lunes, 29 de octubre de 2012

UNA GRAN FABULADORA




Publicado en Revista Cabildo N°99
Mes de Octubre de 2012-3era.Epoca
NACIONALES
Miguel DE LORENZO
la Gran Fabuladora
Nobleza obliga, Cris, la desquiciada, volvió a la universidad, defendió su tesis y agregó otro título ¿otro? a su curricula.
Hay que decirlo, su defensa fue brillante y no dejó dudas, a punto tal que cualquiera le adjudicaría sin dudar el tan preciado Magister Cum Laude en fabulación.
Algo había, no del todo superado, en aquellos sus juveniles encontronazos con el derecho en la U.N.L.P. Hasta que ayer, el nuevo choque académico se produjo en Estados Unidos y ahí revalidó sus medallas.
Las peores claro, que son las de siempre y sospechamos que las únicas. Insuperable en soberbia, poseedora del más suntuoso talento para la mentira, resentida a morir, vulgar hasta las extensiones...
Cris, como buena parte de los "revolucionarios" latinoamericanos, insiste en dos fervorosos amores, levemente contrapuestos; la declamada pasión por la Cuba de Castro, útil para la retórica marxista populista y el amor semi oculto por los Estados Unidos, sobre todo por la parte medular de Estados Unidos, esto es, los verdes billetes y la Quinta Avenida.
Pero luego de tanta tienda, agotadas las joyerías, su alma siempre inquieta recordó que por ahí, también había universidades y decidió, porqué no, ir de shopping por las academias norteamericanas.
Casualmente un experto en imposturas —literarias, claro— como Arthur Machen en una de sus obras maestras pone en labios de uno de sus personajes una frase inquietante y hasta con resonancias presidenciales: "Entonces, habiendo llegado a saber tanto, resolví que lo sabría todo".
No sabemos si impulsada por idéntico ardor sapiencial que el personaje de Los Tres Impostores, revisó el catálogo de ofertas y seleccionó dos en que las preguntas las hacían los estudiantes. Evitaba así halar con profesores o especialistas, menos aún con periodistas, es que su espíritu fresco y adolescente al fin, prefirió a los jóvenes.

 Receptiva y dialogante ahí fue, al encuentro con los teens de las facultades. Pero aún a ellos los destrató cuanto pudo, a pesar de haberlos elegido. Por estos pagos en cambio, nadie puede preguntarle nada, menos aún, los de La Matanza —mundo ajeno— territorio al que Cris visita el día antes de una elección y desprecia el resto del tiempo, "porque —como bien diría Fierro— el gaucho en esta tierra / solo sirve pa votar". Sería difícil encontrar en esa maraña de palabras que penosamente escuchamos y en los mohines con que expresa y adorna airosamente su pensamiento, un solo párrafo más o menos cierto. Sus dichos fueron, según acostumbra, promesas de ilusiones, cargadas de mentiras.
Cuando Protágoras anuncia "el hombre es la medida de todas las cosas, de las cosas que son y de las que no son" de algún modo está inaugurando la sofística, el arte de hacer aparecer verdadero a los demás, lo que es necesariamente subjetivo. En ese sentido, a partir de ahí, bueno es lo que a cada uno aparece como tal, lo útil, lo conveniente, lo agradable.
A propósito enseña el profesor Giuseppe Faggin: "la retórica, arte demagógica por excelencia, es la habilidad que los hombres buscaban como instrumento de dominio y de prepotencia"; y más adelante: "su palabra no es comunkación, porque el hombre permanece cerrado dentro del cerco de sus sensaciones y opiniones pasajeras". El hombre de la sofística (y mujer) no establece una relaciones con sus semejantes. No sabrían como decirlo mejor, después de escuchar a la gran fabuladora que clararamente usa la palabra y la mentira como instrumento de dominio y la prepotencia. A tal punto llevó el extravío, que habló de la parodia de juicio que desde el propio Estado, o sea ella, improvisó contra un grupo de periodistas por el intolerable delito de pensar distinto. Una truchada deplorable, una infamia de aquellas dirigida a los que se atreven señalar la desastrada gestión de gobierno.
Confieso que al día siguiente de sus discursos universitarios, a pesar de la llegada de la luz feliz de la primavera y de aquel cielo nuevo y claro, un olor profundo, ácido y feroz dominaba el ambiente. Habrá que oxigenar la patria, pensé, porque no es posible vivir en la podredumbre con cierta dignidad.
Haciendo memoria, la cosa no es nueva y si se quiere mucho menos dramático era el ahogo de aquel ectricista, a quien como tampoco le permitían respirar, se propuso ventilar Polonia y en algunos año con un crucifijo y sin miedo, vene al odio más grande la historia. Probablemente el electricista, sin conocerlo, actuaba de acuerdo al francí Peguy: "Un hombre vio, que hoy no es el primer día del entierro, si no el primer día de una actividad que no ha muerto aún". •