jueves, 26 de septiembre de 2013

ESPIRITU DE REVELACION

 
 
 
 
 
 
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ruah
Dios Revela su Verdad a toda la Iglesia.
Y la Iglesia, para Dios, no es el conjunto de hombres, sino es cada alma en particular.
La Iglesia es para cada alma. No es un conjunto de almas que hacen cosas para Dios.
Dios habla a cada alma para que haga en su Iglesia lo que Él quiere de ese alma.
Dios se revela al alma siempre. Pero las almas no saben escuchar su Voz porque han nacido en el pecado original, que les impide atender la Voz de Dios.
Dios crea a cada alma por Amor y tiene para cada alma una Obra de Su Amor. Y Dios tiene que decir a cada alma cuál es esa Obra. Por eso, Dios se revela a cada alma. Dios no se da en general, en universal. Dios se da en particular, a cada corazón.
Esta Verdad no se sigue hoy en la Iglesia, porque los hombres de la Iglesia, sus sacerdotes, sus Obispos, ya no creen en la Revelación.
Creen que Dios ha revelado una serie de verdades y, con esas verdades, Dios ha fundado Su Iglesia. Y eso es cierto, pero eso no es toda la Verdad.
Los hombres de la Iglesia tienen miedo a creer en las hablas de Dios a las almas.
Sacerdotes que sólo creen en su teología, en su psicología, en su psiquiatría, y que llaman a cualquier cosa que tenga el alma, locura. Y lo hacen sin más. Lo primero que hacen cuando un alma les dice que siente algo, que está perturbada, que oye voces, que ve cosas, es mandarla a un psiquiatra. Eso hacen muchos sacerdotes en la Iglesia, porque ya no creen en la Revelación. Creen en lo que dicen los hombres sobre las voces interiores, sobre las visiones, etc. Y a todo lo llaman con un nombre científico, técnico, para darse importancia de que saben de lo que están hablando.
Hoy los sacerdotes saben más de psiquiatría que de discernimiento espiritual. No saben ver la acción del demonio ni saben apreciar la acción de Dios en las almas. Todo es locura. Y lo demás no existe, porque Dios ya se ha revelado y no hace falta más. El alma está para leer libros de santos, para hacer penitencias, para conocer la teología y nada más. El alma no está para escuchar la voz de Dios, porque eso no puede darse ya, porque Dios se ha revelado y no tiene más que revelar. Si habla con un alma es porque ese alma es muy santa, tiene una gran perfección, que los demás no tienen. Y ese alma que recibe esas cosas ha pasado antes por la criba de muchos psiquiatras y muchas mentes inteligentes que saben lo que es la vida espiritual porque han leído mucho libros de santos y mucha ciencia mística.
Así se obra hoy en la Iglesia, en todas partes de la Iglesia. No hay nadie que crea. Todos creen en los hombres, en las ciencias de los hombres. Hoy los sacerdotes aconsejan a sus fieles acudir a un psiquiatra o a un psicólogo para resolver sus problemas en la vida, para encontrar la paz en el corazón. Eso hacen todos los directores espirituales, que de Espíritu no entienden nada, sólo quieren entender lo que ellos piensan que es la vida espiritual.
Por eso, hablar del Espíritu de Revelación en una Iglesia que niega todo espíritu de revelación es decirle a la Iglesia: estás en el error de tu sabiduría humana y, por eso, no puedes comprender los signos de los tiempos que Dios te ha dado en estos últimos meses.
La Iglesia vive en la oscuridad del pensamiento humano. Vive centrada en su ciencia humana. Vive dando vueltas a su vida humana. Vive obrando sus obras humanas. Y ya no sabe creer, porque también se ha inventado la fe.
Toda la Iglesia es culpable de lo que vivimos estos días. Y nadie se salva. Y todos tienen de Dios la luz para ver lo que pasa y todos andan en sus conocimientos humanos tratando de dilucidar qué es lo que pasa.
La Iglesia es culpable de no tener Fe, de no seguir la Verdad, que es Ella Misma. La Verdad que Dios ha Revelado y que los hombres han tratado de oscurecerla y aniquilarla por todos los medios.
