional y unipolar, está basado en dos colosales fraudes económicos cuyas consecuencias hoy padecemos todos.
En 1913, Rothschild, Rockefeller y Morgan lograron que se modificara la Constitución estadounidense haciendo que el presidente Wilson firmara la “Federal Reserve Act”, con lo cual pudieron crear la Reserva Federal. De esta manera, quitaron al Gobierno y al Congreso norteamericanos el poder sobre el crédito y la emisión del dinero.
El principal promotor de esta maniobra fue el coronel Edward Mandell House, un agente de los Iluminados dedicado a la causa del Gobierno Mundial, quien logró posicionarse como consejero del presidente Wilson.
A partir de entonces, ese pequeño grupo de la oligarquía financiera estaría posibilitado para imprimir y distribuir papel verde a cambio de atraer las riquezas y servicios del mundo, exportando su inflación a las naciones mediante el sistema de bancas centrales dependientes del dólar. Por ello, el senador norteamericano Charles Lindberg declaró ante los medios de comunicación: “Con esta ley se ha constituido el consorcio económico más gigantesco de la Tierra; al firmarla, el presidente ha legalizado el gobierno invisible de los amos del mundo”. Así fue como unas cuantas dinastías (Kuhn Loeb, John Pierpont Morgan, First National City Bank, etc.), adquirieron una influencia arrolladora en el campo económico y político. Incluso el Estado tendría que acudir a ellos cuando necesitara dinero, y además pagaría intereses por él. Este dato es importante, pues la mayor parte de la gente ignora que la Federal Reserve no es un organismo público, sino un ente privado en manos de pocos.
R.E. Master así como Eustace Mullins lograron identificar a los principales dueños de la Reserva Federal: Rothschild Bank, de Londres y Berlín; Lazard Brothers Bank, de Paris; Israel Moses Seif Bankers Bank, de Italia; Warburg Bank, de Hamburgo y Amsterdam; Lehman Brothers Bank, de Nueva York; Kuhn Loeb Bank, de Nueva York; Chase Manhattan Bank, de Nueva York (Rockefeller) y Goldman Sachs, de Nueva York. Señala que “esos poderosos intereses son propietarios de la Reserva Federal a través de unos 300 accionistas, todos los cuales se conocen y están emparentados entre si”.
El segundo fraude sucedió cuando, en 1971, el gobierno de Richard Nixon rompió unilateralmente el compromiso, adoptado en Breton Woods, de redimir sus billetes verdes con oro, a razón de 35 dólares la onza.
Al quitar su respaldo al dólar, se dio curso libre al abuso, las monedas nacionales se convirtieron en mercancía y se multiplicó la especulación y la usurpación de la riqueza real de las naciones. Esto llevó al deterioro de la capacidad productiva y al enriquecimiento creciente de la “mano invisible” que fraguó esa estafa.
Desde entonces, mientras que las reservas de oro en los bancos centrales crecieron un 12%, los dólares en circulación han aumentado cerca de un 20,000%, acumulando una inmensa montaña de papeles verdes sin respaldo que actualmente sobrepasan los 6.6 millones de millones de dólares.
Rebasado el límite crítico, la explosión final de la burbuja financiera era solo cuestión de tiempo, lo que propició la carrera al oro y la posterior imposición de un sistema de trueque biotecnológico que permite el control global por medio de la economía. Así, capitalismo y comunismo se funden bajo una dictadura de corte socialista-fascista para llevar a cabo el viejo sueño de los Iluminati.