viernes, 31 de enero de 2014

HETERODOXIA CRIOTOGAMA

viernes, 31 de enero de 2014

Heterodoxia criptógama

"La Iglesia actual excluye gentilmente del depósito revelado
todo lo que la opinión pública condena" (Nicolás Gómez Dávila).

I. En una demoledora crítica al pensamiento del jesuita Juan Luis Segundo, Horacio Bojorge utiliza como instrumento la noción de herejía criptógama elaborada por Karl Rahner. Vale la pena detenerse un poco a considerar esta noción acuñada por Rahner para comprender mejor algunas realidades de nuestro presente. Debemos aclarar desde ya que, en nuestra opinión, se debe mantener el término herejía en su sentido tradicional y estricto, mientras que para caracterizar realidades como las que describe Rahner, es mejor emplear el término heterodoxia. Por ello titulamos esta entrada heterodoxia criptógama aunque a veces empleamos el término "herejía" para exponer el pensamiento rahneriano.
Para el teólogo germano, después del modernismo, los errores en los escritos teológicos están más en lo que se silencia que en lo que se dice. La heterodoxia, actualmente, se ha hecho sutil y casi inasible por el sólo análisis de los textos. Porque sus autores por un lado reconocen la oposición de sus concepciones con las doctrinas de la Iglesia, pero, por otra parte, no quieren dejarse echar de la Iglesia por la autoridad eclesiástica. Existe así la herejía no formulada, que evita las tesis precisas y claras, que trabaja con simples omisiones y perspectivas unilaterales, y salta bruscamente a la práctica. El mismo Rahner pone algunos ejemplos: “¿No es algo así lo que motiva que se evite intencionadamente la palabra infierno, que no se hable ya de consejos evangélicos, de votos, del estado de las órdenes, o que se hable a lo sumo insegura y atropelladamente, cuando no hay ya más remedio? ¿Con qué frecuencia predica a su auditorio en nuestros países el predicador para hombres cultos de penas temporales, del pecado, de indulgencias, de los ángeles, del ayuno, del diablo (se habla a lo sumo de lo «demoníaco» en el hombre), del purgatorio, de la oración por las ánimas y de otras cosas parecidas y «pasadas de moda»?”
II. La fe nos obliga no solamente a un asentimiento interno a las verdades reveladas, sino también a una profesión externa. Esta obligación implica deberes negativos, que se imponen en todo momento de la vida, y deberes positivos que se hacen actuales solamente en determinadas circunstancias. Siempre es malo negar o poner en duda una verdad de fe. Pero no siempre hay obligación positiva de profesar exteriormente la fe. La obligación positiva existe solamente en circunstancias en que el silencio, o la tergiversación, implicarían una implícita negación, un desprecio, o se opondrían de algún modo al honor de Dios y al bien del prójimo. En otras circunstancias, aunque la profesión de la fe pueda ser un acto de verdadera virtud, el callar exteriormente la fe o alguno de sus artículos puede ser legítimo por causa justa, y más aún, a veces recomendable. Un estudio pormenorizado de estas situaciones corresponde a los moralistas. A los efectos de esta entrada, nos basta insistir en un punto: omitir la profesión externa de la fe, de modo total o parcial, no siempre es un acto reprochable.
III. En la explicación de las verdades de la fe pueden presentarse casos de herejías criptógamas sólo aparentes. Por lo que también aquí es necesario cuidarse de los excesos de la torquemaditis. Veamos algunos casos de criptogamia aparente:
1º.  Simple omisión material, por olvido, distracción, precipitación, etc.
2º. Omisión justificada por la restricción temática. Una obra expone el quinto Mandamiento y no habla de la Trinidad.
3º. Omisión prudente determinada por las circunstancias. El misionero interrogado por un pagano, que le pide le que explique en quince minutos lo esencial de la fe católica, se verá en la necesidad de omitir prudentemente muchas cosas.
4º. Legítima pluralidad teológica. Un teólogo prefiere una explicación agustiniana y omite emplear nociones tomistas.
 5º. Género literario. Una homilía para niños o rústicos, o una obra mística, omiten emplear un lenguaje teológico preciso.
