jueves, 30 de enero de 2014

ADIOS AL MEJOR ESPAÑOL DE NUESTRO TIEMPO

ADIÓS AL MEJOR ESPAÑOL DE NUESTRO TIEMPO

A. Robles.- Lo que ustedes van a leer en este artículo es el resultado de lo que nunca querría haber tenido que escribir. Se nos ha ido para siempre Blas Piñar, el mejor y más ilustre colaborador que AD podría haber tenido nunca. Sería tarea imposible definir con las palabras lo que este hombre ha supuesto en mi vida y en la de muchos de los míos. Hoy sin embargo toca hablar de algunas de las virtudes que sublimaron a uno de los políticos más serios, excepcionales, honorables y sobresalientes de la historia reciente de España. Y si además te hizo sentir su amigo y te obsequió con el regalo de su trabajo, entonces el agradecimiento es todavía mayor.

Hasta sus enemigos políticos admitieron siempre que sus concepciones de la lealtad y de la honestidad inspiraban un gran respeto. El fundador y ex jefe nacional de Fuerza Nueva fue uno de los pocos políticos de la transición que no se acomodó a las circunstancias en su propio beneficio. Él siguió, erre que erre, con sus convicciones de siempre, comprobando al cabo de los años, aunque con dolor, cómo sus pesimistas predicciones de hace 50 años se han cumplido a rajatabla. El notario toledano defendió hasta su muerte lo mismo que decía hace 46 años desde los placenteros sillones del Instituto de Cultura Hispánica.

Escribo lo que siento y tal y como lo pienso. Muy difícil enumerar las cosas del fundador de don Blas con las que no pudiera estar de acuerdo. Pero, por encima de todo, hubo una forma suya de vivir con la que me sería difícil no estar completamente identificado: el sometimiento a la lealtad. Esa lealtad de Blas Piñar a España, a la Iglesia tradicional, a sus ideas políticas y morales de siempre, a principios y normas tanto más bellas y auténticas cuanto más vemos que quieren destruirlas. Esa lealtad, moneda hoy tan despreciada, me emociona y me vence en un día como hoy.

Los que sufren, los que son atacados y vituperados, los que batallan por cosas grandes y verdaderas, los que no se entregan a la borrachera de las modas políticas, tan turbias a veces como rentables, son castigados con esos silencios, esa indiferencia y esa hostilidad que Blas Piñar sufrió en sus propias carnes incluso en vida de Franco. AD se propuso romper el cerco numantino de silencio en torno a su figura y hacer justicia periodística al español vivo más grande. De ninguna otra cosa me sentiré más orgulloso cuando mi vida consagrada al periodismo toque a su fin.

Demonizado durante años, algunos nos seguimos preguntando por qué se atacó siempre a Blas Piñar y el Sistema carecía de respuesta para justificar uno de los linchamientos más crueles que haya padecido nunca un hombre público en España. Hasta los criminales de ETA y de Paracuellos gozaron y gozan de la conmiseración que la democracia española negó siempre a nuestro ilustre colaborador, un atlante que ya hace 50 años quiso dar una patada de fractura al macizo pirenaico, antes de que la Europa degenerada y pervertida nos engullera vestida con sus mejores galas democráticas. Y eso antes, mucho antes, de que la CIA ordenara asesinar a Carrero Blanco para acelerar el proceso de deglutición de un país entonces vírgen y mártir.

Sin una organización electoral detrás, Blas Piñar consiguió llegar al Congreso de los diputados en 1979. Sirvió de poco al objetivo de revertir el caos nacional, pero al menos hubo en el Parlmento una voz culta, elocuente y sin vacilaciones. Los ataques contra el toledano alcanzaron durante esa época niveles legendarios. ¿Por qué se atacó tanto a Blas Piñar? ¿Por defender lo que siempre defendió y por mantenerse fiel a lo que un día juró? Los que más hablan de libertad, los que más atacan los dogmatismos, los que defienden la oposición de pareceres, fueron por añadidura quienes le pusieron un veto a su persona y a sus rectas ideas. Y es que, frente a la talla intelectual y la coherencia moral de algunos gigantes, los enanos sólo pueden irritarse y poner zancadillas. Y la democracia española no anduvo nunca carente de enanos.

Por todo ello era inevitable que los caminos de Blas Piñar y de Alerta Digital se cruzaran al cabo de los años. Blas Piñar no es un político cualquiera y AD no es un simple periódico digital, sino, como él mismo nos definió, “un revulsivo de la conciencia nacional”, el aglutinamiento de un sentimiento y de una campaña en la que un detalle es perfectamente visible: el de que en la misma no caben las medias tintas. Blas Piñar, notario durante años de la Villa de Madrid, acostumbrado a actuar como fedatario, logró aquí la visibilidad que el Sistema le arrebató e incluso, al calor de estas páginas digitales, fue descubierto por muchos españoles que no habían tenido la oportunidad de conocer su ejemplar ejecutoria política. Blas Piñar ha seguido hasta última hora en su papel de dar testimonio, bien elocuente por cierto, de lo que opinan cada día más españoles que suelen ser calificados de “fachas” por la opinión pesebrera y avinagrada.

Nadie pudo negar el derecho a Blas Piñar de defender lo que siempre fue noble y nadie pudo negarle el derecho de recoger banderas que otros han arrumbado al cajón de los recuerdos. Con esas banderas nos educaron, crecimos y fuimos felices.

Blas Piñar ha fallecido tras 95 años de fertilísima existencia. Hasta última hora estuvo trabajando y defendiendo contra viento y marea las verdades de a kilo que algún día serán mayoritariamente reconocidas como tales. Declaramos nuestra solidaridad absoluta con el espíritu que le animó hasta el último instante y nuestro homenaje a la entereza y el valor moral que representó siempre. Descanse en paz Blas Piñar López.