La Iglesia es la Verdad del Espíritu. No es la verdad del pensamiento del hombre.
La Iglesia es la Verdad del Entendimiento Divino, que se Obra con la Fuerza del Amor del Espíritu, y que vive la Palabra del Hijo, que es el Camino, la Verdad y la Vida.
El Padre da Su Verdad al hombre por medio de la Palabra de Su Hijo. El Padre se recrea en cada hombre para que alcance en su vida una obra de Su Verdad.
Y los hombres tiene que abrirse a esta Verdad en sus corazones para obrar en sus vidas aquello que quiere Dios.
Y los hombres les cuesta esta apertura, porque viven para sus cosas humanas, para sus vidas humanas, para sus obras humanas.
La Iglesia es la Obra del Espíritu. No es la obra de ningún hombre en la tierra. Se hace Iglesia cuando cada alma hace la obra que le pide el Espíritu en su vida. No se hace Iglesia cuando las almas se dedican a hacer muchas cosas para Dios, pero no saben lo que Dios quiere de ellas para sus vidas.
Dios quiere algo concreto de cada alma en sus vidas humanas. Los hombres nacen para muchas cosas y obran muchas cosas, pero no conocen eso concreto para lo cual Dios los ha creado.
Y es tarea de cada hombre buscar esa obra divina en sus corazones. Pero la Iglesia no ayuda a esta obra porque ya no cree en la Revelación de Dios, ya no cree que Dios habla con cada alma y le muestra el camino a cada alma en la Iglesia.
Los sacerdotes en la Iglesia creen que son ellos los que tienen que decir a las almas, a sus fieles, lo que Dios quiere de ellas en la Iglesia. Este es el error de toda la Iglesia.
Es Dios quien sabe el camino de cada alma, porque Dios ha creado a cada alma para algo divino, particular, de ella misma. Y ningún hombre conoce el Pensamiento de Dios. Nadie sabe lo que Dios piensa de cada alma, de la obra que cada alma tiene que hacer en la Iglesia.
Y los sacerdotes, por sus malas vidas, condenan a muchas almas porque las llevan por caminos que Dios no quiere. Y hacen de la Iglesia un camino de piedras, un camino de serpientes y un abismo de maldad por su falta de fe.
Es pecado grave mandar al psiquiatra a las almas para dilucidar los problemas espirituales de las almas. Y este pecado hace del sacerdote un hombre que no sabe nada de la fe de la Iglesia y de la verdad de la Iglesia.
Muchos sacerdotes cometen este pecado y se quedan tan tranquilos, como si no hubieran hecho nada. Y se hacen un mal a sí mismos enorme. Porque el sacerdote está puesto para penetrar las profundidades de Dios y los abismos del demonio. Para eso es un sacerdote: para una vida espiritual, para experimentar el Espíritu, para enfrentar al demonio, para liquidar los pensamientos de los hombres, para hacerlos inútiles para obrar en la Iglesia.
Y como los sacerdotes no viven para el Espíritu, sino que viven para su inútil ciencia teológica, para su estúpida psicología, para su absurda psiquiatría, por eso, se condenan y se llevan tras de sí a muchas almas porque no han sabido ser del Espíritu, sino sólo de los hombres.
Por eso tenemos lo que queremos: un Francisco que no sabe dar el Espíritu de la Iglesia, tal como es. Y una Jerarquía que aplaude a un idiota y lo toma como jefe de la Iglesia sin saber discernir ni siquiera sus mentiras en la Iglesia.
Si en la Iglesia hubiera un poco de discernimiento, Francisco ya se hubiera retractado de sus graves declaraciones y la Jerarquía hubiera pedido que se retirara, porque ha hecho un mal grave a toda la Iglesia. Pero ni Francisco ha dicho que se ha equivocado en lo que ha dicho ni la Jerarquía se ha levantado para dar la Verdad de la Iglesia y para calmar los corazones que ahora se preguntan hacia dónde va la Iglesia. Después de tantas palabras, qué es lo que viene, qué obra hay que esperar de esas palabras.
Dios habla a cada alma y conduce a cada alma a ser Iglesia. Dios destina a las almas a ser Iglesia. Dios da a las almas la Iglesia.