viernes, 25 de enero de 2013

DIARIO DE VIAJE


 La gira rocker de Cristina llegó a su fin. Atrás quedaron los días de descanso, en los que disfrutó estar en otros países con tantos pobres como el nuestro, pero en los que se ponían contentos de verla y, si la criticaban o le mangueaban, ni se enteraba. Como acá, pero con estilo. La felicidad no podía ser mayor, si hasta se sacó fotos, feliz de la vida, al comprobar que sus caderas pasaban por los pozos del vietcong. 
Mientras Florkey puteaba porque a ella le cerraron su perfil de Fotolog, el comunity manager de Cristina estaba más contento que José Pablo Feinmann con muñeca de Cristina. La Presi se sacó fotos con sombrerito explorador, con otro tradicional, dictó mensajes aburridos, nos informó que la guerra es algo feo, que Ho Chi Min está embalsamado al igual que Mao y Stalin, y que firmó un autógrafo en una camiseta de la Selección Nacional a una familia de Tigre que se cruzó en el lobby del hotel, a la que no le preguntó cómo consiguieron los dólares. 
Quiso dar una hermosa charla para demostrar sus profundos conocimientos sobre la historia internacional, afirmó que se puso muy contenta cuando cayó Saigón en 1975, y no frenó ni para sacar cuentas al afirmar que durante el gobierno de Cámpora se reconoció a Vietnam unificada. Luego de retar a Timerman, se corrigió y dijo que fue durante el gobierno de Perón, que murió en julio de 1974. Al charlar con la prensa -unos impresentables que viajaron mantenidos con la nuestra- dijo que nuestras Fuerzas Armadas deberían entrenarse en Vietnam, dado que allí, te arman una bomba con ingenio y sin presupuesto, algo que Puricelli tomó al pie de la letra al convertir un buque de la Armada en submarino.
Una de las mejores cosas que ha hecho Cristina ha sido aceptar las limitaciones que tenemos como país. Al igual que cuando estábamos en la secundaria y buscábamos a alguien más feo que nosotros para sumar algún punto en perspectiva, la Presi decidió no aspirar demasiado alto e ir a Vietnam, donde puede decir abiertamente que somos un país de avanzada. Los vietnamitas, que desde que se inventó la televisión satelital saben la diferencia entre Nueva York y Buenos Aires, la miraban sonrientes, a sabiendas de que nosotros seremos avanzados frente a ellos, pero que somos tan tristes que dependemos de alguien que está más hecho pomada que nosotros para vender aunque sea un par de cerezas.
Así estamos. Sabemos que tocamos fondo, pero en vez de buscar una forma digna de resurgir, nos rodeamos de quien está peor que nosotros para sentirnos capos de la vida. Hace varias décadas, ante los ojos de Europa, competíamos de igual a igual con Estados Unidos. Cincuenta años atrás, Brasil nos consideraba imperialistas industriales. Hoy, festejamos que Vietnam nos da bola, del mismo modo que Boudou se siente querido porque lo saludan en un pueblo que no ven una figura nacional ni en diarios.
Con alegría, le piden a Boudou que devuelva las billeteras.
Mientras la Presi descansaba de nosotros, el país no se detuvo. El vicepresidente paseó por cuanto acto encontró y, mientras inauguraba una sede de la Anses en Córdoba -que ya funcionaba- afirmó que "los que critican al gobierno, formaron parte de otro que se tuvo que ir en helicóptero". Horas más tarde, Abal Medina, que formó parte de aquel gobierno que se tuvo que ir en helicóptero, dijo que el único plan para el dolar sentarse a ver qué onda, que la inflación es un verso de los medios y que a los argentinos nos va bien, no como hace un tiempito. Entre tanto, mientras Lorenzino paseaba por la calle con una remera que dice "Soy el Ministro de Economía", su subordinado Guillermo Moreno anunciaba la posibilidad de un dolar a seis mangos. Floppy Randazzo, por su parte, demostró que la revolución del transporte ya arrancó y hasta organizó una peregrinación forzada desde Liniers hasta Plaza Miserere justo el día en que se cumplían once meses de la tragedia del Ferrocarril Sarmiento. Por supuesto, también pensó en la ceremonia que se celebraba en Once y se encargó de los souveniers, unos preciosos volantes en los que informaban que el Sarmiento ahora es un placer. Sí, se los repartieron a los familiares de las víctimas. Sí, fue al mismo momento en que otra formación del Sarmiento se quedaba en el camino.
Todo muy normal en la realidad cristinista. Tanto que hasta tuvimos el placer de escuchar al Diputado Rossi hablando de lo triste que resulta la vinculación de los gobiernos socialistas con el crecimiento del narcotráfico en la provincia de Santa Fe. Es todo una cuestión de perspectiva: tranquilamente podría interpretarse que durante los últimos cinco años de gobierno kirchnerista, los negocios más rentables han sido el narcotráfico y la especulación financiera. Lamentablemente, no lo escuché al presidente del bloque de diputados oficialistas criticar al gobierno nacional por el triple crimen de General Rodríguez, ni por los ajustes de cuenta de los colombianos en Unicenter, ni por el escándalo de la efedrina, ni por la carga de cocaína que salió del aeropuerto de Morón rumbo a España. Obviamente, tampoco escuché al diputado decir nada sobre el colador fronterizo que generó destinar a la Gendarmería Nacional a la represión de protestas sociales, como tampoco lo escuché quejarse del presupuesto destinado a la Superintendencia de Drogas Peligrosas de la Policía Federal, ni mucho menos lo escuché decir nada de la política nacional para la lucha contra el narcotráfico.Y aunque resulte obvio, tampoco tuve la oportunidad de escuchar a Rossi decir alguna palabra respecto de Hinchadas Unidas Argentinas, cuando afirmó que la pelea de barras en el clásico de fútbol rosarino se debió a una puja de drogas.
El sistema es maravilloso. Del mismo modo en que el gobierno nacional considera que los ciudadanos somos ricos para pagar impuestos y pobres para ahorrar en la moneda que se nos cante el ocote, también consideran que las provincias no existen a la hora de recibir el presupuesto que les corresponde, pero sí se tienen que hacer cargo de todo lo que pasa, porque Cristina no puede estar en todo. Esto, obviamente, incluye la lucha contra el narcotráfico sin la colaboración de la Federal, sin la presencia de Gendarmería, con la Prefectura dedicada a comer pacús a la parrilla y sin el presupuesto que les debe la Nación. 
Para solucionar estos pequeños conflictos de intereses, el Gobierno Nacional ya encontró una solución pragmática: arrancaron el concepto de federalismo y autonomía provincial. De ahora en más, se arreglan directamente con lo intendentes, que con tal de conocer la Casa Rosada por dentro, salir en una videoconferencia con la Presi o recibir unos pesos para bancarse los gatos e inaugurar una Pelopincho, son capaces de matar a la madre, tatuarse a Néstor en el escroto o acariciarle el pelo a Horacio González un día de calor.
Nosotros, por lo pronto, la pasamos como podemos, viendo como ni siquiera en enero nos dejan desenchufarnos del todo y nos empapelan la calle, dilapidando ilegítimamente la plata del Estado, para atacar a un periodista que los escracha por malgastar la plata del Estado. El vamos por todo quedó grande. Vamos por lo que queda en pie, sería un eslogan más realista.