jueves, 25 de julio de 2013

EL QUINTO PODER Y LA CUARTA OLA

No bien ini­ciada la década del ‘90, el céle­bre poli­tó­logo de Har­vard Samuel Hun­ting­ton publi­caba La ter­cera ola, un libro dedi­cado al aná­li­sis de la difu­sión de la demo­cra­cia con­tem­po­rá­nea en el mundo. Su tesis, expuesta de forma sin­té­tica, dice más o menos así: los movi­mien­tos de la demo­cra­cia emu­lan al movi­miento marí­timo, por cuanto la his­to­ria mun­dial regis­tra tanto olas de demo­cra­ti­za­ción (enten­di­das como con­tex­tos pro­pi­cios para el flo­re­ci­miento demo­crá­tico), cuanto con­tra­olas auto­ri­ta­rias (enten­di­das como con­tex­tos per­ju­di­cia­les para la democracia).
Hun­ting­ton ase­vera que –al momento de escri­bir su libro– las olas demo­crá­ti­cas son tres. La pri­mera se inició en 1828, con la asun­ción de Andrew Jack­son a la pre­si­den­cia de los Esta­dos Uni­dos y la pos­te­rior difu­sión que tuvo el sis­tema demo­crá­tico nor­te­ame­ri­cano en Europa. Pero la con­tra­ola auto­ri­ta­ria no tardó en lle­gar con la apa­ri­ción de los tota­li­ta­ris­mos moder­nos –comu­nismo, fas­cismo y nacional-socialismo– en la pri­mera mitad del siglo XX. Con­cluida la Segunda Gue­rra Mun­dial, una nueva ola demo­cra­ti­za­dora alcanzó incluso a nacio­nes de tra­di­ción auto­ri­ta­ria como Japón, Ita­lia y Ale­ma­nia. Sin embargo, una segunda con­tra­ola llegó como pro­ducto de la Gue­rra Fría, los gol­pes de Estado y los movi­mien­tos gue­rri­lle­ros. Final­mente, el pro­fe­sor de Har­vard enten­día que el mundo estaba asis­tiendo a la ter­cera ola de demo­cra­ti­za­ción tras ir cayendo de a poco los dis­tin­tos regí­me­nes auto­ri­ta­rios del mundo, pro­ceso que desem­bocó en la defi­ni­tiva implo­sión sovié­tica al cie­rre de los ‘80.
La idea de “ola” que pro­pone Hun­ting­ton no es arbi­tra­ria. Los datos empí­ri­cos le demues­tran que cada ola demo­cra­ti­za­dora llega más lejos que la ante­rior, tal como ocu­rre con el movi­miento del mar, abar­cando una can­ti­dad mayor de nacio­nes que deci­den incor­po­rar el sis­tema demo­crá­tico a su vida polí­tica. En 1922, fina­li­zando la pri­mera ola, las nacio­nes demo­crá­ti­cas eran ape­nas 29. Pero en 1990, en pleno auge de la ter­cera ola, las nacio­nes demo­crá­ti­cas ya eran 58 y pronto se irían sumando muchas más.
¿Qué nos aporta la tesis de este reco­no­cido poli­tó­logo más de veinte años des­pués? Aporta, en con­creto, un marco desde el cual obser­var, ana­li­zar y repen­sar la reali­dad polí­tica que nos toca vivir como país y como región. ¿Qué movi­miento ha dado la demo­cra­cia lati­noa­me­ri­cana en los últi­mos años?
La ter­cera ola de Hun­ting­ton duró lo que un sus­piro. Su opti­mismo –equi­pa­ra­ble al “fin de la his­to­ria” de Fran­cis Fuku­yama– encon­tró un límite en el inicio de la ter­cera con­tra­ola auto­ri­ta­ria que pro­vino con la apa­ri­ción del lla­mado “socia­lismo del Siglo XXI”, una ensa­lada ideo­ló­gica con­di­men­tada con ele­men­tos del “socia­lismo del Siglo XX”, dosis de chau­vi­nismo, loca­lismo y nacio­na­lismo, y ade­re­zos popu­lis­tas en can­ti­da­des empa­la­gan­tes. El arque­tipo regio­nal de esta con­tra­ola fue Hugo Chá­vez. Los expo­nen­tes argen­ti­nos fue­ron los Kirchner.
Vale sub­ra­yar que las con­tra­olas siem­pre van per­diendo su fuerza, y la ter­cera no fue la excep­ción. En efecto, el popu­lismo no ha arre­me­tido con­tra la demo­cra­cia pro­ce­di­men­tal como el viejo auto­ri­ta­rismo lo hacía, sino que se ha valido de ella para des­truir la demo­cra­cia sus­tan­cial. Aun­que sea como paro­dia, el cau­di­llo popu­lista con­tem­po­rá­neo debe maqui­llar su ges­tión de cierta “ins­ti­tu­cio­na­li­dad”, mien­tras arma y des­arma, maneja y con­trola los pode­res del Estado a su antojo y con­ve­nien­cia, vul­ne­rando el sis­tema repu­bli­cano que con­sa­gra lími­tes al poder polí­tico. La ter­cera con­tra­ola sig­ni­fica, en este orden de ideas, un azote indi­recto para la demo­cra­cia, por­que a ésta le reper­cute el golpe que recibe en con­creto la República.
