domingo, 28 de octubre de 2012

LA LEY

 

INSEGURIDAD
                                                       La ley es dura pero es la ley
OPINIÓN

Es general la preocupación por la falta de seguridad. Son más los agentes de las empresas privadas de vigilancia que los de la policía pública. Y la alarma se multiplica al verificar que los delitos descubiertos, conocidos, quedan impunes. ¡Cuántos más habrá que ni siquiera se han denunciado!
Menem había hablado en su momento de la necesidad de mano dura. Pudo ser un desacierto la expresión ya que queremos justicia, no dureza. Pero seguramente interpretaba en su oportunidad la perplejidad en que vivimos ante la falta de castigos a los delincuentes, y la lenidad de las penas en los pocos casos en que se aplican.
Hay una disyuntiva curiosa: las pacíficas madres de familia claman por castigos disuasorios, que pongan en vereda a los delincuentes para vivir en paz, con una severidad suficientemente rigurosa y en cambio los políticos en general se inclinan por la mayor benevolencia, suavidad, blandura y delicadeza hacia los criminales, y por la aplicación de las penas mínimas posibles con las mayores reducciones imaginables.
Un tema tan discutible que los partidos políticos no se atreven a hacer de él banderas electorales, y en la mayoría de los casos se manifiestan sólo en favor de una genérica justicia que no comprometa a aplicar ningún rigor ni demasiada indulgencia.
Se conmueve la sociedad, la opinión pública, cuando por benevolencia son beneficiados autores conocidos de crímenes aterrantes.
Entonces sí, la sociedad protesta contra la impunidad, pues los delitos quedan impunes ante la lenidad de la pena. Y no se ve el modo de corregir, pues así como los romanos decían “la ley es dura, pero es la ley”, el sistema actual contesta: “la ley es blanda, pero es la ley”.
De los delincuentes unos pocos se descubren y se sancionan con la pérdida de su libertad; y esos convictos, entre rejas, despiertan conmiseración, de modo que las leyes prevén alivios a su situación: reducciones por buena conducta (buenas conductas de quienes no tienen más remedio que portarse bien), especiales visitas de sus familiares (sistema que permite al condenado no privarse de agrandar su familia), prisiones por sólo unas horas diarias, que dan al recluso la oportunidad de practicar alguna industria lícita.
 Estamos todos de acuerdo en que los criminales, hasta los autores de los crímenes más escalofriantes, son humanos, son hijos de Dios, son seres redimibles y deben tratarse como tales. Pero no conviene exagerar las blanduras hasta el extremo de que las debidas consideraciones nunca permitan ni siquiera averiguar cómo se cometieron los crímenes ni quiénes fueron los autores.
Al proyectarse  modificaciones al código de procedimientos penales,   existe acuerdo  de todos los sectores en buscar los medios de dejar a salvo los derechos de los presuntos criminales y a la vez facilitar la investigación; Se debe procurar una justicia que no sea muy dura con los imputados -seres humanos merecedores de consideraciones- ni tan dulce que resulte inoperante agravando la situación de inseguridad que vivimos.
La sociedad, la ciudadanía toda se encuentra en la  búsqueda de orden, control, justicia, no es partidaria de un progresismo que en la práctica lleva a que el delincuente entre a la comisaría y en seguidita nomás, y por la misma puerta, vuelva a salir.
El mismísimo general José de San Martín varias veces recordó la necesidad de dureza contra el desorden.

DR. JORGE B. LOBO ARAGON
jorgeloboaragon@gmail.com