jueves, 30 de enero de 2014

KITSCHNERISMO


KITSCHNERISMO
La palabra kitsch define a una especie de arte que es considerado como una copia inferior de un estilo existente. Cuando la inmersión en la parodia y en el mundo de las apariencias es confundida con lo verdadero, empieza el territorio de lo kitsch.


También se utiliza en un sentido más libre para referirse a cualquier arte que es pretencioso, pasado de moda o de muy mal gusto o un exceso de sentimentalismo o sensiblería. La palabra alemana kitsch está asociada al verbo kitschen, que significaba “barrer mugre de la calle”.
Por definición lo kitsch en sus comienzos (1930) era considerado algo estéticamente empobrecido y moralmente dudoso. Se lo veía como el sacrificio de una vida estética convertida usualmente en pantomima, con el interés de señalar un status social.
Lo mismo sucede con esta forma o arte de gobernar grotescamente, con gestos y discursos altisonantes, sin contenidos, con propaganda política de dudosa credibilidad. Basta observar como se ha bastardeado la causa de los derechos humanos que ha terminado siendo un execrable negocio.
Theodor Adorno en su obra “La Industria de la Cultura” postulaba que el kitsch es una parodia de la catarsis, y también parodia de la conciencia estética. Federico Klemm definía a lo kitsch como una exacerbación de lo artificial y lo desmesurado. La exageración y la teatralización son los rasgos predominantes.
El kitsch históricamente imitaba en sus comienzos a muchos nuevos ricos, que podían alcanzar el status que envidiaban a la clase tradicional de las élites culturales, copiando las características más evidentes de sus hábitos culturales. La misma tendencia se observa en la mayoría de los funcionarios del gobierno cuando observamos sus lujosas propiedades, vehículos, y la cara indumentaria y lugares que eligen para vacacionar.
Si “barrer mugre de la calle” es el origen de la palabra kitsch (kitschen), a tenor de los elevados índices delictivos de la Argentina, el origen del término kitschnerismo” sería la negación de la inseguridad general que azota como plaga a los ciudadanos. Esta ominosa situación abofetea todos los días a la pedantería oficial sin que esta admita su fracaso.
Milan Kundera ha dicho que “kitsch es la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurativo. El Kitsch elimina desde su punto de vista todo lo que en la existencia humana pudiera considerarse inaceptable.”
Vemos que los delincuentes ya no acechan escondidos en las sombras para atacar a sus víctimas, sino que ahora “trabajan” tranquilamente a plena luz del día, o si se les da la real gana, ingresan a las casas como “panchos por su casa”.
La osadía de los criminales parece no tener límites. Y lo peor es que la criminalidad y el pillaje van en aumento. Y cómo no va a ser así y no de otra manera si la corrupción de los funcionarios estimula a delinquir a los ladrones. Unos son los que cometen delitos de “cuello blanco, corbata y sello oficial” y los otros cometen delitos de “caño, gorra y droga ingerida”.
Mientras tanto, el lavado de dinero deviene ultra kitsch para muchos falsos empresarios. Y viajar en aviones particulares es súper “kitsch”. Abrir cuentas secretas en paraísos fiscales es recontra “kitsch”. Lo es también mandar a construir obras faraónicas para que las lleven a cabo los amigos, bajar estatuas como la del Descubridor de América, son actos que pueden resultar horriblemente “kitsch”.
Y que decir en cuanto a propiciar resentimientos contra el héroe de “La Campaña del Desierto” que venció a las hordas salvajes de indígenas asesinos que asolaban el territorio argentino para robarse todo el ganado luego de matar al hombre blanco y llevarse cautivas a sus mujeres y niños para reducirlos de por vida a la más abyecta servidumbre. Aquí lo kitsch se configuraría en querer cambiar la historia de los pueblos mediante una visión unilateral y desintegradora.
Aclaremos que la palabreja “kitsch” se popularizó a partir de 1930 ya que algunos filósofos equipararon esta distorsión con el confuso concepto de la “falsa conciencia”, término marxista que significa una actitud mental presente dentro de las estructuras del capitalismo, es decir, una visión burguesa errónea en cuanto a sus propios deseos y necesidades.
Karl Marx denominó como falsa conciencia al pensamiento de los individuos que no es consecuente con sus condiciones materiales de existencia, esto además de no ofrecer una visión correcta de la realidad, por otra parte dificulta conocer la verdad. Según Marx, es el ser social el que determina la conciencia y no a la inversa.
Según Hermann Broch: “Toda época de desintegración fue también una época de kitsch”. Desde este punto de vista, en la Argentina ya existe hace rato una determinada clase social kitsch proveniente de la decadente farándula televisiva y de los llamados “panelistas”, sabihondos empedernidos y pedantes.
También pertenecen a esta clase social modelos y artistas “fashion”, “botineras” (pescadoras de futbolistas millonarios), toda una fauna social que se las tira de originales y no son más que patéticos personajes que repiten cursilerías y banalidades propias de cerebros huecos.
Según la definición de Martín Plot lo kitsch político (tal el título de su libro) es la obsesión por predecir el efecto de la acción política sobre la opinión pública es una consecuencia directa de la indeterminación democrática. El kitsch político es la forma circular de esa obsesión, es decir, la reducción de la acción a la mera anticipación del juicio que tendrá la masa de los votantes.

Para nosotros, en cambio, el estilo kitsch en política es el arte de trivializar los grandes objetivos nacionales hasta convertirlos en una marca, una remera, unas zapatillas, un partido de fútbol, desnaturalizando el pensamiento original que anima a toda causa justa. Es un remedo o arrendajo de la verdadera democracia.


Luis Illuminati Córdoba, 25 de enero de 2014

Nota: La imagen fue agregada al texto original