6º. Determinaciones culturales o idiomáticas. No siempre se hizo teología en latín, en forma de tesis, empleando el método y el argot de la Escuela Romana del siglo XX. Esto puede verificarse, por ejemplo, en los Padres de Oriente. Circunstancias culturales e idiomáticas pueden crear apariencia de herejía criptógama en quienes tienen limitado su horizonte de ortodoxia a la forma expositiva de algunos manuales.
III. Antes de explicar su noción de herejía criptógama, Rahner dedica algunas páginas al concepto tradicional de herejía, que juzga inadecuado para las presentes circunstancias. Cosa con la que no estamos de acuerdo, pues nada impide mantener la noción tradicional -y que la autoridad eclesiástica ponga mayor diligencia en aplicarla en casos que claman por una sanción- y aprovechar algunas observaciones de Rahner para vigilar otras formas de heterodoxia. 
IV. La caracterización que hace Rahner de la herejía criptógama ofrece algunos puntos de interés:
El fenómeno. “…hoy se da la herejía criptógama en una amplitud esencialmente más relevante que antes. La herejía criptógama se da en la Iglesia junto con su ortodoxia de fe explícita, y posee tendencia esencial a permanecer atemática, en lo cual consiste el cariz peculiar y extraordinario de su amenaza.”
“Ese afecto de cuidado, de vigilancia y sensibilidad del cristianismo frente a la herejía, afecto que le es esencial, debería hoy orientarse sobre todo contra la herejía criptógama. Lo cual es especialmente difícil, ya que ésta se encuentra también entre hombres de la Iglesia y puede sólo con gran dificultad ser delimitada de tendencias legítimas, de un justificado estilo del tiempo, etc.” “…por lo cual ofrece al ministerio docente [Jerarquía eclesiástica] una superficie de ataque mucho más pequeña, teniendo en consecuencia más perspectivas de operar amenazadoramente en la Iglesia.”
Mundo heretizante y praxis herética. “El hombre de hoy vive en un ámbito existencial (…) configurado también por actitudes, doctrinas, tendencias, que deben ser calificadas de heréticas, en cuanto que contradicen la doctrina del Evangelio. Todo esto, que es herético y que determina el ámbito existencial de cada hombre, no necesita indispensablemente objetivarse en proposiciones teoréticas. Cosa que, es cierto, sucederá con frecuencia, pero ni por necesidad ni de manera decisiva. El comportamiento fáctico, las medidas concretas, etc., pueden estar determinadas por una actitud herética, sin que ésta se formule reflejamente en frases abstractas de doctrina. Basta con que se realice en el material concreto de la vida. Considerando que esas objetivaciones (en la praxis de la vida, del estilo vital, de las costumbres, de los usos, del hacer y del omitir, de la dosificación, del avance y del retroceso) son especialmente idóneas tanto para objetivar una actitud herética fundamental, como para ocultarla, ya que, vistas abstractamente, no son pensables con frecuencia solo como objetivaciones inequívocas del espíritu herético (...). La atención, por ejemplo, por lo corporal y la adoración idólatra del cuerpo se mantienen con dificultad la una aparte de la otra en sus objetivaciones respectivas, sobre todo porque en determinadas circunstancias existe, desde tiempos anteriores, una cierta «necesidad de recuperación» de la valoración cristiana del cuerpo, no siendo fácil constatar si dicha valoración de lo corporal es cristiana todavía o es ya herética…”
Material y formal. “Advirtamos que en este concepto, igual que en el tradicional de herejía, queda conceptualmente abierta la cuestión de si dicha herejía está dada «formal» o «materialmente», de manera refleja (si bien no en reflexión sobre lo que de herético en cuanto tal haya en ella) o en realización irrefleja solo, si está dada como «opinión» peligrosa, periférica, o en cuanto acto existencialmente fundamental en el centro de la persona. Podemos, pues, decir provisionalmente: cada cual está hoy infectado por las bacterias y los virus de la herejía criptógama, aunque no por ello tenga que ser calificado necesariamente como enfermo de dicha enfermedad.”