¿Puede exis­tir la demo­cra­cia como sis­tema que con­sa­gra liber­ta­des polí­ti­cas sin un sis­tema repu­bli­cano que garan­tice perio­di­ci­dad en los car­gos, publi­ci­dad de los actos de gobierno y lími­tes al poder polí­tico? Hay gran desacuerdo sobre esto en el mundo del pen­sa­miento polí­tico. Mi tesis al res­pecto es que las demo­cra­cias moder­nas de natu­ra­leza repre­sen­ta­tiva no pue­den garan­ti­zar nin­guna liber­tad polí­tica (sus­tan­cia de la demo­cra­cia) sin apo­yarse en valo­res repu­bli­ca­nos. Demo­cra­cia y Repú­blica, en este con­texto, se con­fun­den. La razón prin­ci­pal es que una demo­cra­cia repre­sen­ta­tiva sin lími­tes está en los hechos habi­li­tada para con­cen­trar e hiper­tro­fiar el poder y ejer­cerlo dic­ta­to­rial­mente, sumer­gién­dose en una para­doja típica de los momen­tos polí­ti­cos que vivi­mos: la legi­ti­mi­dad demo­crá­tica de ori­gen no se con­dice con una legi­ti­mi­dad demo­crá­tica de ejer­ci­cio. No es lla­ma­tivo, en este sen­tido, que el gober­nante popu­lista se sujete más a lo que Max Weber lla­maba “legi­ti­mi­dad caris­má­tica” que a la “legi­ti­mi­dad racio­nal”. Y es por esto que la ter­cera con­tra­ola fue anti­de­mo­crá­tica pre­ci­sa­mente por­que fue antirrepublicana.
Algu­nos indi­cios hacen supo­ner, no obs­tante, que esta­mos pró­xi­mos al fin de la con­tra­ola popu­lista, impul­sada prin­ci­pal­mente por el con­texto inter­na­cio­nal de bonanza eco­nó­mica que dis­paró el pre­cio de los com­mo­di­ties (Juan José Sebreli dice que el popu­lismo apa­rece allí donde hay para repar­tir). En efecto, las eco­no­mías de los paí­ses que han pade­cido el popu­lismo han cre­cido, pero no se han desa­rro­llado. Más bien, se han dedi­cado a des­pil­fa­rrar inima­gi­na­bles can­ti­da­des de recur­sos en clien­te­lismo, dádi­vas, sub­si­dios, corrup­ción y otras yerbas.
Pero hay un dato clave que nos hace con­fiar en la lle­gada de una nueva ola demo­cra­ti­za­dora: la masi­fi­ca­ción de Inter­net y las redes socia­les. No olvi­de­mos que el dato clave de la ter­cera ola demo­cra­ti­za­dora que visua­li­zaba Hun­ting­ton era el inicio de un nuevo orden glo­bal deno­mi­nado “glo­ba­li­za­ción”, sig­nado por el desa­rro­llo de las comu­ni­ca­cio­nes, los mass media, el trans­porte y la des­cen­tra­li­za­ción eco­nó­mica. No obs­tante, Inter­net y las redes socia­les no fue­ron a la sazón ni por cerca fenó­me­nos tan masi­vos como ahora.
Si Edmund Burke, pri­mero en cali­fi­car como “cuarto poder” a la prensa, viviera en este tiempo, no duda­ría en carac­te­ri­zar a las redes socia­les como el “quinto poder” naciente. En efecto, cuando pen­sá­ba­mos que Argen­tina ponía de mani­fiesto todo el poder de las redes socia­les con sus masi­vos cace­ro­la­zos, llegó la expe­rien­cia bra­si­lera mucho más dura y deter­mi­nante. ¡Y para qué correr la vista hacia Medio Oriente y sus revo­lu­cio­nes ini­cia­das desde la pan­ta­lla de un telé­fono móvil! El hecho es que las redes han con­fe­rido poder a la socie­dad civil, y que este poder se ha dejado apre­ciar en su ver­sión anti­par­ti­da­ria y con­tes­ta­ta­ria; es decir, limi­tante del poder polí­tico de turno pero siem­pre desde la hori­zon­ta­li­dad apartidaria.
La mul­ti­pli­ca­ción de los pode­res que pro­puso Mon­tes­quieu en El espí­ritu de las leyes obe­de­cía a una idea sim­ple: si pode­mos hacer del poder algo divi­si­ble de modo que nadie pueda mono­po­li­zarlo, el poder le pon­drá un límite al poder (“Que el poder frene al poder”).
Así las cosas, la esta­bi­li­dad de un cuarto poder no ins­ti­tu­cio­na­li­zado como lo es la prensa, a menudo con­di­ciona los des­víos del poder ins­ti­tu­cio­na­li­zado. Y lo mismo está ocu­rriendo con las redes socia­les, cuyo poder de difu­sión muchas veces supera con cre­ces al poder de los mass media y ya empieza a inci­dir sobre la agenda de los gobier­nos popu­lis­tas (no en vano el gobierno vene­zo­lano desde hace años espía y per­si­gue la acti­vi­dad de sus ciu­da­da­nos en Twitter).
¿Serán las redes socia­les el impulso que la cuarta ola demo­crá­tica pre­cisa? ¿Serán las redes socia­les la cura de la enfer­me­dad indu­cida que pade­cen nues­tros sis­te­mas repu­bli­ca­nos? ¿Serán las redes socia­les el sepul­cro del popu­lismo? Las pre­gun­tas están abier­tas. Pero las res­pues­tas no tar­da­rán en llegar.
(*) Direc­tor del Cen­tro de Estu­dios LIBRE. En agosto publi­cará el libro “Cuando el relato es una farsa”, en coau­to­ría con Nico­lás Már­quez.
agustin_laje@hotmail. com | www. agus­tin­laje. com. ar | @agustinlaje
Fuente: La Prensa Popular
Autor: Agustín Laje (*)