Criptogamia en la Iglesia y su jerarquía. La herejía criptógama “…vive también en la Iglesia... Esa Iglesia en cuanto «multitud de creyentes» vive también en el mundo espiritualmente pluralista de la técnica, de la moderna sociedad de masas, de la civilización de unidad planetaria, de la libertad de pensamiento garantizada constitucionalmente, de la propaganda...”. La “implicitud de la herejía en los miembros de la Iglesia encuentra un extraño aliado en el hombre de hoy; en su recelo ante la fijación conceptual en cuestiones religiosas…”. Porque la Iglesia existe “…en un mundo estructurado heréticamente o de modo heresioide por las herejías criptógamas. Por lo cual no pueden sus miembros sino estar infectados criptógamo-heréticamente. Puesto que la Iglesia es Iglesia de pecadores, y puesto que en un mismo hombre pueden coexistir principios contradictorios (si bien en grados diversos del asentimiento existencial), sobre todo porque en parte ni son, ni necesitan ser, explícitamente temáticos para ser operativos. Tal índole de herejía puede darse en todos los miembros, también en los hombres de la dirección jerárquica. No existe principio alguno en la Iglesia que haga imposible que entre ellos haya incrédulos, aunque lo disimulen y ni siquiera se lo confiesen a sí mismos. Esta herejía no temática, criptógama, no necesita ser ni formal ni culpable…”. “Aunque Iglesia de los pecadores, es también Iglesia insuperablemente santa y que está firme en la verdad por el poder de Dios y por la gracia de Cristo… si bien la herejía criptógama sigue estando dada siempre, sigue siempre representando para cada uno un peligro mortal, no se hará nunca, sin embargo, tan prepotente en la Iglesia entera que confiese ésta sólo con los labios la verdad del Evangelio porque en su interior haya abandonado ya esa verdad heréticamente.”
Posible coexistencia con la fe exterior. “...la herejía criptógama se da en la Iglesia en y con su ortodoxia de fe explícita. La pertenencia a la Iglesia y la confesión expresa de su doctrina no son una defensa mecánica y absolutamente eficaz ante la herejía. A cada uno le pregunta Dios individualmente en su conciencia, que no puede sustituir la Iglesia, si no es quizá en el fondo, bajo la apariencia (que no sólo puede engañar a otros, sino a él mismo) de la ortodoxia, un herético no temático, de la índole criptógama de la herejía. Puesto que esto es posible sin que sea lícito minimizarlo, diciendo que en el fenómeno mentado se trata simplemente de un hecho conocido de antiguo: que no pocos infringen en la praxis de su vida sus fundamentales principios teoréticos, que muchos no hacen coincidir la praxis con la teoría.”
V. Las motivaciones de la heterodoxia criptógama pueden ser diversas y cambiantes de un caso a otro: simple ignorancia, negligencia, influjo del ambiente, miedo a la dictadura de lo políticamente correcto, deseo de agradar al mundo y de obtener su aprobación, frivolidad que conduce a asumir pose de transgresor, revolucionario o iconoclasta, ligereza intelectual, fanfarronería, etc.
En la práctica, Rahner es partidario de combatir la difusión de las heterodoxias criptógamas mediante la enseñanza y el esclarecimiento por parte del magisterio; unidas al estudio y el vigilante examen como responsabilidad personal de los fieles. El alemán descree de las sanciones disciplinarias, posición que no compartimos, pues nos parece que las sanciones –si se aplican con justicia y caridad- son un complemento necesario de los medios sugeridos.
En todo caso, la solución estaría –al menos en parte, a nuestro juicio– en denunciar más y mejor la heterodoxia criptógama, explicando doctrinas y sancionando conductas que en muchos casos no tienen la gravedad objetiva de la auténtica herejía, pero que pueden prevenirse mediante el uso de censuras menos graves que la excomunión, respetando en todo caso las exigencias de justicia respecto de los imputados. En suma, creemos que también es posible aplicar en la Iglesia la teoría de ventanas rotas a la custodia del bien público de la ortodoxia.